Archivo mensual: agosto 2019

Quizás, quizás, quizás

 

Recientemente, el mundo entero se ha conmocionado ante la noticia de que nueve mujeres habían acusado al tenor Plácido Domingo, de acosarlas sexualmente.  Los hechos ocurrieron supuestamente hace veinte o treinta años. Ocho de las denuncias fueron anónimas y solamente una cantante lo hizo identificándose frente a la televisión.  La opinión pública se ha dividido al respecto, pues un sector, enmarcado en la ultra sensibilidad actual y partidarios del movimiento “Me too”, están pidiendo la cabeza del tenor (me imagino que de manera figurada) mientras que otro sector se divide entre los que, al igual que la banca nacional, no dan crédito a las acusaciones, también hay quienes lo estiman extemporáneo y hay quienes no lo consideran procedente por cualquier otra razón.  Varias féminas que han trabajado muy de  cerca con don Plácido, lo han defendido a ultranza, considerándolo todo un caballero, incapaz de cometer una villanía de esta magnitud.

Desde mi punto de vista, este tipo de acusaciones, por sus características, merecen analizarse con mucha cautela.  Obviamente, al ser anónimas y carecer de pruebas, no proceden legalmente en contra del acusado, simplemente se trata de un ejercicio de catarsis a costa de la imagen de una figura pública.  Se debe pues,  en primer lugar respetar el sagrado derecho de la presunción de inocencia y luego, poner las cosas en contexto.  Si en un lustro, la forma de pensar sobre un tema cambia drásticamente, qué puede esperarse en un período de veinte o treinta años.

El apareamiento entre humanos, esencial para la perpetuación de la especie ha estado siempre revestido de ciertos ritos en donde tradicionalmente el varón ha tomado la iniciativa para cortejar a la hembra y “conquistarla” para realizar este básico menester, desde una manera primitiva en la época de las cavernas hasta una forma que fue adquiriendo diversas capas de romanticismo a lo largo de la historia.  El cambio fundamental que ocurrió fue que de una extrema sumisión de la hembra a los deseos del hombre, se llegó hasta la facultad de la primera de poder negarse a entablar una relación que de una u otra forma condujera a dicho apareamiento.

Para quienes crecimos a finales del siglo pasado tenemos fresco el recuerdo de un mundo totalmente diferente, en donde sin remordimiento de conciencia se podía fumar en un cine, en un avión o en la consulta médica, se bebía un refresco con pajilla, se utilizaban bolsas plásticas u objetos  de unicel, al por mayor, sin pensar en el ambiente, se salía a cazar toda suerte de animales y cualquiera se echaba al coleto una docena de huevos de tortuga sin más consecuencia que una flatulencia épica.

Asimismo tuvimos la oportunidad de conocer una serie de rituales del cortejo que en aquella época se consideraban de lo más natural, sin sospechar que un día llegarían hasta la satanización, desde el simple piropo, que era un anzuelo lanzado al agua sin muchas esperanzas de pescar algo (ver mi artículo Adiós piropo de mi barrio), hasta el vano intento de dominar toda la semiótica que involucraba la emisión, recepción e interpretación de señales, algunas provenientes de la naturaleza, como las relativas a las feromonas o bien el lenguaje corporal y en aquella maraña de señales, algunas equívocas otras unívocas,  Los varones, entre traspiés y traspiés, tratábamos de entablar alguna relación, sin importar si tropezábamos más de tres veces con la misma piedra.  En la persistencia estaba involucrada aquella frase proverbial: “Nunca falta un roto para un descosido”. Lo importante era que siempre que no hubiera vulgaridad, chabacanería o procacidad en las aproximaciones, la fémina podía evadirla de manera rotunda, aceptarla, abrir una ventana o bien fingir demencia.  Era muy difícil que alguien se molestara ante un intento o ante una insistencia o peor aún, que denunciara ante alguna autoridad el vano intento de algún pretendiente.   Como decía un amigo mexicano:  “En mi pueblo, la que no las da, agradece que se las pidan”.

En la música de aquel tiempo se puede observar aquel tipo de manejo de los rituales del cortejo, por ejemplo el éxito del compositor cubano Osvaldo Farrés: Quizás, quizás, quizás, interpretado por muchos artistas y por el propio Plácido, que aunque no lo grabó, lo cantó en varias fiestas.  En su parte medular, el tema expone: “Siempre que te pregunto, que cuándo, cómo y dónde, tu siempre me respondes, quizás, quizás, quizás”, dejando la pretendida la puerta abierta al no mostrar una negativa rotunda y aunque cuando el cantante insiste:  “Estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando, por lo que más tú quieras, hasta cuando, hasta cuando, quizás, quizás, quizás”.   Lo interesante es que a pesar de que este tema es obviamente para interpretación de parte de un varón, más de la mitad de los intérpretes han sido féminas, situación un tanto sorprendente,  pues es un tanto irreal que el varón se haga de rogar ante una exposición de esta naturaleza.

También había temas en donde el pretendiente rogaba a nivel limosna el acercamiento hacia la fémina, por ejemplo el tema de Agustín Lara que clamaba: “Dame un poquito de tu amor,  siquiera, dame un poquito de tu amor, nomás”.   Otros como José Alfredo Jiménez se mostraba más insistente, “y tú tendrás que quererme o en la batalla me muero, pero esa boquita tuya, me habrá de decir te quiero”.   Otros como Peñaranda, muestra cierta resignación ante la negativa de la pretendida:  “Con el chiribiribi, con el chiribiribá, tanto que te lo he pedido y no me lo quieres dar”.

De pronto aquellas generaciones nos vimos entrando, un tanto de puntillas, al siglo XXI, observando cómo lo políticamente correcto se llevaba en el saco aquella espontaneidad en nuestras actuaciones y de la noche a la mañana algo tan simple como un piropo, puede considerarse como un acoso sexual, ni se diga un intento fallido de aproximación, producto de una mala interpretación de alguna señal, en donde cualquier cristiano se puede ver en la vil  chirona.  Muchos coetáneos han perdido la tranquilidad de su sueño, al pensar que en cualquier momento, una de esas organizaciones de moda puede acusar a cualquier ciudadano porque en sus años mozos se echó tres ardillas por el vil placer de matar, por haber usado DDT, haber golpeado a un condiscípulo de la escuela, haber piropeado a una joven de su barrio o por haber invitado a una compañera de trabajo al Vale Todo.  Esto equivaldría a enjuiciar en la actualidad a la Iglesia por haber quemado en la hoguera a tantos herejes.

Volviendo al caso de Plácido Domingo, ¿es pertinente acusarlo y juzgarlo a la luz del clima de ultra sensibilidad de estos tiempos, sobre hechos ocurridos en un tiempo y en un mundo tan diferente? El propio tenor, en su declaración oficial admitió que las relaciones que ha tenido han sido fruto del consentimiento mutuo.  La pregunta aquí es hasta dónde, en aquel momento las afectadas accedieron o no con la incomodidad que admiten ahora y la respuesta tal vez la tenga Alvaro Carrillo cuando cantaba Sabrá Dios.

Lo preocupante aquí es la reacción tan apresurada de algunas instituciones que de manera inmediata cancelaron algunos conciertos programados del tenor.  Otros más ponderados afirmaron que investigarían el caso antes de actuar y otros más sensatos expresaron que no cancelarían los compromisos contraídos de actuación del tenor.  Es más, es posible que las investigaciones puedan llegar concluir que hubo, en aquel tiempo, lo que hoy se tipifica como acoso sexual.  Sin embargo, creo que es pertinente recordar que Plácido Domingo es uno de los mejores tenores de la historia.  Sin ser un experto en el tema, siento que su interpretación de Nussun Dorma, de Turandot es sublime.  Asimismo, su calidad interpretativa no tiene nada que ver con su forma de manejar sus relaciones interpersonales.   Su carrera profesional ha sido exitosa y llena de premios que reconocen su calidad y esfuerzo.  A menos que entre los premios que ha recibido se encontrara uno de alguna cofradía de San José otorgado a quienes resaltan la virtud de la castidad,  estimo improcedente que le sean retirados los reconocimientos recibidos.  De esta manera siento en lo particular que la figura de este tenor está muy arriba para que estas acusaciones puedan hacer mella en su imagen.

Por otra parte Domingo ha cumplido 78 años y se puede decir que está pronto a finalizar su carrera profesional y disfrutar de un merecido retiro, pues asumo que ha sido disciplinado con el manejo de sus recursos financieros, de tal forma que en el futuro no dependerá de los ingresos que pudieran generarle sus actuaciones.   Si en algún momento quisiera, por otro motivo no financiero realizar alguna aparición en escena, existen algunas instituciones quienes aquilatan más el talento del tenor que la sensibilidad de algunos sectores.  Por último está la Ópera de Dubai, la cual no creo tenga objeciones en aceptar al tenor.

Para finalizar, tal vez podría citar a Mozart para explicar este culebrón: “Demasiado para lo que es, demasiado poco para lo que podría haber sido”.

3 comentarios

Archivado bajo cultura, Mùsica

My first, my last, my everything

 

 

Con demasiada frecuencia encontramos en las redes sociales frases, dizque motivacionales, que afirman que el pasado y el futuro no existen y que es el hoy lo que cuenta, sin embargo, no estoy muy de acuerdo con dicha afirmación.  Considero que el pasado es una reserva de experiencias, de donde podemos echar mano para superar el hoy y sentar las bases para un futuro que sea lo suficientemente atractivo para poner todo nuestro empeño en llegar ahí.

La música es indudablemente un elemento que acompaña a todas esas experiencias que atesoramos y que constituye una banda sonora adosada a todos esos rollos de película, en donde fuimos protagonistas, actores de soporte o simplemente extras.  Independientemente de nuestras actuaciones, muchos de esos temas musicales merecen un Oscar, sin embargo, a menudo, por tanta basura que se acumula en el disco duro, esa música se va perdiendo en el olvido. Por lo anterior, es muy sano el ejercicio de revisar aquellos recuerdos, sacando la parte negativa y enviándola al cesto de la basura y tomar los recuerdos positivos y pulirlos para volverlos a colocar en el archivo correspondiente.

Sin saber por qué, uno de estos días desperté con una música en mi mente.  Era la banda sonora que me acompañó durante un buen trecho de los años setenta y que pertenece en gran parte al gran músico norteamericano: Barry White.

Conocí la música de este autor, director y cantante a finales de 1974 o inicios de 1975 cuando comenzó a sonar insistentemente en todas las radiodifusoras, que en esa época era el único medio para conocer los éxitos musicales que nos iban llegando, un tema realmente fuera de serie.  Era un tema instrumental, algo extraño en esos tiempos, sin embargo, tenía todos los elementos para cautivar a la audiencia.  Tenía por título Love´s theme (Tema de amor) y estaba a cargo de Barry White y la Orquesta ”Love Unlimited”.   El sonido era impresionante, pues se notaba una gran orquesta en donde predominaban los violines, sin embargo el ritmo era llevado por guitarras eléctricas, un piano y percusiones.  La delicadeza de las cuerdas emulaban los dulces sentimientos del amor, mientras que las percusiones imitaban los latidos de un corazón batiente y el wawa insistente de la guitarra eléctrica, al estilo de Isaac Hayes, nos ubicaba en un mundo en ebullición.  Así que fue que aquel Tema de amor resonó por varios meses llenando nuestras vidas de un nuevo ritmo y solo fue opacado cuando escuchamos la voz de Barry White, una voz impresionantemente grave, pero que entonaban una canción romántica a más no poder, siguiendo el mismo estilo musical de Tema de amor, cuerdas con ritmos modernos.  Aquel tema se llamaba You are the first, the last, my everything (Eres el comienzo, el final, mi todo) y en breve se colocó entre las favoritas de la audiencia nacional.   Los siguientes temas de White entraron por la puerta grande, como Never, never gonna give you up (Nunca, nunca te voy a dejar), Can´t get enough of your love, babe, (No me cansaré de tu amor nena), What am I gonna do with you (Qué voy a hacer contigo), Let the music play (Dejen que suene la música), Rapsody in White (Rapsodia en White, parodiando a la Rapsodia en Blues de Gershwing) entre otros.  El último éxito que nos llegó a casi a fines de la década fue el éxito de Billy Joel: Just the way you are (Justamente cómo eres), en una versión que es una verdadera joya.

Pero en el mundo de la música nada es para siempre y para esa época los Bee Gees se llevaron de corbata a todos los que dominaban la música popular, al agarrar un nuevo aire e instaurar la música disco, aunque en honor a la verdad encontramos mucho del estilo de Barry White en aquel nuevo género.

Así pues, de repente Barry White desapareció de la escena musical, por lo menos en este país y no volví a saber de él hasta en 2003 cuando llegó la noticia de su muerte, debido a complicaciones de la insuficiencia renal que padecía.  Ya era la época del internet de las cosas, así que  tuve acceso a mucha información sobre aquel músico que realmente desconocía.  Me sorprendió que a la fecha de su muerte tuviera tan sólo 58 años.  Yo siempre asocié aquella potente voz a una persona mayor, máxime con su voluminosa humanidad, cuando en realidad en 1974 al saltar a la fama tenía apenas 29 años.  La única vez que se miró un poco esbelto fue cuando actuó a la par de Luciano Pavarotti en 2001, dos años antes de morir Barry, cuando interpretaron a duo You are the first, the last my everything.en aquellos eventos de Pavarotti and Friends.  Otra información que no dejó de sorprenderme fue que su segunda esposa Glodean, una de sus cantantes estrella, estuvo con él desde 1974,  año en que Barry saltó a la fama, hasta su muerte.

De esta manera, estos días he estado buceando en las profundidades del recuerdo, con la ayuda de Barry White, transportándome a una época que creímos dorada, en donde salíamos a comernos al mundo, cuando la vida, tal como afirmaba Gutiérrez Nájera: decía aún, “soy tuya”, haciendo nosotros caso omiso del agregado de aquel poema: aunque sepamos muy bien que nos traiciona.  Amigos que caminaron aquellas sendas llenas de sueños, risas y como decía el vate, una sed de ilusiones infinita, pero que el tiempo y la distancia los llevaron hacia otras rutas.  Aun así, disfruto al ver pasar todas aquellas imágenes mientras me envuelve la magia del ritmo de Love´s theme o sintiendo resonar aquel vozarrón de Barry, expresando aquella profunda declaración de amor, de manera tan simple: you are the first, the last, my everything o bien, I love just the way you are, invitando a movernos al compás de su música, mientras nuestro cuerpo, sin limitaciones, obedecía sin chistar, siguiendo aquel pegajoso ritmo.

 

2 comentarios

Archivado bajo Mùsica