A mediados de los años noventa, conforme se acercaba el siglo XXI, se fueron diseñando bosquejos de lo que sería el hombre del nuevo milenio. Con una visión más espiritual que otra cosa, se hablaba de un individuo tolerante, comprometido con el medio ambiente, la paz, la democracia, la solidaridad, la compasión y demás virtudes que la civilización debía haber forjado en el ser humano durante toda su existencia en este planeta. Por otra parte, otros sectores, con una mayor dosis de frivolidad y sin obviar los atributos antes expuestos, propugnaban por un individuo más comprometido con su apariencia, haciendo aflorar un poco el lado femenino que se encuentra un tanto cuanto oculto en los hombres y que de esta manera mostrara un gusto refinado por el vestuario, por el cuidado de su cuerpo y en general por actividades que antes estaban reservadas al género femenino.
Estos nuevos cánones para el hombre moderno fueron impulsados principalmente desde dos vertientes. En primer lugar por parte de la gran industria del vestuario, de los cosméticos y productos de belleza quienes sentían que el mercado correspondiente al sector femenino estaba llegando a límites muy competitivos y por lo tanto la promoción de la demanda de parte del sector masculino hacia la extravagancia y la exquisitez, antes reservadas solo para las mujeres, podía ser factible, con lo que los ingresos globales provenientes de este mercado podían llegar a duplicarse. En segundo lugar, por la comunidad gay muy presente en el mundo mediático, especialmente en lo relativo a la moda, que sentía que un hombre con estas características, siendo heterosexual en su mayoría, constituiría un puente hacia un entorno más tolerante y amigable en donde ellos pudieran desenvolverse en el nuevo siglo.
Así que en 1994, el escritor y periodista inglés Mark Simpson, acuño el término que vendría a describir a este nuevo hombre: “Metrosexual”, mismo que se deriva de “metrópolis” dado que se trata de un fenómeno netamente urbano y en especial de las grandes ciudades. El individuo en cuestión estaba ubicado entre los veinte y tantos y los cuarenta y tantos años, con ingresos muy por encima del promedio; sin importar su orientación sexual, aunque en una gran proporción heterosexuales. Lo más importante para este individuo es su imagen, para lo cual gasta una fortuna en gimnasios para mantenerse en forma, tratamientos y cosméticos para cuidar las diversas partes del cuerpo, vestuario y accesorios. Está debidamente informado sobre los últimos gritos de la moda internacional, se cultiva sobre las diversas manifestaciones culturales, es gourmet y domina a la perfección las artes culinarias, es un decorador de interiores innato, manejando incluso las técnicas del Feng Shui, es aficionado a la jardinería y conoce las diversas tendencias de la música moderna.
Coincide lo anterior, con una tendencia en las nuevas generaciones de mujeres de preferir hombres alejados de la imagen clásica del macho. De manera que para el metrosexual es muy fácil conquistar a este nuevo tipo de mujeres.
Muchos estudiosos del tema coinciden que el prototipo del metrosexual es el futbolista inglés David Beckham, quien se maneja con pasaporte de heterosexual, además casado y con cuatro hijos. Esta personalidad utiliza esmalte de uñas de color pastel, aretes con diamantes en las orejas y de vez en cuando utiliza los calzones de su esposa Victoria. Es admirado tanto por las féminas como por la comunidad gay y ha declarado que no le importa si sus admiradores son mujeres u hombres.
De la misma manera que los efectos de un tsunami ocurrido en nuestras antípodas provocan ciertas marejadas en nuestras costas, el concepto de metrosexual también se asoma en la ciudad de Managua, que para este caso pareciera estar a años luz de distancia de Nueva York, Londres o Paris. Por ese motivo, el concepto de metrosexual ha tenido que sufrir una platanización con el fin de adaptarse a las condiciones locales, de tal manera que aquellos que se sienten machos, pero no fanáticos, han hecho de tripas chorizo para lograr una copia un tanto surrealista de lo que esto significa.
Indudablemente el factor esencial en el desarrollo de un metrosexual local es el aspecto financiero, pues es muy difícil que estos tengan los ingresos que sus homólogos de otras metrópolis llegan a alcanzar. Es posible que uno de los metrosexuales de los de verdad, se gaste sin el menor rubor unos tres mil dólares mensuales en el cuidado de su persona. Hay que recordar que por estos lares, cerca del 80% de la población sobreviviría más de cuatro años con esa cantidad. Así pues el metrosexual criollo se encuentra con esa cruda realidad, como decía mi tía Leticia: ¿De dónde, papito?
Con relación al vestuario, la principal limitante la constituye la escasa, por no decir nula oferta de ropa de diseñadores de prestigio, pues no se encontrará en Almacenes Siman algún traje Armani, pantalones Ermenegildo Zegna o camisas Eton, debiéndose conformar el metrosexual criollo con parte de la colección de segundas de Tommy Hilfiger o Polo. En cuanto a calzado, tampoco podrá conseguirse un par de Berluti o Louis Vuitton, y tal vez sólo superen al Payless, los Florsheim de Eclipse. Tampoco encontrará ninguno de los accesorios que acostumbran los verdaderos exponentes de esta corriente quienes portan de la manera más natural un smart pone Tag Heuer LINK, de platino y cuero de cocodrilo, barajándose por estas latitudes un vulgar Blackberry o a lo sumo un Apple I Phone.
En cuanto al cuidado de la figura, ahí se observa un poco más de holgura para el aspirante local, pues existe una buena oferta de gimnasios al alcance de todos los bolsillos, además que puede correr en cualquier parque sin costo alguno y después de todo, mantener la percha en buenas condiciones.
Sobre los cosméticos y productos para embellecer, existe una escasa pero no despreciable oferta. Pueden encontrarse estilistas y coiffeurs de cierta categoría para el nivel local, que tal vez no oferten un lavado de cabello con shampoo Shiseido Men Adenogen, pero tal vez un Alberto VO5 disfrazado de Sebastian puede resolver. De la misma manera, puede encontrar toda clase de tratamientos para el cabello, incluyendo la Keratina, balurde tal vez, pero algo es algo. En lo relativo a tratamientos faciales para que los nuevos adonis tengan un cutis de porcelana, quizá no encuentren la línea de Aramis Lab Series for Men, pero podría conformarse con la nueva línea de Nivea Men con productos básicos para que los rostros luzcan tersos y suaves al tacto.
Un procedimiento estándar para los metrosexuales y que haciendo a un lado los métodos que podrían costar una fortuna, es la depilación y comprende desde las hirsutas manifestaciones del tórax, aquellas que hacían hombres de pelo en pecho, hasta las piernas, sin obviar las muy de moda intervención en las cejas, que permiten que estos individuos mejoren sustancialmente su lenguaje corporal, al permitirles un grácil levantamiento de las mismas. Es obvio que el bikini line podría provocar consecuencias dolorosísimas a quien la sueñe.
El teñido del cabello es una práctica muy utilizada entre los metrosexuales, David Beckham cambia constantemente de color, oscilando entre las más originales extravagancias. Localmente se encuentran salones de belleza que pueden realizar un trabajo decente al alcance de todos los bolsillos, trabajando incluso rayos y lucecitas. No hay que confundir estas manifestaciones con las prácticas tan comunes en nuestro país de parte de colegas de la tercera edad, que se resisten a lucir su cabellera original llena de canas y así vemos desde un alto prelado de la iglesia, hasta afamados cantautores, filósofos, políticos, escritores, comunicadores, que corren riesgos con sus respectivas carreras, pero nunca con su cabello.
En cuanto a la información para estar al tanto de las manifestaciones culturales a nivel mundial, con el internet, ya sea a nivel de hogar, ciber o wi-fi, puede navegarse en busca de tan preciado tesoro o bien conformarse con memorizar los suplementos culturales sabatinos de los diarios locales, además de la columna de Ampié sobre cine en Confidencial o la sección de buenos modales de Magazine.
Definitivamente Managua no es territorio propicio para el desarrollo de un gourmet, pues no podrá encontrarse por estas latitudes algún restaurante que ofrezca caviar beluga de Petrossian, pate fois gras, filete de carne de buey Kobe, o una taza de café Kopi Luwak, así que un aspirante tendría que conformarse con un sushi o un puyazo. En su casa podrá ensayar una receta de callos a la madrileña acompañados de un tiramisu.
Para estar al tanto de lo que ocurre en el mundo de la música, con tres horas diarias en Youtobe puede alcanzar cierto nivel y en el plano presencial, asistir a todos los eventos que promocionan los casinos, cervezas y empresas de telefonía celular.
No obstante, lo principal en estos iniciados es el desarrollo de la capacidad de dejar aflorar el lado femenino del interior. Lo importante en este sentido es saber definir claramente los límites, las fronteras, más allá de las cuales no debe de transitarse por ningún motivo, es decir buscar el balance exacto entre la proporción masculina y la femenina que debe ser mucho menor y lo mejor, no tener el temor de demostrarlo. Un metrosexual puede entusiasmarse por ver una película de Jennifer Aniston, pero no llegaría a llorar a moco tendido al final; puede tener predilección por las mascotas, pero no tener un par de gatos; podrá pedir en una fiesta una copa de vino blanco, pero no emborracharse con Medias de Seda.
Lo que en todo momento debe tener presente el metrosexual criollo es que nunca llegará a ser como David Beckham o Brad Pitt, ni siquiera como Roberto Palazuelos, pero como dicen que en la tierra de ciegos el tuerto es rey e indudablemente causará revuelo al contonearse por los corredores de Galerías Santo Domingo, en una tarde de shopping.