Archivo mensual: febrero 2011

4.- Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

 

Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado.

Epicteto

Nicaragua está sumida en una vergonzosa pobreza debido básicamente a que su idiosincrasia no le ha permitido contar de manera sostenida con gobiernos que se dediquen simplemente a cumplir su misión de manera honesta y responsable. Juegan tal vez un papel coadyuvante en esta situación los aspectos geográficos que la hacen propensa a los desastres naturales, al igual que la falta de petróleo que potencia su dependencia del exterior.

El problema serio es que cada vez se hace más grande la brecha entre Nicaragua y los países desarrollados y peor aún, los países de la región, en un mundo que nos empuja a competir con todos, sin restricciones y sin consideración a la situación particular de cada quien.  Esto nos obliga a detener un tren que marcha en sentido contrario y hacerlo que vaya en el sentido correcto y a una velocidad que si bien es cierto no alcanzará a los otros, por lo menos disminuya la distancia.

Para lograr lo anterior existen dos alternativas.  Una milagrosa y una realista.  La primera alternativa sería que pudiese manipularse el ADN de los nicaragüenses de tal manera que pudiese eliminarse esa clara propensión a corromperse ante la mínima dosis de poder.  Esta es la alternativa realista.

La alternativa milagrosa es que pudiésemos contar con un nicaragüense nuevo a través de la educación.  Digo milagrosa porque habría que iniciar prácticamente de cero, pues actualmente la educación está, literalmente, por el suelo.  No todos los nicaragüenses tienen acceso a ella y más de la mitad de ellos es por razones estrictamente económicas, pues no tienen recursos ni para desayunar antes de ir a clases, menos para comprar zapatos, cuadernos y lápices.  Los afortunados que gozan de este privilegio reciben, en su gran mayoría, una educación con una calidad precaria.  La universalización de la primaria es una meta que nunca se cumplió, aunque ahora crean que por decreto se puede lograr.  La política educativa que se está ejecutando no tiene ni pies ni cabeza.  La mayoría de los docentes no tienen incentivos para realizar su labor con entrega, una gran proporción es empírica y un número considerable no domina las materias que imparten. Se han invertido considerables sumas de dinero, distraídas de la inversión en educación básica, para la alfabetización, labor encomiable pero lamentablemente infructuosa pues los alfabetizados no pueden distraer C$7.00 de su presupuesto diario de C$22.00 para comprar un periódico que es la única lectura a su alcance pues la biblioteca más próxima está a más de 300 kilómetros de ellos. Los profesionales que están egresando de las universidades, en una buena proporción de “garaje”, no parecen tener la capacidad de participar en la economía competitiva que demandan estos tiempos.

Mientras en muchos países se están preocupando por elevar el número de días lectivos al año, en Corea son 220 y el promedio mundial trata de superar los 200 días, en Nicaragua a duras penas alcanzan a completar 176 días, lejanos a los 193 que en el papel se consignan en el calendario escolar.   De la misma manera, en muchos países están regresando al tiempo completo, mañana y tarde y otros más ambiciosos tienen niños y jóvenes estudiando cerca de 10 horas diarias, sin embargo, en Nicaragua, con suerte se alcanza un promedio de 3 horas y media al día.

La práctica regular de aplicara evaluaciones estandarizadas en la mayoría de los sistemas educativos del mundo, en este país está vetada y el único indicador medio objetivo, es el examen de admisión que se realiza en algunas universidades, con resultados desastrosos.   No obstante, las universidades que no tienen examen de admisión, privadas desde luego, tienen la política de no reprobar a ningún estudiante que esté al día con sus aranceles o haya realizado un arreglo de pago.  ¿Dejaría usted que un médico egresado de una de esas universidades siquiera le interpretara un examen general de orina?  Por otra parte, esta promoción perversa que se ha dado con la educación universitaria ha anulado la educación técnica tan importante para un país como el nuestro.

Así pues, la educación que necesitamos urgentemente es una utopía, aunque como afirma Jacques Delors, es una utopía necesaria para poder caminar hacia la paz, la libertada y la justicia social. Se necesita una educación que pueda provocar un cambio radical en dos vertientes. La primera en capacidades, con el fin de que los nicaragüenses tengan la opción de competir en la economía mundial de manera digna y no convertirse en un simple proveedor de mano de obra barata para maquila o para la emigración.  La segunda es en actitudes, con el fin de arraigar en los ciudadanos desde la infancia, los valores indispensables para lograr una democracia que luche de manera efectiva por salir de la pobreza.

El problema serio es ¿quién va a promover esta educación? Cabría en la mente de algún gobierno la reflexión de conseguir una educación que produzca ciudadanos que no tenga la incapacidad ni los vicios que ellos tienen.  Escuché en una entrevista al escritor y periodista Andrés Oppenheimer decir que la educación es demasiado importante para dejarla en manos del gobierno y tal vez aquí esté la clave.  Sería factible empoderar a un Consejo Nacional para la Educación, compuesto de gente pensante, ajena a la politiquería y convencida de la necesidad de este cambio para que diseñe una política educativa coherente y que asegure el cambio que se pretende y que trascienda al período de un gobierno para que tenga continuidad.

La frase “La educación es tarea de todos”, debe de empezar a tener sentido, pasar de ser un eslogan a un compromiso.  El gobierno debe de invertir lo que sea necesario para este cambio en la educación, el diez o el doce por ciento del PIB si se requiere y no simplemente tratar de tomarle el pelo a los ciudadanos con vaciladas en los cálculos, para inflar la cifra y lo más importante, invertir esos recursos de manera eficiente y honesta.  La iniciativa privada deberá dejar de poner paños tibios a su conciencia y a la opinión pública y empezar a invertir seriamente en la educación, para contar con personal calificado en el futuro y la población en general deberá internalizar el significado de la educación y aprovechar el acceso a este servicio.

De esta manera, cualquier gobierno que no tenga como fundamento esencial de su plataforma a una reforma educativa a fondo que produzca un verdadero cambio, sabemos de antemano que estará apostando a la continuación de la pobreza.

¿Podrá o querrá alguien echarse ese trompo a la uña?, aquí cada quien hará sus predicciones.  Yo tal vez guardaría un poco de optimismo y diría como el gran poeta Antonio Machado:

…olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

 

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3.- La escabrosa tarea de repartir chicha

Mucho se ha analizado la idiosincrasia del nicaragüense; se ha hecho en serio, en broma, así como medio en broma y medio en serio y todos concluyen en que es algo sumamente contradictorio y complejo.  Más que intentar realizar un tratado sobre este tema, quisiera centrarme en aquellos rasgos de la idiosincrasia del nicaragüense que inciden en nuestro cuestionamiento central de por qué el país es tan pobre.  De esta manera, un tanto injustamente tal vez, haría a un lado todas aquellas cualidades que caracterizan a la población nicaragüense pero que desafortunadamente no han sido suficientes para contrarrestar los vicios y superar el subdesarrollo.

Para empezar, tal vez podría sernos de cierta utilidad la famosa fábula de los cangrejos nicaragüenses, sobre la cual escribí un post llamado Los crustáceos pinoleros.  Esta fábula relata que un comerciante de Florida que importaba cangrejos de Centroamérica estaba mostrando su mercadería a un cliente y lo llevó donde habían cinco barriles con cangrejos.  Todos los barriles tenían tapa a excepción de uno.  El cliente le preguntó por qué no tenía tapa y el importador le explicó que ese era el barril de los cangrejos nicas y no tenía tapa pues no había posibilidad que esos animales se salieran; pues cuando uno de ellos comenzaba a ascender para alcanzar la parte superior, los otros cangrejos se encargaban de bajarlo.  Aunque nos duela admitirlo, esta fábula tiene una alta dosis de verdad, pues la envidia es un elemento omnipresente en nuestra vida diaria y si fuera tiña, ya todos estaríamos desde hace rato contagiados.

Pero la fábula tal vez no terminaría ahí, pues las interacciones entre los cangrejos ocurren en diferentes sentidos.  Dentro de lo anterior destaca una faceta que es tal vez la más maléfica y que ilustra aquel viejo dicho: “No hay nada peor que poner a un indio a repartir chicha”, respecto al cual habría que aclarar que es discriminatorio, pues en la realidad esto es válido para todos sin excepción, no importa si el sujeto es chelito de ojos azules.  Puesto de otra manera, con un poquito que ascienda una persona, por muy pequeña que sea la dosis de poder que se le asigne, experimenta una extraña transfiguración que lo lleva a reaccionar de manera insospechada, convirtiéndose en un prepotente que luego pasa a déspota y en la mayoría de los casos termina siendo un corrupto.

Esta transformación se observa en todos los ámbitos de la vida nacional, desde un CPF que recibe un arma y la misión de cuidar una entrada hasta quien ostenta, por cualquier medio, el mandato supremo del país.  Encontrándose, desde luego, los casos más patéticos en el servicio público.

El Estado es la organización social y política que tiene la responsabilidad de asegurar el bienestar de toda la sociedad, por lo tanto habría sido su tarea el conducir el desarrollo de los nicaragüenses en concordancia con los recursos naturales y su potencialidad.  El Estado a su vez, está compuesto por una clase política que refleja, supuestamente, todas las tendencias ideológicas de la mayoría de los ciudadanos.

A partir de su vida republicana, Nicaragua ha visto una transformación negativa en la actitud de los servidores públicos.  De tantas actitudes, en un inicio aisladas, de prepotencia, abuso y corrupción, pareciera que se ha provocado un arraigo en la naturaleza propia del nicaragüense, observándose actualmente una generalización de esta actitud en toda persona que por designación popular o por dedocracia, se le ha puesto a “repartir chicha”, llegando a extremos en donde la desvergüenza es un elemento adicional.

El gran pensador cubano José Martí dijo en cierta ocasión: “La Patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella”, sentando las bases de lo que debiera ser, indefectiblemente, el servicio público; sin embargo, pareciera que nuestros políticos, independientemente de su ideología, la han tomado al revés.

Si se considera que, con sus honrosas excepciones, la gran mayoría de los políticos nicaragüenses de todas las épocas han caído en el vicio de servirse de la Patria, podríamos establecer sin temor a equivocarnos que es algo arraigado en los genes del nicaragüense, porque no importa su ideología ni sus convicciones, al momento de ingresar al servicio público, una fuerza más grande que ellos que salta de su propia naturaleza, les hace tergiversar sus ideales y en el peor de los casos, desenmascarar sus ambiciones personales.

Con los recursos naturales con que cuenta Nicaragua, mediante una administración pública honrada y eficiente, en donde mediante el sacrificio de los servidores públicos se logre ejecutar una política coherente para el desarrollo social, es muy probable que la pobreza disminuya sustancialmente y aunque sería un sueño convertirnos en una potencia mundial, por lo menos todos los nicaragüenses tendrían la vida digna que se merecen.  Pero la historia nos ha demostrado que los esfuerzos por conseguirlo se han visto reducidos por estas actitudes de servirse de la patria y en los casos en que exista un asomo de mejoría, sobra alguien que se encarga de boicotearla.  Complicados los cangrejos.

Si tiene algún asomo de duda respecto a lo anterior, simplemente observe al órgano que supuestamente representa a todos los nicaragüenses: la Asamblea Nacional.  Encontrar un diputado, de cualquier partido, que tenga criterio propio, es como hallar una aguja en un pajar, pues los que no tienen el cuello más flexible que el Hombre Elástico, se venden al mejor postor con la mayor desvergüenza. No hay uno sólo que se levante en cada sesión y a todo pulmón grite que la Patria no es el juguete de unos cuantos tercos o que en protesta por las atrocidades que ahí se cometen, en pleno hemiciclo se rocíe de gasolina y se pegue fuego.  Podría confiarse acaso en una Corte Suprema de Justicia que decreta que la Constitución Política de Nicaragua es inconstitucional, aberración que equivale a decir que Dios es ateo.  Sentirían acaso que su voto será respetado si lo va a contar un Consejo Supremo Electoral que está presidido por un sujeto cuya reputación está más deteriorada que la de Gadafi.

Es tan grave nuestra situación que en el imaginario caso que mediante una milagro de Sor María Romero desaparecieran todos los partidos políticos con la totalidad de sus miembros y el aparato estatal se sustituyera por ciudadanos sin ninguna militancia política y con grandes cualidades y virtudes, no pasaría mucho tiempo sin que estos probos paisanos sufrieran una transformación que tarde o temprano los llevaría a repetir los mismos vicios que actualmente aquejan a nuestra clase política. El caso aquí no es encontrar a alguien libre de pecado que tire la primera piedra, sino encontrar a aquel que en los zapatos del indiciado, pueda estar libre de la tentación de caer en sus mismos vicios.

Así pues, para que Nicaragua logre romper el círculo vicioso que lo tiene sumido en esta vergonzosa pobreza, se necesita un nicaragüense nuevo, que entienda que la Patria es primero y que esté dispuesto a sacrificarse con tal de que sus conciudadanos puedan llevar una vida digna.

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2.- Las tres heridas

Con el desarrollo del Proyecto del Genoma Humano, el mundo entero ha llegado a la conciencia de que el conocimiento de nuestra estructura genética podría llevarnos a un claro entendimiento de nuestras vidas, pues a través del análisis completo del ADN de una célula humana, puede llegarse a contar con una lista completa de nuestros genes, que no es otra cosa que la unidad hereditaria individual responsable de nuestro desarrollo desde el momento de la concepción y determina la forma en que el ser humano crece, vive e incluso muere.

Si bien es cierto, los beneficios más próximos del estudio del genoma humano están en el campo de la medicina, pues permitirá una práctica más individualizada, más predictiva y más preventiva, así mismo, se podrá establecer la estructura genómica de los nicaragüenses, que contendría además la información sobre la personalidad y las potencialidades de las personas, que en otras palabras permitirá llegar a determinar quiénes y cómo somos.  Los científicos conocen como “heredabilidad” a la influencia de los factores genéticos en los rasgos de la personalidad.  Según el Doctor Nathan Gillespie, experto en el tema, cerca del sesenta por ciento de las características de la personalidad están relacionadas con la herencia genética, mientras que el resto están determinadas por el entorno.

En algún momento, en un futuro, ojalá no muy lejano, podremos contar con este análisis el cual arrojará información por demás interesante y beneficiosa para que a través del conocimiento de los factores genéticos de la idiosincrasia del nicaragüense, se puedan encontrar alternativas específicas para ayudar en el rompimiento del círculo vicioso de la pobreza.  Porque, aunque suene un tanto fuerte, mientras predomine la actual idiosincrasia del nicaragüense, difícilmente podrá salirse de la pobreza.

En este sentido, tomará relevancia un concepto, que a pesar de que todavía existe mucha polémica a su alrededor, es vital para el estudio de la idiosincrasia nicaragüense y es el relativo al “genoma mestizo”.  De acuerdo a estudios sobre el tema, como afirmaría El Firuliche, cerca del 77.86 por ciento de la población nicaragüense es mestiza.  Algunos debatirán sobre si este concepto de mestizo constituye una entidad social, con una identidad definida, sin embargo, precisamente en ese concepto radica lo que se conoce como el meollo o el quid de nuestra interrogante.

El mestizaje en Nicaragua está compuesto por una base poblacional de amerindios, expulsados del norte o del sur, mezclada por una población caucásica española y luego con una población negra proveniente de Africa.

Si se hace a un lado la aprensión que provoca mirar con una alta dosis de realismo a nuestros ancestros, es importante reconocer que en el caso de los amerindios asentados en estas tierras, a pesar de su valentía, no mostraron el progreso que en muchos campos se observó en los aztecas o los mayas; no encontramos por acá ningún Netzahualcoyotl, Tlacahuepan o Napuc Tun, ni se hallaron vestigios de pirámides o alguna otra construcción monumental como en el norte. Con relación a los españoles, hay que resaltar que el contingente de conquistadores no estaba compuesto por intelectuales o humanistas, que habría que reconocer abundaban en ese país, sino por aventureros ambiciosos, en su mayoría analfabetos, que miraron en el nuevo continente la oportunidad de enriquecerse fácilmente.  La población negra africana era gente pacífica que vivía tranquilamente y en armonía con su entorno y de la noche a la mañana se encontraron secuestrados y obligados a viajar a otra tierra en calidad de esclavos.   En el crisol del mestizaje parecieran entonces haber predominado  todas las frustraciones, la de los amerindios, cuya conquista constituyó una violación en toda la extensión de la palabra, la de los africanos, que de manera infame fueron convertidos en esclavos y obligados a vivir en condiciones infrahumanas y la de los conquistadores que no encontraron a El Dorado en su aventura.

Así pues, en donde pudo haber nacido una raza especial, de luchadores incansables, de gente ambiciosa que no descansa sino hasta alcanzar sus más preciados sueños, de ciudadanos responsables y respetuosos de las leyes, en su lugar surgió una mezcla que no produjo sinergia alguna y al final tenemos lo que tenemos y somos lo que somos.

Es válido entonces pensar que el mestizaje es el eje de la idiosincrasia nicaragüense y de ahí se deriva la Nicaragua de hoy.  Afirmaba Octavio Paz en su monumental ensayo, “El laberinto de la soledad”, el mestizaje es un problema existencial que nunca será resuelto. ¿Podríamos entonces caer en el fatalismo de que tendríamos que resignarnos a la frase de Jesús: “porque a los pobres siempre los tendréis entre vosotros”?

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1.- Pobre del pobre

Pobre del pobre

que vive soñando un cielo,

pobre del pobre

que vive sin un consuelo…

Adolfo Salas

 

Muchos sentimos como un balde de agua fría cuando resalta que esta tierra de lagos y volcanes se encuentra entre los países más pobres del mundo. La reacción es mayor cuando se comprueba que a excepción de Haití, Nicaragua es el país más pobre del hemisferio americano.  Aquí no hay vuelta de hoja, pues tal como dicen los húngaros: “Los perros ladran, los números hablan”.

Uno de los indicadores más fríos para determinar el grado de pobreza es el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, que en términos cristianos no es otra cosa que la suma de todos los bienes y servicios producidos en determinado año por parte de un país, dividido entre la población registrada en ese mismo año.  Para el año 2009, según registros del Banco Mundial, Nicaragua alcanzó un PIB per cápita de US$2,664.00 (a precios corrientes).  Tal vez si se compara con el mismo indicador de la República Democrática del Congo que fue de US$320.00, pues Nicaragua no estaría tan mal, sin embargo, si se compara con el de Luxemburgo que es de US$83,000.00 ahí la cosa se pone color de hormiga.

Para muchos el PIB per cápita no es determinante para tener una visión de la pobreza o riqueza de un país, sin embargo, existen otros indicadores, un tanto más odiosos que reflejan una cruda realidad.  Algunos organismos han determinado indicadores a través de la proporción de la población que sobrevive al día con US$2.00 o menos y de manera más dramática la proporción de la población que sobrevive tan sólo con US$1.00 o menos al día.  En este sentido, en Nicaragua de acuerdo al Reporte de Desarrollo Humano de la ONU 2007/2008, un 79.9 % de la población sobrevive con US$2.00 diarios o menos y un 45.1% se las arregla con US$1.00 al día o menos.  Si se compara este indicador con países de la región, se podrá ubicar fácilmente el grado de pobreza del país.  Guatemala tiene el 31.9 y el 13.5, respectivamente, mientras que Costa Rica se ubica en 9.8 y 3.3, El Salvador tiene 40.6 y 19.0 y Honduras anda por 35.7 y 14.9.

Cuando se llega a la plena conciencia del grado de pobreza de Nicaragua, lo primero que salta de manera invariable es la pregunta de los sesenta y cuatro mil dólares, (es decir, el PIB de veinticuatro paisanos): ¿Por qué? Aquí es donde empiezan a escasear las respuestas y en su lugar aparecen complejos análisis sobre los efectos de la pobreza y su comportamiento, además de una lista interminable de pretextos, sin embargo, no se ha profundizado sobre las verdaderas causas de la pobreza extrema que aqueja al país y que pareciera perpetuarse.

Recuerdo que cuando cursaba la carrera de economía, cuando llegamos al estudio de la pobreza y analizábamos las teorías de Gunnar Myrdal, saltaba la expresión: “Los países pobres son pobres porque son pobres”.  A simple vista esto pareciera una perogrullada o una tomadura de pelo de primer orden, sin embargo el sentido de la misma es que existe un círculo vicioso que no permite que algunos países subdesarrollados puedan alcanzar un desarrollo adecuado, debido a su propia pobreza.  Lo anterior, debido a que al ser el ingreso de sus habitantes tan bajo, no es posible generar el ahorro interno necesario para la inversión que permitirá el desarrollo.  Algunos países han logrado romper ese círculo vicioso y han llegado a convertirse en verdaderas potencias económicas.

Ahora bien, hay que considerar que en Nicaragua en los últimos años se ha dado una inversión extranjera nada despreciable, por otro lado la cooperación internacional ha canalizado una cantidad impresionante de recursos hacia el país y en adición, las remesas familiares de los hermanos lejanos alcanzan aproximadamente los 850 millones de dólares anuales.  Con este flujo de recursos, se hace más difícil entender cómo es que no se ha podido romper el dichoso círculo vicioso o por lo menos no ha habido un indicio de que pudiera romperse.

Cada año se gastan centenares de miles de dólares en estudios, tanto de parte de organismos internacionales como de dependencias gubernamentales, para analizar la pobreza en Nicaragua y proponer estrategias para poder sacarla de ella,.  Los brillantes economistas se aprietan el cerebelo hasta llegar al punto de meningitis, analizando cientos de variables en complejas ecuaciones de donde llegan a plantear estrategias que a simple vista pareciera que lograrán que al fin se rompa el círculo vicioso y que Nicaragua entre en un crecimiento sostenido que asegure además el desarrollo humano necesario para salir de la pobreza. Se definen indicadores que se alcanzarían en el corto, mediano y largo plazo, sólo para que nuevos equipos de economistas y otros especialistas regresen años más tarde a constatar que ninguno de los indicadores se ha cumplido y a buscar algún pretexto que pueda justificar al gobierno en turno respecto a la ineficiencia en alcanzar los indicadores propuestos, afirmando siempre, sin embargo, que se nota una ligera reducción en la pobreza.

Las ciencias económicas por lo tanto no han sido de mucha utilidad para aclarar la verdadera causa de la pobreza en Nicaragua.  A través de la politicología, ciencia no tan exacta, pero ejercida por un vasto porcentaje de la población nicaragüense, se han realizado aproximaciones un tanto simplistas que concluyen que la culpa de la pobreza es algún régimen anterior, desde la colonia, pasando por los conservadores, la tiranía de los Somoza, la noche oscura de los ochenta, las administraciones neoliberales y habrá un momento en que le corresponda al orteguismo.  Cada una de las teorías, con su debido respaldo, compuesto de altas dosis de demagogia.

De la misma manera que Bob Dylan afirmó que la respuesta a muchas preguntas fundamentales en esta vida, estaba en el viento que sopla, podría decirse que la respuesta a la pregunta de por qué este país es tan pobre y empobrecido, no está donde se ha estado buscando y no es ni la economía, ni la politicología, ni ciencias relacionadas que pueden ayudar a encontrarla, sino que la biología y en particular la biogenética.  Lo anterior porque el factor clave que no permite  que el país pueda encontrar su camino para el desarrollo, es el propio factor humano.

 

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El último romántico

 

Era el año de 1970, tal vez por marzo o abril, cuando un canal de televisión, no recuerdo bien si el canal 6 o su competencia el canal 2, anunció que trasmitiría el Festival de San Remo 1970, mismo que se había efectuado a finales de febrero de ese año.  En nuestra casa nos entusiasmamos porque era la primera vez que trasmitirían ese festival, aunque un poco desfasado, pero algo era algo, pues en años anteriores sólo tuvimos acceso a algunos fragmentos que habían sido trasmitidos por radio.  Ya el Festival tenía cierta fama en el país, desde que Roberto Carlos ganara en 1968 el primer lugar junto con Sergio Endrigo con Canzone per te, aunque la canción de ese festival que tuvo éxito a nivel mundial fue Cuando me enamoro, habiéndonos llegado a Nicaragua a través de la versión en español de Angélica María.  Otras grandes canciones ganadoras de festivales anteriores habían llegado al país, pero no teníamos idea que provinieran de ese evento, como La hiedra, Azul pintado de azul, No tengo edad, entre otras.

El día de la transmisión del festival, todavía en blanco y negro, nos deleitamos con las más de dos horas del programa en donde tuvimos la oportunidad de ver la final de tan célebre evento.  Observamos que el primer lugar lo ganó la canción Chi no lavora non fa l´amore, interpretada por Adriano Celentano y Claudia Mori.  Es importante aclarar que el Festival de San Remo, que lleva por nombre oficial Festival de la Canción Italiana, premia a las mejores canciones de ese país, no tanto al intérprete, pues participaban dos artistas que cantaban su propia versión del mismo tema.  La canción de Celentano se nos hizo demasiado extraña para lo que conocíamos de la canción italiana, en cambio el tema que cautivó a toda la audiencia nacional fue la canción ganadora del segundo lugar y en especial la versión de uno de los dos intérpretes que era un joven que tenía una poderosa y viril voz y que a la vez le imprimía un singular toque romántico al tema. La canción era La prima cosa bella, de una extremada sencillez, pero de un romanticismo escandaloso.  Los otros intérpretes del tema fueron Ricchi e poveri, un grupo que se caracterizaba en sus inicios por vestir dos de ellos con suma elegancia y los otros dos casi en harapos. A pesar del buen ensamble de sus voces, no llegaban a superar la interpretación de Nicola Di Bari, que además era el autor de la música.  El joven cantante había llegado al festival por pura casualidad pues el tema estaba destinado a ser cantado por Gianni Morandi, aquel intérprete de No soy digno de tí, sin embargo éste se echó para atrás a última hora, por lo que Nicola tuvo que entrar al quite y reemplazarlo en la interpretación.

La discográfica del festival, la RCA, encontró en la interpretación de Di Bari una enorme veta para su mercado hispanoamericano, de tal manera que trabajó de urgencia una traducción al español de La prima cosa bella y con ciertos atropellos en la misma, la lanzó en un sencillo que antes de que finalizara el año ocupaba los primeros lugares de venta en la región y alcanzaba la cima de los hit parade.  En Nicaragua, la canción se apoderó inmediatamente del gusto popular y se escuchaba mañana, tarde y noche.  Las clásicas serenatas con música de tríos, fueron transformadas al incluir La primera cosa bella como primera selección.  En ese tiempo, mis hermanos comenzaban a descobijar los secretos de la guitarra y esa canción, por su sencillez, se prestaba para sus primeros pasos, así que no era remoto observar que en el Callejón de Alí Babá en Managua, flotaba de manera perenne la canción de Nicola Di Bari, con especial énfasis en aquella parte que decía: “no se tocar siquiera, esta es la vez primera”.

En el festival de San Remo 1971, Nicola Di Bari logró llevar al primer lugar, junto a la afamada cantante Nada, al tema El corazón es un gitano.  El segundo lugar lo ocupó Qué será, interpretada por José Feliciano y Ricchi e Poveri y el tercer lugar 4/3/43 a cargo de Lucio Dalla y Equipe 84.  Celentano en esa ocasión tuvo que conformarse con quedar entre los finalistas.  Esa vez la disquera tuvo una visión más ambiciosa, seleccionó las canciones más susceptibles de ser traducidas al español y produjo un álbum entero dirigido al mercado hispanoamericano, a la par del sencillo de El corazón es un gitano a cargo de Nicola Di Bari.  El éxito fue arrollador, en especial el sencillo de la canción ganadora que rápidamente se colocó en los primeros lugares de venta y en las radiodifusoras también arrasó en los hit parade.  En nuestra casa llegó el álbum con los mejores éxitos de San Remo 1971, más bien los temas que RCA pudo traducir, a su manera, en donde disfrutamos repetidamente y cuando digo repetidamente era al estilo de canción nueva en la roconola del Salón Rosado, pues creo que al final resultó rayado de tanto ejecutarse.  Además de El corazón es un gitano, estaba la versión de José Feliciano de Qué Será, 4/3/1943 o Un hombre llamado Jesús, a cargo de Lucio Dalla,  Cómo estás, en la voz del legendario Domenico Modugno, Como es dulce la tarde, a cargo de Donatello, Blancos cristales serenos, a cargo de Claudio Baglioni, Historia de hoy, con Al Bano, Rosas en la oscuridad a cargo de Ada Mori, Ninna nanna con el conjunto Capitolo VI con la fabulosa voz de Riccardo Bartolotti, El último romántico con Peppino di Capri, Una historia en la voz de Sergio Endrigo, Una sonrisa el paraíso con Sergio Menegale, La bofetada a cargo del conjunto Gens, aunque no fue finalista.  Como ipegüe, el álbum traía una interpretación instrumental de José Feliciano luciendo su guitarra.

Cuando llegó 1972, Nicola Di Bari era todo un ídolo para la audiencia nicaragüense, aunque debido a las limitaciones en las comunicaciones de esa época, muy poco se sabía acerca de él, más allá de su nombre, alguna que otra foto y los éxitos de los últimos dos años.  Casi nadie sabía que su verdadero nombre era Michele Scommegna y que era originario de una pequeña comunidad del sur de Italia llamada Zapponeta.  Llevaba varios años apostándole al canto y a pesar de que no había tenido el éxito deseado, su tremenda voz y su tenacidad lo mantuvieron siempre en la lid, participando incluso un par de veces sin mucho suceso, en el Festival de San Remo .  Entre los temas que lanzó, sin obtener el reconocimiento que merecía, destaca una versión en italiano de la canción que Charles Chaplin utilizó en su película Candilejas, con el título de Eternamente, en donde con su particular voz hace resaltar esta impresionante canción.

No fue pues ninguna sorpresa que Nicola Di Bari ganara el primer lugar del Festival de San Remo 1972 con la canción Los días del arcoíris.  En esa ocasión sólo se presentó un intérprete por canción.  El segundo lugar lo ocupó la canción Como violetas en la voz de Pepinno Gagliardi y el tercer lugar El rey de oros a cargo de Nada.  Es interesante el hecho de que en ese festival Roberto Carlos participó con el tema, Un gatto nel blu que no llegó a la final, pero que su versión es español, Un gato en la oscuridad, logró colocarse en los primeros lugares del gusto lationoamericano.  De igual manera, la RCA preparó de manera urgente, la producción de éxitos del festival en español, con los temas traducibles.  En nuestra casa nos turnábamos para buscar constantemente en las discotecas de Managua el Long Play, hasta que un día apareció y lo adquirimos de inmediato.  Lo particular de este álbum es que Nicola Di Bari, además de cantar Los días del arcoíris, también interpretó en español la canción Como violetas.  Huelga decir que ambos temas se colocaron en tiempo record en los primeros lugares de audiencia en Nicaragua. Al igual que el álbum anterior, disfrutamos al máximo el del festival de 1972, con las grandes canciones que traía, en especial, además de los tres primeros lugares mencionados, Piazza grande, en la voz de su autor Lucio Dalla, así como No quiero enamorarme más a cargo de Gianni Nazzaro, Amigos jamás con Rita Pavone y Gira el amor con Gigliola Cinquetti.

Ese mismo año, Nicola participó en el festival de Eurovisión con la misma canción Los días del arcoíris, sin embargo como decía la Pedrona: No tuvo éxito, pues apenas alcanzó el sexto lugar. No obstante, en ese mismo año, antes de San Remo había participado en el Festival Canzonissima ganando el primer lugar con el recordado tema: Chitarra suona piu piano.

Con una visión bastante clara de sus posibilidades en el mediano plazo, Nicola Di Bari y su disquera pusieron una mayor atención en el mercado hispanoamericano, preparando una serie de temas en español de todo el repertorio del cantante y encontrando una extraordinaria acogida, especialmente en América del Sur.  Este menester le aleja del Festival se San Remo por lo que no participa en 1973.  Regresa al Festival en 1974 con la canción Il matto del villagio, con la que tiene que conformarse con llegar a la final.

Por esa época Nicola decide cambiar de sello discográfico dejando la RCA y embarcándose en el sello Carosello cuyo catálogo sería adquirido por la WEA Italia.  Coincide lo anterior con un sensible declive de popularidad de Nicola en el gusto italiano, no obstante, el público latinoamericano todavía lo tiene entre sus más grandes ídolos, lo cual aprovecha el cantante para fortalecer dicho gusto, con giras de conciertos por las principales plazas.

En su discografía en español incluye temas que habían sido lanzados por otros artistas, pero que nunca habían estado disponibles para el público hispanoparlante, como es el caso de Un gran amor y nada más, Como violetas, Zíngara y especialmente El último romántico, que llegó a convertirse en el nombre con que se le conoce en muchos lugares de América Latina.  En su discografía también resaltan canciones inolvidables como Agnese, Trotamundos, Guitarra suena más bajo, Rosa, El corazón es un gitano, Los días del arcoíris, Sé que bebo sé que fumo, El amor te hace linda, Prueba a llamarme amor, De noche sale el sol, Qué difícil es, Por ejemplo, Yo te amo solo a tì, La paloma de papel, Lisa de ojos azules, Mi pueblo, Ojos claros, Lejos lejos, He sabido que te amaba, Cuerpo sin alma. También es importante resaltar que Di Bari supo seleccionar algunos temas latinoamericanos para incorporarlos a su repertorio, habiendo logrado magníficas versiones de La historia de un amor, del panameño Carlos Eleta Almarán, así como Mi viejo y Pedro Nadie de Piero.

Después de un efímero éxito en Italia en 1976 con la canción La più bella del mondo, en la cual Di Bari incursiona en la música disco, llega a opacarse dentro del ambiente musical italiano, dando paso a una nueva generación de cantantes con sus propuestas dentro de lo que se conoce como la música ligera italiana, entre ellos Umberto Tozzi, Patty Pravo, Toto Cotugno, Zucchero, Anna Oxa,  Loretta Goggi, Ricardo Cocciante, entre otros.  No obstante el público latinoamericano, siempre fiel, sigue entusiasmado con las presentaciones del Ultimo Romántico.

Actualmente Nicola Di Bari cuenta con 71 años y continua apareciendo en conciertos, principalmente en América del Sur y sigue trabajando en proyectos discográficos, aunque ya su voz no es la misma de su juventud, todavía le imprime un gran romanticismo a sus canciones, no obstante como dice Roberto Carlos: “No se arriesga en marcha suelta”.

Lo que es irrefutable es que Nicola Di Bari es un icono de la música romántica de fines del siglo pasado.  Muy pocos ciudadanos de entre 50 y 70 años pueden negar que la música de este cantante tiene un significado especial en sus vidas y cada vez que escuchen uno de sus temas, invariablemente viajarán a una época de oro.  Lo único que yo criticaría de su música es la calidad en las traducciones al español de muchas de sus canciones. Después de escuchar las versiones originales en italiano y captar la pletórica poesía que hay en muchas de ellas, no deja de asomarse cierta desilusión al observar la letra en español.  No obstante, nadie podría resistirse en una noche de insomnio a probar una copa de vino y escuchar al Ultimo Romántico, Nicola Di Bari, interpretar Guitarra suena más bajo.

 

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