Archivo mensual: febrero 2013

Los hippies balurdes

Hippies.  Foto tomada de internet

 

“Aquellos fueron los días”, decía la canción de Mary Hopkins, “porque éramos jóvenes y seguros de tener nuestro camino”.  Era el año 1967 y vivía yo los aires de libertad que ofrecía la vida universitaria.  Cursaba mi primer año de la carrera de economía en la UNAN, todavía en el viejo edificio de la facultad en el occidente de la capital.  Cuánto envidio ahora a aquel muchacho que fui y cuya vida giraba entonces entre el estudio, el cine, la música y la rutinaria, pero gratificante labor de aplanar las calles de Managua.  En la brisa que soplaba desde el Xolotlán se percibía la tenue sensación de cambios dramáticos en nuestras vidas. A finales de ese año, empezó a sonar insistentemente en las radiodifusoras locales un tema que parecía tener los elementos para marcar un importante giro entre la juventud.  Se trataba de San Francisco y era cantada por un intérprete un tanto desconocido para nosotros: Scott Mc Kenzie.  La melodía tenía un ritmo pegajoso, sin embargo, lo más interesante era la letra de la canción en donde se invitaba a todos los que visitaban a esa emblemática ciudad, que se pusieran flores en el pelo, de hecho, el sub título de la canción era: “Asegúrate de usar algunas flores en tu pelo”.  Invitación por cierto, un tanto extraña, pues esa costumbre de ponerse flores en el pelo, estaba circunscrita en nuestro país, a las mujeres del campo o a las bailarinas de folklore que se adornaban el cabello con flores de sacuanjoche.

A través de la revista mexicana Pop, que llegaba a Nicaragua y que era uno de los pocos materiales para documentarse sobre la música popular, nos dimos cuenta que la canción había sido compuesta por John Phillips, el famoso Papa John (nada que ver con las pizzas), del conjunto The Mamas and the Papas y amigo de la familia de Mc Kenzie.  Entendimos entonces la similitud de esa canción con el éxito de ese conjunto, que había sonado meses antes: California dreaming.

El tema San Francisco fue lanzado coincidentemente con un fenómeno que promovería un cambio radical en la cultura norteamericana, el llamado “Verano del amor”, que en 1967 llegó a congregar a más de cien mil personas en el barrio Haight-Hasbury de San Francisco, California, atraídas por el movimiento que se llegó a conocer como hipismo, de hippie, vocablo derivado de hipster, término inicialmente aplicado a los aficionados al jazz y que luego se asoció al estereotipo de los beatniks.  Dentro de ese verano también ocurrió el Monterey Pop Festival, en donde se dieron cita grandes exponentes de la música juvenil de ese entonces, encontrándose entre otros, The mamas and the papas, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Jefferson Airplane, The Birds, Erick Burdon and the Animals, Simon and Garfunkel, y The who.  Al final del concierto, Scott McKenzie se presentó con San Francisco y en unión con The Papas and the Mamas, ejecutaron el cierre final con Dancing in the streets.

A partir de esos eventos, el movimiento hippie fue esparciéndose, no sólo en los Estados Unidos, sino que alrededor del mundo.  Las características básicas de este movimiento eran, en primer lugar, el antibelicismo, nacido del rechazo de la nueva generación a participar en la guerra de Vietnam, la cual consideraban sin sentido.   En segundo lugar se enrolaron en la llamada revolución sexual, propugnando el amor libre. De lo anterior nació la divisa hippie: “Haz el amor, no la guerra”. Otro aspecto relevante en este movimiento fue el uso extendido de las drogas de ese tiempo, principalmente marihuana y LSD (ácido lisérgico), con el fin de alcanzar estados alterados de la conciencia, en lo que llamaron la psicodelia, es decir, delirio del alma.  Se manifestaron también en contra del consumismo que había alcanzado los niveles más insospechados desde la época de la posguerra, asimismo, propugnaban una conciencia ecológica de respeto hacia la naturaleza y la vida sencilla en comunidades.  De esta manera, la indumentaria cambio radicalmente y se inclinó hacia las vestimentas simples, rústicas y que demostraran rebeldía, blue jeans, cotonas tipo hindú y demás accesorios estrafalarios.  El cabello comenzó a usarse al más largo posible, los hombres se dejaron bigote y barbas de considerable extensión y quienes podían, adoptaron el afro look.

Y como bien decía Federico, lo que hace el mono hace el mico, en Nicaragua de pronto empezó a esparcirse ciertas tendencias similares al hipismo.  De la noche a la mañana nos volvimos hippies balurdes.   Podría decirse que uno de los ambientes en donde empezó a cobrar fuerza este “movimiento” fue la facultad de arquitectura de la UNAN, debido a que la mayoría de sus estudiantes no trabajaban, por lo que tenían más libertad en cuanto a su indumentaria, además de que sus profesores eran muy liberales y afectos a seguir la moda internacional y todas sus demás manifestaciones.  No podía decirse lo mismo de la facultad de economía, pues ahí la mayoría de los estudiantes trabajaba en instituciones bancarias, oficinas de gobierno o empresas de la iniciativa privada, además que los profesores eran funcionarios de estas instituciones, de tal manera que la camisa manga larga y corbata predominaban en la facultad y el resto a pesar de no portar dicha formalidad, se acomodaban a un vestir un tanto conservador.

En Managua, principalmente, todavía no se había afianzado la moda de la minifalda, que había lanzado al mundo Mary Quant desde Londres y en donde las damitas más atrevidas tomaban como pasarela la Avenida Roosevelt y se les miraba mostrar sus encantos especialmente por las calurosas tardes.  No obstante, poco a poco fue introduciéndose una vestimenta más simple y sencilla, encontrando un eco singular la tradicional cotona de algodón de Masaya. Las minifaldas se cambiaron por faldas largas y con motivos étnicos.  El blue jean volvió por sus fueros y los caites salieron del closet para convertirse en vestimenta estándar.  Asimismo, se empezaron a usar camisetas, inicialmente blancas a las cuales se les amarraba con hules billeteros y se sumergían en colorantes Putnam (los del caballito) las cuales al soltarle los hules, quedaban con unos motivos sicodélicos.  Todo esto era acompañado por una inmensa cantidad de accesorios, que en una gran proporción eran fabricados de cuero, antes de que John Lennon se manifestara en contra del sacrificio de animales para este fin.  Muchos viajaron hasta Jinotepe al famoso El Taller de Tom Báez, que ofrecía todos estos productos de cuero.  En un inicio de manera tímida pero encarrerados como el gato luego, todos los jóvenes se dejaron crecer el pelo y quienes podían cultivaron sus barbas.   Quienes eran murrucos se dejaron el afro look y quienes no pudieron por medios naturales, se hicieron el “permanente” con el recordado Toni.

La música vino a ponerle soundtrack a la aventura hippie local, al cobrar éxito todos los temas que en Estados Unidos iban siendo adoptadas por el hipismo.   Clásicos ejemplos fueron Cream, con Sunshine of your love, Tomy James and the Shondels con Mony, Mony y Crimsom and Clover, Hey Jude de The Beatles, Aquarius/Let the sunshine de The 5th dimensión, todos los temas de Credence Clearwater Revival, la colección de The doors, A wither shade of pale de Procol Harum, Green Tambourine de The lemon pipers, Easy to be hard de Three dogs night.  Eran de especial predilección aquellas canciones que tuvieran un toque hindú, con sitar y demás.  Como un coadyuvante extra, el incienso vino a marcar el aroma de la época, junto con el pachuli y el perfume de sándalo.

En 1968, cuando la fiebre del hipismo estaba en lo fino, abrió sus puertas en Managua, en el sector occidental, la emblemática discoteca “La Tortuga Morada”, en donde la juventud vanguardista de Managua se volcó enteramente, volviéndolo el sitio de reunión más visitado de la capital y en donde se hizo famoso el grupo Los Rockets, al lanzar el álbum Los Rockets en la Tortuga Morada, que se convirtió en un éxito indiscutible. Mucho se ha escrito sobre La Tortuga Morada, sin embargo, lo que es necesario resaltar es el falso mito de que ahí se promovía el consumo de drogas, lo cual según Roberto Rapaccioli, uno de los propietarios, era completamente falso, ya que la idea era hacer un negocio rentable a través de la venta de licor, situación que estaba reñida con el consumo de drogas, pues quien llegaba motorolo no consumía alcohol.

No obstante, el consumo de las drogas de moda, la marihuana y el LSD, se disparó vertiginosamente, pues la juventud encontró un refugio para canalizar su rebeldía y curiosidad.  En términos generales, los efectos de la marihuana sobre los jóvenes de esa época fue mucho menos nocivo que el LSD.  El  ácido lisérgico era cosa seria, inicialmente fabricada por los laboratorios Sandoz como un coadyuvante en los tratamientos psiquiátricos, al comprobarse sus efectos nocivos en su uso no oficial, fue proscrito.  Era tan peligroso el uso del LSD, que era recomendado consumirlo con un piloto al lado, oficio que consistía en “dirigir” al consumidor en su “viaje” con el objeto de que no se “perdiera”, así como prestarle asistencia en caso de algún “accidente”.  En Managua es muy recordado un gringo que se conocía simplemente como “El Piloto”, que coincidentemente había sido piloto de la USAF y que acompañó en muchos viajes a destacados miembros de la juventud capitalina.  No obstante, fueron muchos casos de muchachos que se quedaron “arriba” forever por el abuso o mal uso de esta droga.

Se puso entonces de moda hablar con un tonito de “quemón” que consistía en demostrar los efectos del THC en un total relajamiento, provocando una pronunciación más alargada y pausada, tal como el saludo estándar: ¿Qué passssoooooó loquiiitooooo? Tono que adoptó la mayoría de la juventud, con THC o sin ella.  Por otro lado se trató de instaurar un argot propio que no era otra cosa que una mezcla entre el melespín y el escaliche.  Las risitas intermitentes eran opcionales.

En cuanto a la actitud antibelicista de los hippies, pues en realidad en Nicaragua no se había dado ningún movimiento bélico en los últimos años, salvo tal vez los casos de la vacilada de Mokorón o de la invasión de Olama y los Mollejones, la toma de Diriamba o últimamente los brotes de guerrillas en las montañas del norte.  De esta forma, aparte de los noticieros de la UFA o de alguna película, no se conocían los horrores de la guerra de Vietnam, así pues, la paz significaba solamente, el que no se metieran con uno. Sin embargo, casi todos adoptaron el símbolo de la paz, la antigua V de la victoria de Churchill, que enarbolada con los dedos índice y corazón era el saludo por excelencia en aquellos tiempos. Peace and love.

Respecto al amor libre, a pesar de que era una puerta abierta a las hormonas que en todos los tiempos han hecho presa a la pubertad, en Nicaragua, la facilidad para una apertura de esa naturaleza estaba limitada, en primer lugar, por las todavía vigentes normas victorianas de la sociedad nicaragüense y a pesar de la rebeldía y osadía que pudieran actuar en la juventud, los grandes infiernos de los pequeños pueblos eran un elemento que restringía la facilidad de esa práctica, pues a pesar de que los reductos destinados a dicho fin, supuestamente estaban en áreas discretas, siempre sobraba algún transeúnte que detectaba la presencia de tal o cual joven donde Chepito u otro local similar.  Lo cierto es que los embarazos no deseados en esa época se incrementaron considerablemente.

1969 fue un año que marcó un hito dentro de este seudo movimiento local.  A nivel nacional la inauguración del Recinto Universitario Rubén Darío, en Jocote Dulce, al sur de la capital, vino a congregar en un solo sitio a toda la juventud que anteriormente atendía en forma dispersa a las diversas facultades y escuelas de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. El hecho anterior permitió una mayor interacción entre los jóvenes y aquella disgregación por disciplina se fue atenuando hasta conformar un solo conglomerado que seguía de manera más fluida el sentimiento de la época.  Así  fue que de las pachangas y bacanales se pasó a los happenings, en su mayoría organizados por los de arquitectura.  En el nivel internacional, el Festival de Woodstock, vino a darle un tremendo impulso al hipismo, resaltando una figura que vendría a clavarse de manera certera en el corazón de los nicaragüenses: Santana Band, en especial por el hecho de que el percusionista del grupo: Chepito Areas, era paisano, procedente de León.

En el período 1970-1972 la tendencia se mantuvo, arraigándose en la juventud ese espíritu hippie, acompañado como fondo musical la trayectoria de Santana Band, así como grupos del orden de Shocking Blue, War, Credence Clearwater Revival, Chicago, así como los últimos estertores de The Beatles.

El terremoto de diciembre de 1972, dio paso a la improvisación y  de esta manera el look hippie se mantuvo todavía un rato más.  Barrabás se encargó de ponerle música de fondo a este período.  Por otra parte,  las instituciones y organismos liberalizaron la indumentaria de sus trabajadores, así que por un rato, las camisas formales manga larga, las corbatas o los  trajes sastre de las damas, quedaron fuera de los guardarropas.  No obstante, a nivel internacional, la industria de la confección se rebeló ante el espíritu de la indumentaria hippie y echaron a andar una contraofensiva a fin de cambiar los cánones del vestir.  Con la predominancia de las fibras sintéticas, la formalidad regresó poco a poco, valiéndose la industria de la confección de las revistas de la época y del cine para introducir las nuevas tendencias.  Se mantuvieron por un rato los pantalones acampanados y ciertos rastros de la sicodelia en los diseños, sin embargo, tan solo como un puente hacia una etiqueta menos liberal en el vestir.

Al reubicarse y estabilizarse la mayoría de la instituciones capitalinas en sus nuevas sedes, aquella permisividad en el vestir que manejaron después del terremoto, volvió a sus cauces de formalidad, proscribiéndose la indumentaria casual, regresando muchas de ellas a las camisas manga larga y corbata y trajes sastres en las damas.  El pelo largo también se excluyó y muchos tuvieron, a regañadientes, que someterse a las infames tijeras.

Quien en realidad vino a darle el tiro de gracia al hipismo fue la película Saturday Night Fever, en donde la figura central interpretada por John Travolta y sus trajes enterraron el hippie look.  Algunos exponentes del movimiento criollo se rehusaron a abandonarlo y se mantuvieron por mucho tiempo aquellas manifestaciones, cada vez más arcaicas.  El consumo de drogas, siempre se mantuvo vigente, sin embargo, se dio paso a la introducción de nuevas sustancias.

Cuarenta y cinco años después, el hipismo es tan solo un recuerdo en la memoria de muchos.  Algunos recordarán vívidamente esta época, otros tratarán de meterla en el baúl del olvido, lo cierto es que ahora con lo del Facebook, de repente algún amigo de aventuras, saca de un polvoriento álbum una fotografía, la escanea y la sube a su muro y ahí se miran, llenos de juventud, con melena y tremendas barbas ellos y con sus maxifaldas y enormes collares ellas, algunos con la mirada perdida, otros simplemente haciendo con sus dedos el símbolo de Peace and Love y al ver esas fotos, a más de alguno se le escapará: ¿Qué passssoooooo loquitooooooo? Jijijijiji.

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