Había leído la novela Arráncame la Vida de Angeles Mastreta a inicios de los años noventa, cuando todavía vivía en México, y la había disfrutado mucho. La impecable narrativa cargada de una notoria sencillez de Mastreta sobre una historia de amor y desamor en la época de la post revolución mexicana, girando alrededor de los excesos del poder y la corrupción me gustó tanto que la leí en un dos por tres. La reflexión obligada en aquel entonces era cuánto en realidad había cambiado México desde los años treinta y cuarenta, que es la época en que se desarrolla la novela.
Cuando hace unos días estrenaron la película realizada por Roberto Sneider sobre la novela de Mastreta y presentada con el mismo nombre, me obligué a verla. No entraré al delicado terreno de la crítica cinematográfica que no es mi campo, no vaya a ser que salte Ampié u otro de sus colegas, simplemente me limitaré a expresar que me gustó mucho. Creo, sin temor a equivocarme que ha sido una de las mejores producciones del nuevo cine mexicano, en donde el director logró un interesante balance entre todos los elementos que participan en la película.
Como siempre, en estos casos emerge el sabio adagio de que en gustos se rompen géneros y habrá algunos a quienes no les gustó la cinta, otros se mostrarán indiferentes, otros tal vez le reprocharán que no clasificara para un Oscar y demás. De la misma forma, cada quien expresará lo que más le gustó de la película; que si la bien lograda recreación del México de los treinta-cuarenta, que si la actuación de Giménez Cacho, que si la magistral fotografía de Javier Aguirresarobe, que si la escena del desnudo de Ana Claudia Talancón y hasta habrá quien prefiera la intervención de Eugenia León. A mí en particular lo que más me gustó de la película, aún bajo el riesgo de parecer ignorante o incluso cursi, fue la escena cuando Catalina Guzmán (Ana Claudia Talancón) se escapa con Andrés Ascencio (Daniel Giménez Cacho) para conocer el mar. La historia apenas empieza y Ana Claudia juega a ser la niña de su personaje, quien por su parte juega a ser mujer y como salida de una chistera entra la melodía de Palmera, de Agustín Lara, en la voz de Toña la Negra.
La versión de Palmera es exquisita. Existen varias interpretaciones de Toña la Negra de esta misma composición, incluso hay una en donde el «Flaco de Oro» introduce el tema con una alegoría sobre el mar y luego acompaña con su piano a la jarocha en su inigualable interpretación. Sin embargo, la versión introducida en la película es una exaltación del ritmo a través de percusiones que giran alrededor de un piano muy discreto, un tanto distante del estilo de la música de Lara, más bien acercándonos al inolvidable Juan García Esquivel cuando descubrió la magia del estéreo.
Creo que Palmera refleja de manera muy fiel el espíritu de la música de Agustín Lara, en donde a nivel de un poeta realiza una disección del cuerpo femenino para convertir cada parte en objeto de veneración. Sus únicas cuatro estrofas le dan un enorme peso a la expresión de Lara: Hay en tus ojos el verde esmeralda que brota del mar/y en tu boquita la sangre marchita que tiene el coral/ y en la cadencia de tu voz divina la rima de amor/y en tus ojeras se ven las palmeras borrachas de sol. Muchos consideran esta letra como sinónimo de la más grande cursilería, otros aunque tachan a Lara de cursi lo hacen como un cumplido, pues consideran que ningún otro compositor ha llegado a calar tanto en el sentimiento popular como Agustín Lara.
Está por demás decir que a Palmera le han sobrado intérpretes, desde Pedro Vargas hasta Plácido Domingo, sin embargo, muchos conocedores coinciden que la mejor ha sido la de Toña la Negra. Yo llegué a conocer bien esa canción gracias a doña Elida. En la primera mitad de la década de los sesenta, fuimos vecinos de doña Elida Rojas viuda de Jerez y sus hijos Enoc, Ena, Evenor, Ezequiel y Eduardo. Al morir su marido, ella se hizo cargo de su familia asumiendo el oficio del finado, llegando a ser la primera sastre, no costurera, del pueblo. Doña Elida tenía un carácter especial y acompañaba toda su jornada de trabajo, cantando desde su máquina de coser. Tenía una buena voz, era muy entonada y sabía un amplio repertorio de toda la música romántica de esa época. Entre sus canciones preferidas que se escuchaban desde su hogar era precisamente Palmera. Sus hijos heredaron la inclinación musical de su madre. Ezequiel tendrá mi edad y juntos pasábamos jugando a la guerra y a las espadas y en los descansos entre las interminables batallas, él se dedicaba a cantar rancheras, en particular La Malagueña.
Años más tarde, los hermanos Jerez formaron parte de los conjuntos musicales más famosos en esa época, en especial los recordados Panzer. De alguna forma, en el repertorio de ese conjunto fue apareciendo muchas de las canciones que entonaba doña Elida y entre ellas destacó la interpretación de Palmera, en una versión que en ciertos momentos parecían competir con Ray Conniff.
En fin, si quiere disfrutar un rato de una buena película vaya a ver Arráncame la Vida. Si es hombre gozará viendo a Ana Claudia Talancón reflejando en su angelical rostro la fuerza de su personaje o si es dama observando a Daniel Giménez Cacho, desbordando el carácter de macho mexicano, si es melómano se deleitará con una banda sonora de primera, si es cinéfilo le agradará la bien lograda dirección, una fotografía única y una ambientación bastante realista. Cualquiera que sea su motivación, póngale cuidado al momento en que Catalina y Andrés llegan a la playa y en medio de las olas aparece mágicamente Palmera.