Archivo mensual: abril 2009

A San Marcos, patrono de amor

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Cada mes de abril, desde hace más de un siglo, San Marcos desciende, sino del cielo, de su nicho en la iglesia que lleva su nombre, en la ciudad que también lo lleva, en el departamento de Carazo, Nicaragua, para celebrar en grande su onomástico.  La verdadera historia de cómo llegó este santo al pueblecito enclavado en las estribaciones de las sierritas de Managua, nadie la sabe en realidad.  Algunos «historiadores» lo atribuyen al padre español de apellido Osorio, que llegó al pueblo en el año 1893 y que producto de la ingesta de una tamuga que le llevaron de Masatepe, tuvo la premonición de que iba a ocurrir un sismo de proporciones gigantescas, por lo cual se arrodilló en el lugar en donde ahora se encuentra la iglesia exclamando: ¡San Marcos, sálvanos! y en virtud de no haber ocurrido el terremoto, ni el cura perecido de una indigestión, el pueblo fue dedicado al evangelista.  Otros cronistas más serios, narran que mucho tiempo antes de la aventura del padre Osorio, unos lugareños araban la tierra y se encontraron una imagen que llevaron al cura del pueblo, supuestamente el padre Cayetano Campos y a pesar que la imagen correspondía a San Lucas, porque a sus pies yacía un buey, el cura se hizo ídem y declaró que era San Marcos.  De esta forma, la primera iglesia se construyó, dedicada a San Marcos, en el año 1886 por el padre Eduardo Urtecho, a quien los «historiadores» tratan de borrar del mapa, seguramente por sus deslices al estilo de Fernando Lugo.

La fiesta religiosa formal de San Marcos inicia el domingo previo al 24 de abril, cuando después de la misa de ocho de la mañana, se practica el rito de la bajada del santo, pues de manera solemne se baja a San Marcos de su nicho y después de una mini procesión alrededor de la iglesia, se deja junto al pilar a la derecha del altar mayor.

La fiesta oficial que por mucho tiempo fue patrocinada por la alcaldía del pueblo, iniciaba con la recepción de la «música» en donde las autoridades locales, personalidades y público en general se reunían en La Primavera, hacienda colindante con la estación del ferrocarril, en donde se encontraban con los «chicheros» de Masatepe, ahora elevados al rango de filarmónicos, quienes descendían del autobús después de la subida de Carlos Romero y entraban triunfalmente caminando al pueblo, interpretando alguna marcha y después de una nutrida descarga de pólvora se unían a la comitiva y se dirigían a la casa del mayordomo.

En las festividades de San Marcos, el mayordomo es la figura central.  Tradicionalmente, la mayordomía era un título al que se optaba con mucha antelación a la fiesta y un comité revisaba las solicitudes y en consideración a la trayectoria de los solicitantes, su imagen y liderazgo, se seleccionaba y nombraba de manera solemne.  El mayordomo recibía las ofrendas o «presentes» que los ciudadanos pudientes hacían al santo patrono, ya fuera por algún favor recibido, por tradición familiar o por simple orgullo y consistían desde una res, un cerdo, aves, alimentos en general y lo principal, el «guaro» que en un tiempo se manejaba por pipas.

El día 24, la víspera de la fiesta del santo, se realiza el famoso «tope» en donde el evangelista se reúne con la Virgen de Montserrat, patrona de La Concepción, San Sebastián, patrono de Diriamba y Santiago, patrono de Jinotepe.  Como dicen, ladies first, así que San Marcos se dirige a las pilas de Sapasmapa, lugar de añejos enfrentamientos con los habitantes de La Concepción en donde se «topa» con la Virgen de Montserrat, luego juntos se dirigen a El Guachipilín, en donde se realiza el «tope» con San Sebastián y luego los tres juntos van a encontrarse con Santiago en El Mojón.  Luego los cuatro se dirigen al pueblo en donde entran con pompa y circunstancia a la iglesia, que después de trescientos años, es la única del pueblo.

En el «tope» se estila que todos los asistentes bailan cuando los santos van en su procesión hasta la iglesia y es de rigor el acompañamiento de bailes folklóricos entre los que destaca el baile de La Vaca, una derivación del baile del Torovenado de Masaya que fue adaptado, producido y dirigido por una de las figuras legendarias de San Marcos:  Manuel «Mito» Escobar.  Este popular personaje, que sin ser folklorista, simplemente un enamorado de su pueblo y sus costumbres, allá por los años cincuenta armó una comparsa y sacó en plena procesión del «tope» la primera versión del baile de La Vaca.  El párroco, padre Marcial Baltodano al ver que iban hombres disfrazados de mujeres, fue al comando de la Guardia Nacional a ordenar que arrestaran a los «depravados».  Sin embargo, tiempo después, Mito le confió a mi abuelo que esa noche fue a la iglesia y pidió confesión al padre Baltodano, quien no sospechaba que Mito conocía todas sus andanzas y en la confesión le hizo saber con pelos y señales todos los movimientos clandestinos del cura.  A la mañana siguiente, previo a la procesión, el Padre Baltodano manifestó su confusión del día anterior y permitió el baile de La Vaca, que desde entonces es una tradición en el pueblo.

Durante las festividades todo el pueblo come y bebe en casa del Mayordomo.  Dependiendo de las ofrendas recibidas, se reparte un menú más o menos amplio, sin embargo, la comida típica de las fiestas de San Marcos es la «masa de cazuela» un guisado a base de masa de maíz y carne de res, sazonados con achiote, cebollas, tomates, yerbabuena, ajo, naranja agria y chiltoma.  La receta de este platillo se ha transmitido de generación en generación de tal manera que es muy difícil encontrar una «masa de cazuela» que le llegue en sabor a la de San Marcos, misma que se sirve con una ensalada «callejera» y guineo.  También se preparan deliciosos nacatamales, chicharrones, pollo en diversas formas, tallarines y de beber, además del guaro, se reparte chicha de maíz.

El día 25 que es la fiesta propiamente dicha, a las cinco de la mañana, los chicheros ejecutan una diana por las principales calles del pueblo, en la que participan todos los ciudadanos que están hábiles para hacerlo.  A las diez de la mañana, se oficia una misa solemne que se le denomina «función» y que le corresponde celebrar a la máxima autoridad eclesiástica del país, es decir el Arzobispo de Managua y en algún tiempo era la ocasión para realizar las confirmaciones de todo el año.  La misa muchas veces concelebrada dura cerca de dos horas y al final se entona el himno a San Marcos:  Gloria, gloria, al apóstol querido, a San Marcos Patrono de Amor, que protege a su pueblo escogido y a sus hijos los lleva al Señor…

Cerca del mediodía sale la procesión y era costumbre la detonación de una carga cerrada, bombas de regular intensidad, situadas a cierta distancia y que le daban unos dos o tres segundos entre detonación y que en tiempos de bonanza le daba dos vueltas al parque, es decir unos setecientos metros de extensión.  Luego van saliendo uno a uno los santos, la Virgen de Montserrat, San Sebastián y Santiago, para luego salir de manera triunfal San Marcos, con capas multicolores cubriéndolo y una innumerable cantidad de cintas de donde penden «milagros».   La procesión recorría las principales calles del pueblo, mientras los asistentes bailaban alrededor de los santos, otros de rodillas pagaban una promesa desplazándose hacia el Santo.   Hasta los años sesenta/setenta, cuando no había las famosas «hípicas» los sanmarqueños que tenían caballos acompañaban al «tope» y a la procesión montados en sus mejores equinos.

Las fiestas finalizaban con la octava, en donde se despedía a los distinguidos santos visitantes y se consumían los restos de la comilona y el guaro.

Tuve la suerte de vivir las fiestas de San Marcos cuando estaban en todo su esplendor, es más, estuve presente el año en que según muchos, se dio la mejor fiesta de todos los tiempos.  Fue en el año de 1976, y el mayordomo fue José de Jesús Reyes Somoza, conocido como «Chepe Chú» hijo de doña Amalia Somoza García, hermana de Anastasio Somoza García. «Chepe Chú» había sido mucho tiempo diplomático en Alemania y tenía mucho dinero y para ese año fue nombrado mayordomo de las fiestas y echó la casa por la ventana.  La noche del 24 de abril hubo una fiesta en el Town Club, amenizada nada menos que por Barrunto Persuasión, que al ser en su mayoría sanmarqueños, tocaron con el alma y después de finalizar el tiempo de su contrato, Chepe Chú los persuadió para que tocaran hasta el amanecer.  Salimos de la fiesta directo a la diana, en donde bailamos al son de los chicheros y levantamos al pueblo entero.

También conocí de cerca a Mito Escobar, pues había trabajado en un tiempo para mi abuelo y llegaba constantemente a su botica.  Mi abuelo siempre le ayudaba para el baile de la vaca y en una ocasión, tendría yo unos ocho años, Mito me regaló una máscara de calavera, parecida a la de la muerte quirina de su baile.  Cuando Mito hacía remembranzas de las fiestas de abril, siempre contaba jocosamente la ocasión en que se había ingerido tanto licor que no hubo quien llevara de regreso a San Sebastián a Diriamba, por lo que se les hizo fácil mandarlo manifestado por el ferrocarril, lo que provocó la ira de los diriambinos que se retiraron de las fiestas por varios años.  También se recordaba la ocasión en que le correspondió la mayordomía a doña María Caldera, maestra muy estricta que consideró que el guaro desvirtuaba el espíritu de la fiesta y no aceptó su distribución, brindando en su lugar café con leche, lo que ocasionó que muchos devotos casi murieran del síndrome de abstinencia.

Ahora las cosas han cambiado mucho, podría decirse que las fiestas de abril han perdido su encanto.  En parte porque el alma del pueblo que eran los sanmarqueños de corazón se han muerto o han emigrado.  Luego llegaron oleadas de inmigrantes para el terremoto de 72 o en los años ochenta que nunca llegaron a asimilar el espíritu de arraigo y pertenencia.

Dese hace algunos años la designación de un mayordomo ha sido un dolor de cabeza, pues la crisis ha ahuyentado la voluntad de comprometerse a repartir un capital en comida y bebida y las ofrendas no pasan de una que otra gallina.  Los únicos valientes han sido los «hermanos lejanos» como llaman en El Salvador a los paisanos que han emigrado a los Estados Unidos y que la nostalgia los ha motivado a establecer una peregrinación para las fiestas de abril.  Así fue que familias como los Martínez Alvarez y los Lacayo Morales salvaron las fiestas, a costa de un ojo de la cara, pues fueron por San Marcos y les salió la virgen.  Sin embargo, en otros años ha llegado marzo y no se ha ofrecido nadie como mayordomo, lo que ha obligado al pueblo entero, como Fuenteovejuna, a echarle la vaca entre todos para rescatar la fiesta.

En lo particular, siento que las fiestas de abril son otra cosa.  Las hípicas como elemento aislado de las fiestas, son como las caravanas del Moto Club en pueblo ajeno.  Uno de estos años, el «tope» tuvo invitados especiales y los cuatro santos salieron a recoger a cuanto patrono fueron encontrando en el camino a Masaya, un poco más y se van hasta Rivas a traer al Señor del Rescate.  Las pipas de guaro que se estacionaban en El Porvenir desaparecieron y en su lugar cada quien amarra su gallo. Ahora, a la salida de la procesión del 25 la carga cerrada ha sido sustituida por tres morterazos y Las Mañanitas, interpretadas por unos «mariachis» disfrazados de Tigres del Norte, tal vez para hacerle compañía al León de San Marcos.  Lo que no cambia y siempre emociona, es el himno a San Marcos, que entona el pueblo entero al unísono, que hace que los hermanos lejanos escondan sus lágrimas detrás de los visores de plasma de sus videocámaras High Defintion.

Aun así, creo que iré a la procesión de San Marcos, más que nada a colgarle una cinta, sin reproches de ninguna especie, simplemente por el hecho de que mi familia y mis amigos, sin importar la distancia, han estado cerca de mí cuando más lo he necesitado.

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La hoguera de las Vanidades

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Si se realizara una encuesta en donde se le preguntara a la población hispanoparlante ¿Cuál es el escritor más leído en español después de Miguel de Cervantes y Saavedra?  es muy posible que una gran mayoría conteste de manera incorrecta.  Muchos tal vez responderán que se trata del ganador del Premio Nobel, Gabriel García Márquez y otros con aires doctorales afirmarán que lo es tan sólo con la novela Cien años de soledad.  Otros por llevar la contraria afirmarían que es Mario Vargas Llosa.  Los mexicanos por su parte apostarán por Carlos Fuentes o por Octavio Paz, también ganador del Nobel, a excepción del ex presidente Fox que reafirmaría que es José Luis Borgues (sic).  Los guatemaltecos le irían a su Nobel, Miguel Angel Asuturias; los uruguayos a Mario Benedetti y los argentinos afirmarían que tanto Jorge Luis Borges (ahora sí) y Julio Cortázar son más leídos que Cervantes.  Los españoles declararían que se trata de don Miguel de Unamuno o de Camilo José Cela.

En Nicaragua es muy posible que sin chistar la mayoría conteste que se trata de Rubén Darío, aunque algunos después de rascarse la cabeza dirían que Sergio Ramírez y no faltaría algún disciplinado del Partido que exclamaría que se trata de Tomás Borge y algún disidente le llevará la contraria afirmando que es Ernesto Cardenal.

Tal vez una ínfima proporción contestará de manera correcta: Corín Tellado.  Pues aunque ni Ripley lo crea, la escritora española, cuyo nombre verdadero era Socorro Tellado López y quien falleciera esta madrugada en Gijón, España, días antes de cumplir 82 años, es la escritora más leída en español después de Miguel de Cervantes.  La escritora quien hace tan sólo un par de días finalizó su última novela, a lo largo de su extensa y prolífica carrera escribió más de 4,000 obras y vendió más de 420 millones de ejemplares.

Corín Tellado tenía tan sólo 19 años cuando la editorial Bruguera publicó su primera novela «Atrevida apuesta», después de lo cual esta editorial la incluyó en su nómina de escritores.  Las novelas de Corín tuvieron una gran aceptación en España y se vendían como pan caliente en kioscos y librerías.  Sin embargo, su «universalización» ocurrió cuando en 1951, la revista de origen cubano Vanidades le ofreció un contrato a Corín para escribir dos novelas cortas e inéditas cada mes, lo cual vino a aumentar vertiginosamente el tiraje de la revista hasta cuadruplicarse en un corto tiempo.

Muchos recordarán a la revista Vanidades allá por los años cincuenta, cuando competía con otra revista llamada La Familia, más dedicada a labores de bordados y esas cosas.  Ya para esa época era famosa la novela de Corín Tellado, que era calificada invariablemente por la revista como «inédita».   Debo confesar que a pesar que de vez en cuando hojeaba dicha revista, más que nada por seguirle los pasos a Romy Schneider, jamás leí la novela de Corín Tellado, pues dentro de las normas machistas de esa época era considerado una mariconez, además que nunca se compararían las aventuras narradas por Corín con las de Supermán, Tarzan o Red Ryder.

Para los años sesenta, Vanidades era bastante popular en Nicaragua y empezó a formar parte del repertorio de revistas que se encontraban en las salas de espera de médicos, dentistas, estilistas y demás, pues después de rotar por toda la familia podían entretener a pacientes y clientes aunque los números fueran de dos o tres años atrás.  Para esa época, Vanidades se había trasladado de Cuba a Miami y tenía una difusión mayor en Latinoamérica.  Las novelas de Corín Tellado eran lectura de rigor de las quinceañeras quienes soñaban con el «hombre ideal» descrito por la autora.

En los años setenta Vanidades se enfrentó a la competencia de la revista Cosmopolitan, por lo que debió reenfocar su diseño, aunque sin llegar a los atrevimientos de esta última, sin embargo, el estilo de la Tellado fue adaptándose al espíritu de liberación sexual de la época.

A pesar de su éxito en la revista Vanidades, Corín continuó trabajando para Bruguera y pronto la prensa española la catalogó dentro de una nueva categoría: la novela rosa y algunos llegaron a calificarla como el puente entre la novela rosa galante y la pornografía. La Editorial Bruguera lanzó en 1979 una colección de novelas eróticas de bolsillo llamada Especial Venus en la cual muchos títulos fueron escritos por Corín bajo el seudónimo de Ada Miller.

Corín Tellado recibió numerosos reconocimientos en vida, especialmente en su patria España, entre los cuales se destacan: La navaja artesana de parte de Taramundi, Hija predilecta de El Franco, su tierra natal, Medalla de oro y brillantes de parte de la Peña Asturiana de Vigo, Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo de parte del Rey de España, el Ayuntamiento de Gijón bautiza en su honor una calle de esa localidad, el Consejo de Gobierno del Principado de Asturias le concede la Medalla de Asturias en su categoría de plata, Premio El Comercio 2002 a la proyección de Asturias en el exterior, Asturiana del Siglo XX título promovido por el diario El Comercio, Galardón de Honor de Gijón Televisión 2001, Insignia de Oro y Brillantes de parte del Club de Empresarios Asturmanager, Hija Adoptiva de Gijón de parte del Ayuntamiento de esa ciudad.

La revista Vanidades que al final de cuentas fue engullida por el monstruo de Televisa, tendrá que enfrentar una crisis mundial sin Corín Tellado, sin embargo, las quinceañeras de ahora ya no buscan a su media naranja al gusto de las novelas de la Tellado, sino que van directamente al grano en Facebook.

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Ese vicio de bañarse a diario

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Una de las mayores impresiones que se llevó Fray Bernardino de Sahagún, el historiador del nuevo mundo, cuando entró en la gran Tenochtitlán, además de su grandeza y majestuosidad, fue su limpieza.  En la época en que los españoles llegaron a América, las principales ciudades de Europa no se caracterizaban por su limpieza y cuentan que el hedor que emanaba de ellas llegaba a ser insoportable, sin embargo, la capital de los aztecas parecía tener como lema la pulcritud.

Afortunadamente los nicaragüenses heredaron la higiene de sus antepasados indígenas y no la de sus conquistadores, pues a pesar de todos los defectos que el nica pueda tener, siempre se ha distinguido por su limpieza.  Podría decirse que la gran proporción de la población se baña a diario e incluso en el extranjero, en los climas más inclementes mantiene su afán por el aseo personal. Cuando alguien es renuente al baño se le mira de menos y se le califica como «compadre del agua».  En algunos países en donde el baño es un lujo, sienten recelo de los nicas, pues tienen la mala costumbre de querer bañarse a diario.

De esta manera el ajuar básico del nicaragüense contiene de rigor jabón y paste, este último es el fruto de una cucurbitácea llamada luffa fricatoria, que sirve para realizar una fricción a fondo sobre la piel que elimina la suciedad y puede tener una gruesa acción exfoliante.

El jabón a nivel comercial apareció en Inglaterra a finales del siglo XIX y en Nicaragua empezó a utilizarse de manera generalizada hasta ya muy entrado el siglo XX.  El jabón más antiguo que se utilizó fue el de manufactura artesanal y no contenía ningún perfume.  Este jabón se conocía como «jabón negro» o «jabón del pais», el cual a pesar de su característico olor a la grasa con que se fabricaba, para algunos era ideal para dejar el cuerpo limpio e incluso se le achacaban facultades curativas de algunas enfermedades de la piel. Ese jabón venía en una forma de huso y se conseguía en algunas pulperías y mercados.  También era muy común utilizar el jabón de lavar para bañarse, habiéndose destacado a inicios del siglo XX un jabón fabricado por emigrantes chinos llamado La Fama.

Para los años cincuenta, recuerdo que en la farmacia de mi abuelo la sección de cosméticos tenía ya cierta relevancia y se comercializaban jabones de tocador como se les empezó a llamar, aunque el vulgo los conocía como jabones de olor.  Entre las marcas más demandas estaban Palmolive, Rexona, Paramí, Camay y Reuters.  También se vendían jabones de lujo, utilizados más que nada para regalos como el jabón Heno de Pravia, el Maja, el Yardley y había unos jabones ingleses que llegaban en una cajita de tres y que en la tapa tenían una pintura de unos niños jugando con globos y aros, eran de los regalos más socorridos para las piñatas, pues la caja costaba apenas cinco córdobas, es decir un dólar.

También se vendía un jabón medicinal llamado Neko, que tenía un Ph neutro y no tenía ningún perfume, sin embargo, tampoco tenía el olor del «jabón negro» y era indicado para ciertas afecciones de la piel.

Un caso muy especial lo constituía el jabón Lifebuoy, o jabón Salvavidas como también se le conocía.  Este jabón había sido lanzado en Inglaterra por el pionero de los jabones comerciales, de apellido Lever y cuya empresa a la fecha sigue siendo una de las principales productoras de jabón del mundo.  Este jabón se vendía como bactericida y era ideal para deportistas o personas que por su actividad sudaban mucho.  Era de color rojo ladrillo, sus bordes eran cortados como semi hexágonos y tenía un olor penetrante que nos recordaba al olor de los perros cuando los desinfectaban y bañaban. Cuando empecé a practicar atletismo, mi tía Leticia que recién había cerrado su pulpería en el Oriental, me regaló una generosa dotación de jabón Lifebuoy, por lo que me vi obligado a usarlo en las duchas del Estadio y mantener todo el día aquel olor perruno.

El aroma más sabroso que mi memoria guarda de un jabón es el del Pears.    En los años sesenta, llegó a la botica de mi abuelo un fuerte pedido de este jabón, que era de manufactura inglesa.  Un barbero londinense de apellido Pears había descubierto un proceso mediante el cual el jabón obtenía una transparencia cristalina el cual empezó utilizándolo en su establecimiento y posteriormente lo comercializó.  En virtud de que los sanmarqueños tenían una elasticidad en su demanda por jabones muy rígida, el precio del jabón Pears, casi el doble del resto, no permitió que se vendiera en el pueblo, por lo que tuvimos que dedicarlo al consumo de la casa.  Este jabón, que muchos creían por su nombre que era fabricado con peras, pues desconocían el apellido del creador del mismo, tenía un aroma único y a pesar de que se gastaba fácilmente por su mínimo contenido de auténtico jabón, era toda una experiencia bañarse con él.

En la actualidad el mercado de jabones de tocador está dominado por tres compañías multinacionales: Colgate-Palmolive que distribuye las diferentes presentaciones de Palmolive, Unilever que es una empresa que resultó de la fusión de los famosos jaboneros Lever de Inglaterra con los productores holandeses de la margarina Unie y que mantiene las marcas Lux, Rexona y Dove, y Procter and Gamble que distribuye Camay y Zest.  Todas estas marcas tienen su línea regular y algunas exquisiteces que prometen rejuvenecer y dejar a las personas el cutis lozano y terso pero lo único que le deja liso es el bolsillo.  También se encuentran jabones nacionales a menor precio y que sin gastar fortunas en publicidad se mantienen en el mercado.

El jabón Lifebuoy no se mira regularmente en Nicaragua, aunque se registra que se sigue produciendo en la India, desde donde se exporta a muchos países, principalmente a España, en donde tiene, sorprendentemente, una enorme demanda.

Así que no importa cuál marca de jabón prefiera, si utiliza un paste o una esponja, lo importante es mantener viva esa buena costumbre del nica y burlando las negras intenciones de ENACAL, bañarse a diario.

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El mago de la melodía

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El sábado 28 de marzo pasado falleció Maurice Jarre a la edad de 84 años.  Para muchos nicaragüenses este nombre no les traerá nada a su memoria, sin embargo, algunos recordarán algunas de sus geniales composiciones.

A inicios de los años sesenta, mi padre nos trajo a Managua a ver la película Lawrence de Arabia.  Para la época en que estrenaron dicha película ya la misma había adquirido un gran renombre a nivel mundial, así que ante las expectativas creadas alrededor de esa cinta, mi padre consideró que valía la pena verla en una buena sala y no en el Teatro Julia de San Marcos, en donde las películas llegaban bastante deterioradas después de recorrer media Nicaragua.  Recuerdo que fue en pleno verano y estábamos esperanzados en que el moderno aire acondicionado de la sala aliviaría el bochorno, pues se trataba del Teatro Margot, «El de las grandes simpatías» como se autoproclamaba dicho cine, aunque nunca logré comprender qué tenían que ver las simpatías con el teatro o con las películas que proyectaba.  Nunca supimos si la administración del cine, en un afán de otorgarle más realismo a la cinta, bajó el sistema de aire acondicionado al mínimo o fue una falla técnica, el caso es que a medida que el film avanzaba y Thomas Edward Lawrence se adentraba en el desierto árabe, magnificado por la maravilla de la fotografía en Súper Panavisión 70, el calor se hacía cada vez más insoportable y la música de fondo era de un estilo que daba la sensación de que estábamos en pleno desierto.  Ese era Maurice Jarre, compositor de la banda sonora de la cinta y que le imprimió un realismo tal, que envolvía al espectador en el mismo ambiente en que se desarrollaba la historia.  Más que la dirección de la película, de la insuperable fotografía de Freddie Young o de la excelente actuación de Peter O´Toole, disfruté de la música de la película, así como de unas Coca Colas bien heladas que mi padre tuvo que ir comprar al bar del teatro para aguantar la función sin deshidratarnos.  Al terminar la película salimos a la calle en donde una leve brisa nos hizo sentir un gran alivio.  Sólo alcancé escuchar a mi padre murmurar: -Pinches simpatías.

Unos meses después, fuimos a ver la súper producción de Darryl F. Zanuk, basada en la obra de Cornelius Ryan: El día más largo del siglo, esta vez en el Teatro Julia, pues mi padre dijo -no vaya a ser que en el Margot pongan una ametralladora y nos toque un balazo.  Otra vez Jarré volvió a lucirse con el fondo musical y la epopeya de la invasión de Normandía, en donde participó una pléyade de artistas de «cameo», encontró una banda sonora marcial que mantenía a los sanmarqueños a un paso de entrar a pelear con los aliados.

Unos años más tarde, también en el Julia vimos Doctor Zhivago, película que cautivó a todo el público, algunos por la conmovedora historia de Boris Pasternak, otros por la actuación de Omar Shariff, otros por la aparición de Geraldine Chaplin y Julie Christie, otros por la excelente fotografía y otros por la banda sonora.  Esa vez Jarré combinó la banda sonora de tal manera que ubicaba al espectador entre el frío invernal de Rusia, la época de la revolución bolchevique y el romanticismo de la historia, llevándolo hasta su máxima emoción con el inolvidable Tema de Lara, que caló muy dentro de los corazones nicaragüenses, de tal forma que por mucho tiempo fue el tema central de fiestas, quince años, bautizos, bodas, promociones, cumpleaños y demás.

También recuerdo un par de años más tarde, también en el Julia tuve la oportunidad de ver ¿Arde París?, en donde Jarre, ayudado por una formidable fotografía en blanco y negro, nos situaba en el mismo centro de la capital francesa en el momento de su liberación y todavía recuerdo el rostro del General Dietrich von Choltitz, interpretado por Gert Foebre (Goldfinger) cuando desde Berlín le solicitaban telefónicamente la confirmación de que la ciudad luz había sido puesta en llamas.

Después nos acostumbramos a ese estilo tan particular de Jarre en todas las películas a las cuales le imprimió su sello en su banda sonora y que tuve la oportunidad de ver, como Barbarella la aventura futurista en donde Roger Vadim exhibió a su amante de turno Jane Fonda, el hombre de Kiev con la inigualable interpretación de Alan Bates, Topaz cinta de suspenso genialmente dirigida por Alfred Hitchcock, La hija de Ryan, Sol Rojo el western de Terence Young con Charles Bronson, Alain Delon, Ursula Andress y Toshiro Mifune, que miré en el Luciérnaga cuando lo modernizaron poco antes del terremoto de 72, El hombre que debía ser rey, basada en la obra de Rudyard Kipling con Sean Connery y Michael Caine, Firefox con Clint Eastwood, Pasaje a la India, multipremiada cinta en donde la banda sonora sutilmente evoca a Nino Rota, Enemigo mío gran film de ciencia ficción, Gaby una historia verdadera sobre la vida de Gaby Bremmer, Atracción Fatal cuando Glen Close todavía la hacía de femme fatale; Gorilas en la niebla con Sigourney Weaver, cuya historia verdadera la había leído en el National Geographic que recibía mi padre, La sociedad de los poetas muertos, la lacrimosa Ghost, la excelente partitura de la dramática cinta La escalera de Jacob, Fearless con Jeff Bridges y el drama romántico de Alfonso Arau, Paseo por las nubes.

Maurice Jarre compuso 150 bandas sonoras, de las cuales tres alcanzaron el premio Oscar de la Academia, Lawrence de Arabia en 1961, Dr. Zhivago en 1965 y Pasaje a la India en 1984, aunque fue nominado al Oscar un total de ocho veces y ganó otros premios como el Gramy, cuatro Globos de Oro y en febrero pasado recibió un Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín, que fue el primer galardón otorgado en la Berlinale a un compositor.  Jarre también compuso música para obras de teatro, música para ballet y música para programas y miniseries de televisión.

Maurice Jarre nació en Lyon, Francia en 1924 e inicialmente había comenzado la carrera de Ingeniería en la Sorbona de París, sin embargo, su pasión por la música lo obligó a dejar su carrera en contra de la voluntad de su padre e ingresó al Conservatorio Nacional de Música en donde se graduó como percusionista.  En 1952, en su natal Francia escribió su primer banda sonora, para el cortometraje Hotel des Invalides.  A inicios de la década de los sesenta escribió el fondo musical de la película Sundays and Cybele, por lo que fue nominado al premio Oscar.  Jarre entonces se trasladó a Estados Unidos y conoció al productor de cine Sam Spiegel quien lo invitó a que se hiciera cargo de la banda sonora de Lawrence de Arabia que marcó el inicio de una gran carrera en Hollywood.  Jarre se nacionalizó americano, aunque siempre mantuvo su espíritu francés.

Le sobreviven tres hijos, el más famoso de ellos el tecladista Jean Michel Jarre, considerado como el padre de la música electrónica.  El controversial Presidente de Francia, Nicolas Sarkozy manifestó al conocer la muerte del compositor: «Fue un gran compositor y produjo obras majestuosas y llenas de vida. Trabajando con algunos de los más grandes cineastas del mundo, Jarre demostró que la música puede ser tan importante como las imágenes para hacer una buena película».

La afamada cantante francesa Mireile Mathieu expresó:  «Nos abandonó un gran señor de la música y el cine, pero también un gran embajador de Francia.  Yo siempre canto Paris en colere tema de ¿Arde París? en mis conciertos. Es un auténtico himno a la libertad».

En estos días de abril, en que el calor se está ensañando sobre Managua, recuerdo, al caminar bajo el inclemente sol, la música de Jarre en Lawrence de Arabia y el verdor del paisaje de pronto pareciera volverse del gris del desierto.

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