Cuando me di cuenta que el gran cantautor brasileño Roberto Carlos recién había iniciado una gira para celebrar sus cincuenta años de carrera artística, lo primero que hice fue empezar a sumar y restar pues a vuelo de pájaro no me cuadraba la cifra. Cincuenta años se dice fácil pero es toda una vida. Para llegar a esa cifra era necesario que el cantante hubiera iniciado su carrera en 1960. No era nada imposible, pues el brasileño nació en abril de 1941, así que tiene la respetable edad de 69 años, lo que pasa es que en aquella época creíamos que todos los ídolos eran de nuestra edad y por otra parte, hay que considerar que muchos artistas llegaron a nuestros oídos después de varios años de haber comenzado su carrera en sus respectivos países. De hecho Roberto Carlos tiene mucho más tiempo de dedicarse a la música, sin embargo, como cantautor cumplió los cincuenta años.
La primera vez que escuché a Roberto Carlos fue en el cover de un clásico norteamericano de John Laudermilk, Road Hug y que en su versión en portugués salió bajo el nombre de O calhambeque y que para nosotros fue Mi cacharrito. Eran las vacaciones del cuarto año de secundaria a finales de 1965, así que ingresamos a nuestro último año con los ínclitos hijos de La Salle tarareando la pegajosa canción del brasileño.
Luego, ya en la universidad, con el alma y el corazón a tambor batiente Roberto Carlos y su música pusieron un marco musical a esa inolvidable época, cuando todavía teníamos a la vieja Managua viviendo sus últimos años, con aquellos interminables paseos por la Roosevelt, llena de luces y muchachas contoneándose, mientras escuchábamos La novia de un amigo mío, Yo te daría el cielo, Estoy apasionado por usted, Olvídalo, Como es grande mi amor por ti, Por eso corro, Amada Amante.
Luego admiramos el triunfo del brasileño en San Remo con Canción para ti, así como sus posteriores éxitos, en especial El gato en la oscuridad que también causó sensación en ese festival italiano y que en innumerables ocasiones los Ortega cantamos a coro en nuestra casa del Callejón de Alí Babá.
Mucho se criticaba a Roberto Carlos, especialmente en su país, pues lo tachaban de simplista, de cantar música comercial, apartándolo por ese motivo de los grandes ídolos brasileños como Baden Powell, Vinicio de Moraes y demás. Sin embargo, la sencillez de sus canciones nos llenaba la vida, deleitándonos con aquellas interpretaciones que siempre tenían un arreglo especial para el intermedio, en donde el solo de un instrumento el imprimía un sello original a la canción.
Luego, cuando a partir de 1973 el destino nos impuso nuevas rutinas en nuestra cotidianidad, Roberto Carlos continuó con sus canciones acompañándonos en nuestra nueva vida, en especial con Detalles, La distancia, Qué será de ti, Usted ya me olvidó, Yo te recuerdo, entre otras.
Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los temas del brasileño llegaban a calar profundamente en nuestros sentimientos, en 1978 compuso un tema que nos apartó un tanto del romance característico de su música y nos hizo reflexionar profundamente. Es un tema que dedicó a su madre, con el título de Lady Laura y que constituye el mejor homenaje que el cantautor podría haberle dedicado a la autora de sus días. En esa canción Roberto Carlos resalta lo que a veces en la soledad de nuestras noches llegamos a sentir y que muchas veces no nos atrevemos a expresar. Es ese sentimiento de indefensión en el cual nos sentimos tantas veces, a pesar de que en el día podemos proclamarnos reyes del mundo y hacemos creer que podemos luchar contra todo lo que se nos presente, pues de nuestra serenidad y de lo que se adivine en nuestra mirada depende la tranquilidad de nuestra familia, conscientes tal vez que en cualquier momento podríamos caer en picada hacia el suelo y lo único que nos hace mantenernos es pensar que ese maravilloso ser que se llama madre, nos puede volver a abrazar, a contar un cuento y hacernos dormir tranquilamente, a darnos esa tregua momentánea que necesitamos para levantarnos de nuevo y seguir luchando.
Lady Laura
Erasmo Carlos/Roberto Carlos
Tengo a veces deseos de ser
nuevamente un chiquillo
y en la hora que estoy afligido
volverte a oír
De pedir que me abraces y lleves
de vuelta a casa
que me cuentes un cuento bonito
y me hagas dormir
Muchas veces quisiera oírte
hablando sonriendo:
“Aprovecha tu tiempo,
tú eres aún un chiquillo”
A pesar la distancia y el tiempo
no puedo olvidar
tantas cosas que a veces de ti
necesito escuchar
Lady Laura, abrázame fuerte
Lady Laura, y cuéntame un cuento
Lady Laura, un beso otra vez
Lady Laura
Tantas veces me siento perdido
durante la noche
con problemas y angustias
que son de la gente mayor
Con la mano apretando
mi hombro seguro dirías:
“Ya verás que mañana las cosas
te salen mejor”
Cuando era un niño
y podia llorar en tus brazos
y oir tanta cosa bonita
en mi aflicción
En momentos alegres
sentado a tu lado reía
y en mis horas difíciles
dabas tu corazón
Lady Laura, abrázame fuerte
Lady Laura,, y cuéntame un cuento
Lady Laura, y hazme dormir
Lady Laura
Lady Laura, abrázame fuerte
Lady Laura llévame a casa
Lady Laura, y cuéntame un cuento
Lady Laura
Tengo a veces deseos de ser
nuevamente un chiquillo
el pequeño que tú todavía
aún crees tener
Cuando a veces te abrazo y te beso
en silencio entendido
tú me dices aquello
que yo necesito saber
Lady Laura, abrázame fuerte
Lady Laura, y cuéntame un cuento
Lady Laura, un beso otra vez
Lady Laura
Este pasado fin de semana, falleció a la edad de 96 años, Laura Moreira Braga, la madre de Roberto Carlos, mientras este se encontraba de gira en Nueva York, misma que fue suspendida pues el cantante regresó a su país natal para asistir al sepelio, en donde interpretó con todo sentimiento Lady Laura.
Es posible que de vez en cuando, aquellos éxitos de siempre de Roberto Carlos vengan a buscarnos una vez más, a traernos un trozo del pasado efímero, a conducir nuestra memoria hacia rostros que se perdieron en el tiempo, sin embargo, siempre estará un tema del brasileño que nosotros iremos a buscar, en esas noches de insomnio, cuando la desesperanza amenaza por campear en nuestro ánimo y lo único que deseamos es regresar a nuestra niñez, al beso, al cuento, al abrazo fuerte del maravilloso ser, que esté donde esté, siempre nos dedicará un momento para decirnos en silencio entendido, aquello que necesitamos saber.