No cabe duda que el Facebook se está convirtiendo en una caja de Pandora. Nadie sabe a ciencia cierta todo lo que encierra y cada día descubrimos cosas que lo dejan a uno patitieso. Dentro de tantas cosas estrambóticas, se encuentra una infinidad de páginas con los temas y títulos más sorprendentes sobre cosas que le gusta a la gente, o que odian, o que le provocan ser fan o aquellas creadas por empresas que han estudiado la manera de aprovechar la red social para incrementar sus ventas y para ello recurren a las más atrevidas estrategias.
Hace poco descubrí que existe en Facebook una página llamada “A mí también me dieron Emulsión de Scott”, en donde una considerable cantidad de personas expresan desde el simple “A fulano le gusta esto” (que de repente suena a albur) a las más diversas experiencias con el famoso producto.
En mi caso, la Emulsión de Scott inmediatamente trae a mi memoria el recuerdo de mi abuelo Emilio, pues era un producto de trascendental relevancia en su farmacia, que contaba con una demanda considerable en el pueblo, así como la relación tan cercana de mi abuelo con sus distribuidores quienes le patrocinaba el sello de la Botica La Capitalina, que a un lado lucía el clásico logotipo del producto con el legendario pescador con un enorme bacalao a tuto.
Por varios siglos el aceite de hígado de bacalao se consumió en Islandia y los países escandinavos extendiéndose luego su uso al resto de Europa y a los Estados Unidos, como un coadyuvante para prevenir enfermedades tan diversas como la tuberculosis, raquitismo, neumonía, difteria, etc. A finales del siglo XIX Alfred Scott y Samuel Bowne se asociaron para formar una empresa farmacéutica que entre otras cosas comercializaba desde Nueva York un nuevo producto a base de aceite de hígado de bacalao llamado Emulsión de Scott, cuya fórmula original incluía además del mencionado aceite, los hipofosfitos de lima y soda. La casa comercial Scott & Bowne aprovechó que en esa época no existían normas de regulación para la propaganda relativa a los productos farmacéuticos, para lanzar campañas publicitarias en donde exageraban los beneficios del producto, llegando a utilizar fotos de niños robustos y rosados y lemas que proclamaban que la Emulsión de Scott generaba vitalidad, carnes, fuerza y garantizaba la salud para personas de todas las edades. Muy pronto se hizo popular el logotipo clásico de la Emulsión de Scott en donde un hombre con un gorro de pescador cargaba a cuestas a un enorme bacalao. La fama de las propiedades del producto se extendió en todos los Estados Unidos y de ahí a toda Latinoamérica, en donde la ausencia de medicamentos específicos para todas las enfermedades que aquejaban a la población, contribuyó a que la Emulsión de Scott fuera un elemento básico en todos los hogares para prevenir y curar un sinfín de padecimientos.
En Latinoamérica existen muchas anécdotas interesantes alrededor de este tradicional producto por ejemplo dicen que cuando le preguntaron a la madre de Gabriel García Márquez a qué creía se debía el ingenio literario de su hijo, Doña Luisa respondió que a la Emulsión de Scott. En 1929 el gran compositor, dramaturgo y cineasta argentino Enrique Santos Discépolo, compuso un tango llamado Victoria, que desde luego cantó el Zorzal Criollo, Carlos Gardel y que apartándose de lo trágico se lanza por el lado cómico, narrado la historia de un hombre que abandonado por su mujer, se alegra y canta “victoria” porque sentía la carga del matrimonio como la del bacalao de la Emulsión de Scott, haciendo alusión al logotipo de este producto, expresando en una de sus estrofas: …Gracias a Dios, que me salvé de andar toda la vida atao, llevando el bacalao de la Emulsión de Scott… Fue por ese tango, tal vez, que en Nicaragua como en muchos países, era muy común referirse a una persona que lleva una carga descomunal sobre sus hombros, que ya estaba como el de la Emulsión de Scott.
En 1951 llegamos a la casa del abuelo Emilio, mi madre, mi padre recién graduado de médico y yo de año y medio, era por lo tanto candidato ideal para ser un consumidor más de la Emulsión de Scott, sin embargo en esos momentos ya estaban saliendo al mercado los suplementos vitamínicos, como el Dayamin de los laboratorios Abbot, así que mi padre echó por el suelo las aspiraciones de los abuelos de que yo consumiera una caja o dos de botellas de Emulsión de Scott, al recetarme el moderno multivitamínico. De la misma forma me salvó de la sana costumbre de ese entonces de purgar con aceite de ricino a Raymundo y todo el mundo dos veces al año, cuando entraba y cuando salía el invierno, pues según las investigaciones más recientes, los purgantes lo único que hacían era irritar el sistema digestivo.
Así pues conocí a la Emulsión de Scott solamente de vista y de olfato, pues en mis cotidianos recorridos por la farmacia de mi abuelo realizaba mis propias investigaciones y una de ellas era olfatear algunos productos que a priori sabía que eran “patada” como el álcali, la creosota y la Emulsión de Scott. Este último además de venderse en su envase original de vidrio, ovalado y en su reluciente caja con su logotipo, se expendía al menudeo, así que había una botella abierta para ese efecto y de vez en cuando hacía el “golpe” con aquella mezcla de pescado con podredumbre, con la tranquilidad de que no sería obligado a ingerirla.
Para esos tiempos, la Emulsión de Scott todavía seguía siendo uno de los productos más demandados en la farmacia del abuelo y ni siquiera los famosos laboratorios Lamman & Kemp, lograron quitarle la supremacía, cuando estos últimos sacaron una versión propia del aceite de hígado de bacalao.
Con el tiempo, las teorías sobre las vitaminas y sus beneficios sobre la salud han variado y de pronto, las bondades de la Emulsión de Scott volvieron a resaltarse, en especial cuando en los años setenta el médico danés Jorn Dyerburg relacionó las dietas basadas en pescados grasos de agua fría como el bacalao, con una baja incidencia en enfermedades coronarias, alentando investigaciones posteriores sobre todos los beneficios de los ácidos grasos Omega 3. Así que ni cortos ni perezosos los laboratorios Glaxo-Smith-Kleine, propietarios actuales de la patente de la Emulsión de Scott, volvieron a la ofensiva enarbolando las bondades de su producto en especial lo relativo a los efectos de los ácidos grasos Omega 3, aunque ahora entre la fórmula que presentan en el mismo está: Retinol (Palmitato de Vitamina A), Colecalciferol (Vitamina D3), Calcio y Fósforo, además de fabricarlo con sabores de cereza, naranja, además del sabor natural, seguramente para utilizarse como castigo.
Así pues, este producto ha sabido sortear el tiempo de manera sorprendente, pues lleva más de un siglo en el mercado y es increíble la cantidad de niños y adultos que todavía lo consumen. Pero es más interesante saber que es mucho mayor la cantidad de personas que voluntariamente se convierten en émulos de aquel famoso hombre con el bacalao a cuestas.