Mi primer año de universidad fue realmente alucinante. Después de la infame peloneada que hacía que los flamantes bachilleres en ciencias y letras supiéramos que éramos simples mortales y no la mamacita de Tarzán, los profesores se encargaron de enseñarnos a amar a Dios en tierra ajena, Roberto Zelaya con la lógica matemática, el decano Julio Vega con Samuelson y la elección entre producir cañones o mantequilla, el recordado Cuadrita con los principios contables del debe y del haber y un profesor que solo recuerdo que le decían Terry con las teorías administrativas de Taylor y Fayol. Por si esto fuera poco, llegaba a la facultad como “gallina comprada” como decían en el pueblo, pues no conocía absolutamente a nadie. Ninguno de mis compañeros de bachillerato se había atrevido a estudiar Economía.
Poco a poco fui descubriendo un tema que parecía flotar en el ambiente y que llegaba a constituir un enlace entre la enorme diversidad de alumnos y era la música. En los recesos se escuchaba hablar de 500 millas, de Black is black, de San Francisco y lo extraño que parecía aquello de “flores en tu pelo”. De esta manera fui haciendo contacto con compañeros que no paraban de hablar de música. Ahí también descubrí a algunos integrantes de los conjuntos musicales que estudiaban en años superiores en la facultad: Emilio Ortega, Lino García y Elías Cárcamo y que en mi grupo estaba el legendario disc jockey Conrado Pineda, que en aquel tiempo trabajaba en la 590.
En cierto momento surgió en aquellos improvisados foros, un tema que llamaba poderosa la atención. Se trataba de una balada que estaba sonando fuerte en todas las emisoras locales. Era una balada rock de corte romántico con el sonido electrónico propio de los conjuntos de la época, con una breve introducción de guitarras eléctricas y luego un cantante que reclamaba: “Di que fue de nuestro amor, que todo se esfumó, yo siempre me recordaré de los besos que te di…” El tema se ubicó pronto en los primeros lugares de las listas de popularidad, sin embargo, lo que más llamaba la atención era el título pues en las emisoras la anunciaban como La del niño. Por más que repasábamos la letra, no encontrábamos ningún vestigio que pudiera relacionar la letra de la canción con un niño. Por un buen rato manejamos en aquel foro las más descabelladas teorías sobre el posible origen del título de la canción y que indefectiblemente caían en puras pláticas de preso, pero que al fin de cuentas hacían que nos desconectáramos de la tautología de la lógica proposicional que nos trataba de enseñar Zelaya, para adentrarnos en la ley de los rendimientos físico marginales decrecientes con el decano Vega.
De pronto una nueva corriente vino a desplazar a todos los éxitos que luchaban por permanecer en el gusto del público, los Rockets sacaron su álbum en la Tortuga Morada y nuevos temas se adueñaron de las listas de popularidad. Sin embargo, siempre quedó como asignatura pendiente el origen del nombre de aquel tema. Muchos años después, algunos libros que describían la música de los años sesenta tocaron el tema un tanto de refilón, sin embargo, lo interesante de la historia de aquel éxito merece describirse un tanto a detalle.
El tema que nos ocupa es original del grupo Los Super Twisters de El Salvador, uno de los pioneros de la música rock de aquel país y que fueron los primeros en grabar un disco con música rock. El grupo estaba integrado por Eduardo “Guayo” Meléndez en la guitarra, Ricardo “El chele” Escobar en el bajo, Salvador “Chamba” Rodríguez en la batería, Carlos Langenner en los teclados y Ricardo “Lord Darkie” Jiménez Castillo, cantante. En el año 1964 el sello Kismet de ese país, accedió a la grabación de un disco de 45 r.p.m. de Los Súper Twisters, habiendo seleccionado el grupo el tema What I said, que grabara Ray Charles en 1959. Para la otra cara del disco, el grupo no se decidía hasta que llegaron al acuerdo que sería la canción de “El Niño”, pues la música de ese tema había sido compuesta por Eduardo “Guayo” Meléndez a quien le apodaban El niño y la letra por Chamba Rodríguez. De esta forma salió el primer sencillo de música rock en El Salvador con el hit de Ray Charles en una cara y el tema denominado La del niño en la otra.
Es necesario remarcar que el vocalista del grupo Ricardo Jiménez Castillo, llegó a convertirse en uno de los mejores arquitectos de El Salvador y es el artífice de La Torre Democracia (Torre Cuscatlán) en el Boulevard de Los Próceres, en la capital cuscatleca, así como la Torre de Cristal y el puente Las Chinamas, asimismo, fue el impulsor y director de la reconstrucción del Teatro Nacional de El Salvador.
En aquellos años, todavía no había un intercambio de música moderna entre los países de Centroamérica, sin embargo, en un festival que se realizó en El Salvador en 1965 participaron los Music Masters. Al grupo nica le gustó el tema en cuestión y lo tomó prestado. A su regreso, los Music Masters lo incorporaron a su repertorio y llegaron a grabar una versión. Cabe aclarar que la misma era un poco más lenta que la original. Al poco tiempo, otro grupo nicaragüense que iba en ascenso escuchó la versión de los Music Masters y también la grabó. Se trataba de los Bad Boys y su versión del tema resultó más atractiva. Hay una gran similitud entre las versiones de los dos conjuntos nicaragüenses, sin embargo, el vocalista de los Bad Boys Humberto Hernández “El gordo Beto” tenía una voz más atractiva que la del vocalista de los Music Masters y en efecto, aquella fue la versión que tuvo más éxito en nuestro país.
Si se escuchan todas las versiones de La del niño, de una manera desapasionada, puede colegirse que la versión de los Bad Boys supera incluso a la original de los Súper Twisters, con perdón de los amigos cuscatlecos. Es más, cuando Guayo Meléndez y Chamba Rodríguez formaron el grupo Los Mustangs, grabaron una nueva versión de La del niño, tratando de emular un poco el estilo de los conjuntos españoles de esos años, sin embargo, tampoco supera a la del Gordo Beto y los Bad Boys.
Después de cincuenta años, ya ha llovido mucho, han aparecido y desaparecido miles de temas musicales y aquella enigmática canción se mueve entre las arenas del tiempo y del olvido. Ya incluso algunos personajes ligados a este tema como Humberto Hernández, así como Ricardo Jiménez Castillo, se nos han adelantado. De vez en cuando alguien que ya no hace fila en los bancos navega en las inmensas aguas de Youtube, de casualidad se encuentran con La del niño, será presa de la emoción y la nostalgia, pero de manera invariable, nuevamente se les vendrá a la mente: ¿Cuál niño?