Archivo mensual: julio 2014

Chayul, chayula

Chayul.  Imagen tomada de Internet

 

A mediados del siglo XX circulaba en Nicaragua un cuento que se refería a un finquero, que agobiado por una plaga de chayules, insectos de la familia de los Chironomidae, ofreció una recompensa monetaria por cada chayul que le llevaran.  En consideración al costo de la vida en aquel entonces, la recompensa sería de medio centavo por cada insecto.  Al momento en que llegaron los campesinos con sus canastos de chayules, el finquero con una lupa en la mano comenzó a contar: chayul, chayula, chayula, chayula, chayula, chayul, chayula, aclarando que él había ofrecido la recompensa por cada chayul, es decir, insecto macho.  Al final, los chayules resultaban ser un diez por ciento, si acaso, del total de insectos presentados.  El cuento se narraba de manera jocosa, refiriéndose al ingenio de aquel finquero para embaucar a los campesinos, aunque algunos conocedores de la época afirmaban que eso había sucedido en la realidad y que el finquero era de Rivas, es más, algunos decían conocer el nombre del citado sujeto.

Hace algunos días recordé aquel famoso cuento, a propósito de la graciosa intervención de la Policía Nacional en el caso de los femicidios, cuyas estadísticas para el presente año de la noche a la mañana se redujeron a la mitad, gracias al criterio en la clasificación de este delito, al estilo del finquero de Rivas, al considerarse como condición para esta clasificación, la existencia de una relación sentimental entre la víctima y el victimario.  Esta posición de la Policía Nacional no hubiese generado tanta polémica entre la población, si este organismo hubiese mantenido el profesionalismo y seriedad que un día ostentó y no la imagen un tanto quemada por algunos desaciertos como el caso de los “mataperros” o peor aún, la transformación de cocaína en talco, que dejó al milagro de la conversión del agua en vino en un nivel de principiante.

El caso se ha calentado más por la opinión de ciertos jurisconsultos, émulos de Chiovenda o Carnelutti, que han dado un tremendo espaldarazo a la Policía Nacional, confirmado el criterio de chayul, chayula.

Es obvio que la ley 779, Ley Integral contra la violencia hacia las mujeres, necesita revisarse a fondo, pues tiene muchos vacíos, producto de la forma en que se hacen las leyes en este país.  Es lastimoso que los Padres de la Patria, ganando lo que ganan y siendo ese su único oficio, emitan leyes que dejan mucho que desear.  Una ley revisada debe reflejar de manera diáfana todos los conceptos involucrados, en especial el de femicidio, contemplando todas las variantes que pueden ocurrir.

No obstante, esto es la punta del iceberg, pues después de emitida la citada ley, no sólo se ha disparado la violencia contra las mujeres, así como el número de femicidios, sino que se está observando un fenómeno por demás extraño y es que los victimarios no le temen al peso de la ley, sino que después de cometido el asesinato, con la misma sangre fría, se quitan la vida, al estilo aquella canción ranchera del Preso número nueve: no me arrepiento, ni me da miedo la eternidad… y si vuelve a nacer, yo la vuelvo a matar.  Estas actitudes que se están repitiendo en los últimos meses, son en extremo preocupantes y motivan a pensar en que además de una ley bien diseñada, hacen falta otro tipo de intervenciones de parte del Estado para revertir esa situación.  Indudablemente la educación es un elemento primordial para frenar esta ola de violencia, aunque sus frutos se vean en el mediano plazo, sin embargo, no hacer nada es la peor alternativa.  Es necesario tomar acciones contundentes a fin de erradicar el machismo que es el elemento fundamental en la violencia contra la mujer.  Esto implica desterrar del inconsciente colectivo ciertas actitudes que todavía se siguen cultivando, tanto a nivel familiar como escolar.  En todo este esfuerzo, todos los estamentos de la sociedad deben de contribuir a crear una cultura de igualdad, incluyendo a las religiones que tradicionalmente han mantenido una actitud por demás machista.  No basta denunciar la violencia, sino que hay que contribuir de manera significativa a desterrarla.

Así pues, adoptar la política del chayul, chayula no resuelve en nada el problema, el maquillar las cifras derivadas de la violencia hacia las mujeres equivale a photoshopear una radiografía para que no aparezca un tumor.  Las instituciones del Estado tienen la obligación ineludible de mantener una extrema seriedad y rigor a la hora de enfrentar este tipo de problemas y si bien es cierto, en aquella época del siglo XX, los campesinos eran fácilmente engañados por un finquero vivillo, en los tiempos actuales, a pesar de que hay muchos ciudadanos que se hacen los tontos, por convenir así a sus intereses, el resto de la población ya no se deja dar atol con el dedo.

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