No cabe duda que Rubén Darío fue un fenómeno trascendental que ha impactado a los nicaragüenses de manera insospechada. Al igual que un meteoro que choca contra la tierra y cuyos efectos van más allá de la huella que queda incrustada en la superficie del planeta, el padre del Modernismo y su obra siguen causando conmoción en la vida nacional. Para una gran mayoría ha sido el referente inalcanzable, provocando resignación en algunos y un vano optimismo en otros, en el sentido de que ese milagro podría volver a repetirse en algún conciudadano.
En general se observa un sentimiento de respeto hacia el gran vate, sacralizado a través de diversas manifestaciones y todo aquel que ha osado romper esa devoción ha sido acreedor de las más duras críticas y se ha convertido en candidato al olvido.
Manolo Cuadra escribió un poema a Don Rubén Darío que reza en una de sus estrofas:
“El mal que nos hiciste, ¡oh, maestro!
Porque en tus filosofías de culebra
guindadas de unas ramas nos dejaste tus mudas
que vistieron después los papanatas”.
No obstante, sería Gonzalo Rivas Novoa, conocido como Ge Erre Ene, quien bajó de su pedestal a Darío, llevándolo a la acera a través de las parodias que realizó de algunos de sus poemas. Rivas Novoa era un escritor, periodista, poeta, pero más que nada humorista, nacido en Chinandega en 1906, aunque algunos insisten, quién sabe con qué propósito, en que nació en Masaya. Era hermano del recordado periodista Gabriel “Gabry” Rivas Novoa, uno de los fundadores del diario La Prensa. La figura de Ge Erre Ene se ha difuminado hasta el punto que de su vida se guardan episodios que en la distancia parecen leyendas de la vieja Managua. Encontrar una versión impresa de alguna de sus obras es misión imposible, pues la única que ha sido reimpresa en varias ocasiones fue la de su libro “Morado”, que el autor calificó como poesía bufa y en donde aparecen las mejores parodias de los versos de Rubén, así como unas cuantas de otros autores. Tengo el privilegio de guardar un ejemplar de la última impresión realizada en 1996 que gentilmente me obsequiara mi hermano Ovidio y al cual acudo a leer cada vez que necesito reafirmar que la única forma de soportar esta vida es no tomándola en serio.
Tan solo en el prólogo de “Morado”, Ge Erre Ene marca su posición ante Darío:
“Pero- le respondo- quien hay que demarque/cual es la frontera de la devoción,/si Rubén Darío se exhibe en un parque/con cuatro mujeres y…en camisón?”
Lo genial de la pluma de don Gonzalo descansa en gran parte en su carácter, pues era una persona extremadamente sencilla y humilde, sin pretensiones de ninguna clase, que se mezclaba con el pueblo y llegó a compenetrarse en todos los vericuetos de la idiosincrasia tan especial del nicaragüense.
De esta forma, las parodias de los versos de Darío llegan a sorprender por transformar una inspiración de lo sublime a lo estrictamente callejero. Así encontramos que Lo fatal se convierte en El Caracol, “Dichoso el asno que es apenas comprensivo”, la archi declamada A Margarita Debayle pasa a ser Cupertina, “Era este un rey que tenía/por docenas las amantes/una hermosa pulpería/con una urna y dos estantes/una linda mandolina/un reló de hacer cu-cú/y una muchacha monina/tan malcriada Cupertina/tan malcriada como tú». Nunca imaginó don Rubén que aquel delicado Era un aire suave…, se convertiría en el flatulento Y fue un aire suave, “Y fue un aire suave de paisados giros…/todos se miraron con ciertos recelos/y tras las risitas y tras los suspiros/recayó la culpa sobre los chicuelos»; mientras que Sonatina se vuelve Suena y trina, “La Ciriaca está triste, qué tendrála Ciriaca?/hace días que sueña que le mueven la hamaca/que le sueltan la trenza, que la ahoga el calor”.
Ge Erre Ene transforma a Don Quijote de la Mancha en el popular personaje de la vieja Managua, Melisandro, con la parodia Letanías de Nuestro Señor Melisandro, “Rey de los incautos, señor de los tistes/que en un día de eclipse de luna naciste/y por eso tienes cara de ratón”. La cabeza del Rabí, se convirtió en El pescuezo del chofer, “Cuentos quiere niña fella?/conozco más de un millar/el cuento de un militar/de un redactor de La Estrella/de las ruinas de Pompeya/y un gringo conservador”. La popular Del Trópico, que tantas veces fue seleccionada en la escuela primaria para que un niño se luciera en la velada de fin de año, se encuentra en Morado bajo el título, Por la Vereda Tropical, prestado a su vez del músico mexicano, Gonzalo Curiel, “Que alegre viene doña Juanita/Que zandungueo tan requeté/Su perro ladra, su pito pita/y si se pone coloradita/es por aquello del “vous sabez”. Los aires marciales de La Marcha Triunfal dan paso a la apetitosa La Manya Rural, “Ya viene el banquete/ya viene el banquete, ya se oye sonar la comida/satúrase el aire de olor a filete/ya viene, Qué alegre, el momento de hacer por la vida”.
Merece una especial mención, la parodia que Ge Erre Ene realizó del extenso poema de Rubén, bajo el nombre de El Negro Ají, “Perdón, hermosa Crispina/nunca creí molestarte/y, a echar pulgas a otra parte./No vuelvo a venir aquí./Ya me voy a la cantina/más te dejo en la memoria/una espeluznante historia/la historia del negro Ají”.
En Morado también se encuentra el célebre poema de Juan de Dios Peza, Reír Llorando, que don Gonzalo cambió a Salir Perdiendo, “En este mundo ruin, según yo miro/hay que evitarse de meter la pata/porque si sabe usted capear un tiro/otros saben tirar por la culata”. Del colombiano José Asunción Silva tomó su Nocturno y lo hizo amanecer como Diurno, “Cierto día/cierto día en que sufriendo de dolores de catarro y calentura/cierto día/en que el miedo casi me hace llamar al señor Cura”. Ni siquiera José Zorrilla se escapó pues don Gonzalo seleccionó un trozo de Don Juan Tenorio, parodiándolo con el título de Fragmento, “No te lo digo al revés/niña de los lindos ojos:/Tú nunca has tenido piojos,/ni te han dolido los pies,/aquí me tienes tú, pues,/metido a compositor/que el del estanco no fía/y que, por eso alma mía/me estoy muriendo de amor.
El resto de la obra de Ge Erre Ene, se encuentra escondida en alguna hemeroteca, en donde se destacan los artículos en Los Lunes de La Nueva Prensa y La Semana Cómica. En muchos de sus artículos se empeñó don Gonzalo en criticar al régimen de Somoza García, lo cual le valió el exilio, encontrando la muerte en la Ciudad de México a finales de 1958, aunque algunos cronistas señalan que falleció en San Salvador.
Existe una anécdota de Ge Erre Ene, que muchos conocen aunque no saben que el protagonista fue el genial humorista. En un artículo muy bien logrado de Federico Michell Zavala, hace alusión a la mencionada anécdota que le fue confiada por don Octavio Caldera Noguera. Relata Michel Zavala que le contaba don Octavio que en cierta ocasión coincidieron en un bar de la vieja Managua, Anastasio Somoza García, acompañado por un grupo de adláteres, con don Gonzalo Rivas Novoa quien departía con algunos colegas, cuando en cierto momento se levantó el humorista y a todo pulmón gritó: “Serviles”, de repente en el bar ocurrió un silencio sepulcral y hasta Somoza se quedó a la expectativa. Los segundos transcurrieron como si fueran horas, cuando don Gonzalo ahora dirigiéndose a uno de los meseros le gritó: “Serviles a todos otro trago, que la próxima ronda la invito yo”.
Con el tiempo, la figura del excelso humorista poco a poco fue disipándose, hasta caer casi en el olvido. No obstante, un investigador de origen alemán, Günter Schmigalle se interesó en la obra de Gonzalo Rivas Novoa y en 1994 publicó «General Pancho Cabuya y otras aventuras centroamericanas», del humorista chinandegano, con una nota introductoria del investigador alemán y en 1998 publicó un libro llamado “Dichoso el Asno que es Apenas Comprensivo. Ge Erre Ene y sus parodias de Rubén Darío”.
En estos dorados tiempos, casi la totalidad de los bachilleres, apenas comprensivos, logran medio masticar uno que otro poema de Rubén Darío, obviamente sin comprender su significado y si les preguntan quién fue Ge Erre Ene, sin duda patinarán respecto al mundo de la informática. Lo que es cierto es que el final del prólogo de Morado sigue siendo de una pertinencia sorprendente:
“…es que de los puetas yo mismo me río/porque aquí Poeta, se escribe con “U”