El club de Tobi

 

Club de Tobi.  Imagen tomada de internet

Mi generación todavía tuvo la oportunidad de observar una marcada discriminación de género.  Tal vez no en toda su extensión, sin embargo, en nuestra niñez todavía se observaban muchos resabios de la dominación machista en la vida de los nicaragüenses.  Tal vez como niños mirábamos como algo natural aquella discriminación y no nos causaba escozor aquel letrero del Club de Tobi, compañero de aventuras de La pequeña Lulú, historieta de nuestra preferencia, que reafirmaba esta práctica:  No se admiten mujeres.

En Nicaragua las mujeres han sufrido discriminación por muchos años.  Fueron consideradas como ciudadanas por la Constitución Política hasta en 1950 y su derecho al voto fue aprobado apenas en 1957.  Anastasio Somoza García siempre se opuso al voto femenino, expresando un tanto en broma, un tanto en serio que ellas eran capaces de votar por el señor obispo, aunque su miedo era que fueran influenciadas por el clero para votar por sus adversarios conservadores.  No fue sino hasta en los años cuarenta, que las mujeres tuvieron acceso a la universidad, pues los únicos oficios que estaban reservados para las mujeres, fuera de los domésticos eran el magisterio, la enfermería o la confección.

Hasta en los eventos cotidianos, la exclusión era lo usual.  En ese entonces no podía concebirse un regalo para la reina del hogar, ya se tratara de cumpleaños, navidad o día de las madres que no fuese un utensilio que aumentara la eficiencia en el desempeño de sus labores domésticas.  Era mal visto que una mujer manejara un vehículo, fumara o se echara un rielazo al coleto.

Cuando en el Registro Civil, para agilizar los trámites, imprimieron formatos para llenar sólo los datos variables, se dejaba un espacio para el oficio del varón, pero para el caso de la mujer ya estaba impreso: oficios domésticos.  Algunos documentos legales llegaban al extremo de consignar como oficio de la mujer: labores propias de su sexo.  Por muchos años, en las notas periodísticas se les denominaba: el sexo débil.

La política había sido un campo vedado totalmente a las mujeres y a pesar de que había voces femeninas que se alzaban en contra de cualquier injusticia, era impensable que una mujer optara a una diputación o a un cargo directivo en la administración pública.  Fue hasta en 1957 que se incorporó al Congreso a la primera diputada, la Dra. Olga Núñez de Saballos, quien fue asignada  a la Comisión de Educación.   Esta profesional también fue la primera mujer que ocupó el cargo de Vice Ministro de Educación.

La iglesia no abonaba nada a favor de la inclusión de las mujeres en la vida nacional, pues reafirmaba el modelo de sumisión de la mujer ante el hombre y su limitación al papel reproductivo y de oficios domésticos.  Para ingresar a un templo, debían hacerlo con la cabeza tapada.  No se admitían niñas como monaguillos en los actos litúrgicos, sólo varones, mucho menos que se atrevieran a pensar que podían llegar al sacerdocio.   Además existían eventos que se apegaban al letrero de Tobi.  El día primero de enero, cuando todavía se celebraba en esa fecha la circuncisión del niño Jesús, como fiesta de guardar, había una procesión exclusivamente de varones, en donde con sus mejores galas los caballeros desfilaban acompañados de sus hijos varones que ya habían dado su primera comunión, es decir que ya tenían uso de razón.

A pesar de que en 1957 la Organización Internacional del Trabajo logró un acuerdo mediante el cual debía haber igualdad de remuneración entre la mano de obra masculina y la mano de obra femenina, así como en 1958 el acuerdo sobre la discriminación en materia de empleo y ocupación, en estos lares, ambas cosas quedaron por mucho tiempo a nivel de quimera.

La Guardia Nacional que hacía las veces de ejército y policía tenía sus puertas cerradas a la participación femenina, salvo tal vez la adscripción de las enfermeras del Hospital Militar.  La canción María de los guardias ilustra un poco el  significado femenino para aquel cuerpo castrense.

Las escuelas, principalmente las privadas, estaban segregadas pues era demasiado riesgo el mezclar varones y mujeres en un aula de clases.  Por otra parte, en muchos hogares se consideraba que el estudio no era útil para las mujeres que tendrían su puesto en el hogar.

En los deportes era igual, pues a excepción del basquetbol y el volibol, las damas no participaban en ningún otro deporte y en algunos de ellos ni siquiera podían asistir de espectadoras.

La década de los sesenta fue un parteaguas en la reivindicación de los derechos de las mujeres a nivel internacional, debido principalmente a la cantidad de movimientos sociales que ocurrieron,  así como la masificación de los medios de comunicación,  de tal forma que en el país, un tanto por un movimiento de inercia, poco a poco las mujeres se fueron incorporando a mayor número de actividades relevantes de la vida nacional.

La política permitió una mayor participación femenina y pudo observarse que el número de mujeres diputadas,  se elevó a seis,  así como ministras en ciertas carteras, básicamente educación y un mayor número de mujeres concejales.

En el aspecto de la religión, indudablemente el Concilio Vaticano II abrió una rendija en la puerta a las mujeres, en el sentido de que declaró su innata igualdad al hombre, sin embargo le reafirmó “la misión de guarda del hogar, el amor a las fuentes de la vida y el sentido de la cuna”, en vía de mientras, ya no necesitaban cubrirse la cabeza para entrar al templo y la fiesta de la circuncisión del niño Jesús fue borrada del mapa y sustituida por la de María madre de Dios, aunque la participación femenina en la procesión del primero de enero tomó un tiempo más.

En los años setenta se intensificaron los esfuerzos en la lucha para poner término a las diversas formas de discriminación contra las mujeres, bajo el liderazgo de la Organización de las Naciones Unidas, que para reforzar esta posición, declaró a 1975 como Año Internacional de la Mujer.  Recuerdo que en ese año, en todas las oficinas públicas era obligado encabezar todas las  comunicaciones oficiales con el “Año Internacional de la Mujer”.   Obviamente no fue una panacea para la  discriminación, sin embargo, poco a poco las mujeres iban ganando terreno en la reivindicación de sus derechos.

En esa década el número de diputadas aumentó a trece y siete suplentes y en 1974 Somoza Debayle nombró a la Prof. María Elena de Porras como la primera Ministra de Educación de Nicaragua.

En 1973 la iglesia católica emitió la instrucción Immensae Caritatis, en donde instituye a los laicos como Ministros Extraordinarios, principalmente como distribuidores designados para dar la comunión y establece un orden por el que debe darse prioridad para dicha designación: lector, seminarista mayor, religioso varón, religiosa, catequista, varón y finalmente mujer.  Aunque no se instituyó inmediatamente en Nicaragua, esto vino a ser un premio de consolación ante la persistente negativa al acceso al sacerdocio de parte de las mujeres.

De cualquier forma, el machismo era un mal muy difícil de desterrar de tal forma que en cualquier momento surgía el espíritu de Tobi.  Recuerdo que trabajando en el Banco Nacional de Nicaragua, por esas cosas de que el perro manda al gato y el gato a su garabato, me enviaron a representar a la institución a una reunión de alto nivel al Ministerio de Economía para la redacción de un informe del sector industrial del país.   La reunión estaba presidida por el propio Ministro, acompañado por sus directores.  El caso es que la discusión, que de pronto derivaba en plática de presos, nos llevó a la noche y de pronto el señor Ministro bostezó y llamó a su directora general de industrias, una profesional muy calificada y como lo más natural del mundo le dijo:  -Fulanitá, andá y traenos café.  Rechanfle, pensé yo para mis adentros.

Pare esos tiempos, ya la proporción de mujeres profesionales era considerable y en términos generales no existían barreras para el ejercicio de sus carreras.  No obstante, todavía se observaba un marcado machismo en ciertos círculos, como eran las asociaciones de profesionales.  Tuve la oportunidad de conocer a una abogada que al querer ingresar a la asociación de estos profesionales, fue invitada a declinar su solicitud y en cambio se le aconsejó que se inscribiera en la asociación de esposas de abogados, aunque su marido tenía otra profesión y lo peor del caso fue que ella, muy obediente, así lo hizo.  Bienaventurados los mansos.

A pesar de todo, ya para ese entonces, las mujeres podían fumar y beber a la par de los hombres, procurando siempre evitar los excesos, pues no faltaba algún jayán que cuando observaban a una mujer pasada de tragos, exclamara:  -Hay que bañarla.

Con la revolución de 1979 se abrió aún más la posibilidad de participación de la mujer en la vida nacional, en consideración a la participación masiva de la mujer en la insurrección, aunque no en una elevada proporción en el nivel decisorio, además de la influencia de las organizaciones femeninas en el poder.  Sin embargo, al inicio de la etapa revolucionaria, en la Junta de Gobierno sólo una mujer, Violeta Barrios de Chamorro participó en un grupo de cinco, mientras que en el primer Consejo de Estado, sólo ocho mujeres integraron dicho órgano, llegando  a un máximo de treinta y cuatro en el de 1984.  En la Asamblea de 1985 se registran 14 diputadas propietarias y 11 suplentes.

La proporción de las oportunidades de empleo para las mujeres se amplió significativamente, así como la de los cargos directivos, especialmente en el sector gubernamental, ya que el sector privado se contrajo significativamente.  La participación de mujeres en cargos ministeriales se amplió, especialmente en carteras antes vedadas a las mujeres.

Las nuevas instituciones del ejército y la policía nacional, incorporaron a todos los niveles a las mujeres.

La relación del sandinismo con la iglesia fue completamente antagónica, de tal forma que la influencia que esta última tenía sobre las mujeres y su papel reproductivo y de oficios domésticos se redujo en una gran proporción.

Así pues, muchos de los campos prohibidos a las mujeres que todavía permanecían, llegaron a desaparecer.  Esto no quiere decir que el machismo hubiese desaparecido, pues en muchos compañeros el espíritu de Tobi seguía latente y a nivel individual permanecían ciertas actitudes de exclusión.

Uno de los últimos tabúes que se rompió en la lucha por la reivindicación de los derechos de la mujer ocurrió en 1990 con la llegada a la Presidencia de Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer en acceder a la primera magistratura del  país.  Hecho que todavía muchos países como Estados Unidos y México aún no logran.  No obstante, la relevancia de este hecho se vio opacada por los alaridos de un Goliat derribado.   La gestión de la Presidenta Chamorro tuvo que luchar contra corriente ante el boicot de organizaciones que en alguna ocasión habían defendido la igualdad de oportunidades para todos los nicaragüenses.  Así pues, Violeta Barrios de Chamorro es recordada, más que por haber sido la primera mujer presidenta, como la mujer que unió a los nicaragüenses para sacar a un gigante del poder, limpiamente, por la vía  democrática.

Las condiciones económicas precarias que caracterizaban a la Nicaragua de inicios de los noventa, obligaron a que los puestos de trabajo, que con la reinstauración de la economía de mercado se fueron ampliando, fueran ocupados por ambos miembros de una pareja, lo que vino a equilibrar un poco la correlación de fuerzas a nivel  familiar.  De la misma forma, el retorno de ciudadanos que por diversas razones emigraron a otros países, trajo una riqueza en materia de experiencia y nuevos sistemas de trabajo, especialmente de parte del sector femenino, de tal manera que el emprendimiento femenino reactivó muchas ramas económicas del país.   Por otra parte, los avances que en otros países se había alcanzado en materia de reivindicación de los derechos de las mujeres sirvieron de modelo para iniciar una lucha más intensa en ese sentido.

Ahora que estamos en pleno tercer milenio, debemos admitir que las cosas han cambiado sustancialmente para las mujeres, aunque todavía falta un buen camino para andar.   A pesar de que en 2008 se promulgó la Ley de igualdad de derechos y oportunidades que tiene como objetivo promover la igualdad y equidad en el goce de los derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales entre hombres y mujeres, todavía estamos muy lejos de que se alcanzarlo.  Ni siquiera el gobierno, encargado de su aplicación, la cumple a cabalidad.

En la Asamblea Nacional hay un total de 38 mujeres, que representan el 41 por ciento del total de asambleístas, la participación de mujeres en la directiva de dicho órgano es todavía minoritaria.  En la actualidad en el gabinete no hay cartera que esté vedada a la participación de la mujer, aunque sus facultades resolutivas están un tanto limitadas.  En la policía nacional, el mando supremo (bueno, es un decir) ya ha sido ocupado por mujeres, mientras que en el ejército, todavía no se vislumbra algo parecido.

En los deportes ya se observa una participación femenina en todas las disciplinas e incluso ya se mira como algo natural que muchas mujeres agarren con maestría el taco, le froten la punta con tiza y se lancen una carambola de tres bandas.

En la iniciativa privada, cada vez es mayor la proporción de mujeres que ocupan cargos ejecutivos, aunque no alcanzan ni el 20 por ciento, ni sus remuneraciones están al mismo nivel de sus colegas hombres.   En el resto del espectro laboral la participación femenina no encuentra límites, aunque todavía hay ciertos oficios en donde no se han atrevido a incursionar, por ejemplo, todavía no he visto a una mujer conduciendo un autobús de pasajeros, aunque estoy seguro que conducirían con mayor precaución y cortesía.  Es importante señalar que todavía se observan trazas de acoso a todos los niveles.

En la cultura en general, existe una natural igualdad entre hombres y mujeres y el nivel intelectual de los involucrados no permite ningún tipo de exclusión.

En el campo educativo, hay una total inclusión y políticas de igualdad de género en todo el sistema, predominando la coeducación, aunque una minúscula minoría todavía abogue y practique la educación diferenciada o segregada.

Este año, el comercio ofreció como regalos preferidos para el día de la madre, teléfonos inteligentes, tablets y así como otros productos muy distantes de los utensilios de cocina.

En el nivel familiar se observa una proporción creciente de mujeres que obtienen mayores remuneraciones que su pareja.  En algunos casos, esta situación les otorga la facultad de ser el líder de la familia, en otros casos, es motivo de frustración en el hombre y sus reacciones, la mayoría de las veces, caen en el terreno negativo.

No cabe duda que el acceso al sacerdocio de parte de las mujeres vendría a reafirmar los conceptos de igualdad de género a nivel mundial, es más, es muy probable que la mayoría de las mujeres ejercerían su ministerio de manera más eficiente que los hombres, todavía falta caña que moler, pero es factible que dentro de dos décadas pueda darse ese paso fundamental.

Lo cierto es que a pesar de todos los avances que se han logrado en materia de igualdad, especialmente comparados con lo que imperaba en los años cincuenta del siglo pasado, todavía el machismo es un estigma que sigue enquistado en muchos conciudadanos.  Podrán mostrar una actitud tolerante en público, pero a nivel personal es otra cosa.  Hace falta mucha educación para desterrarlo para siempre.  Así pues no es remoto que de vez en cuando algún congénere se ponga su pequeño bonete de Tobi y escriba:  No se admiten mujeres.

 

 

 

10 comentarios

Archivado bajo cultura, Familia, Nicaragüense

10 Respuestas a “El club de Tobi

  1. Rafael Durán Barraza

    Todos, todos somos hijos de la misma madre; todo el continente y todo el mundo. Aquí en El Salvador, mi país, las mujeres cuando contraen matrimonio pueden escoger legalmente el nombre que llevarán como casadas: conservar su nombre de solteras, acompañar a su apellido el primer apellido de su marido o bien acompañar dicho apellido con la partícula «de». Así Fulana de Tal. Hay incluso ABOGADAS que lo usan así.Como abogado y notario he autorizado muchos matrimonios pero nunca he encontrado que una mujer quiera conservar su nombre de soltera, desde luego hay quienes lo han hecho, pero yo no he tenido esa experiencia. Esto es únicamente un ejemplo más. Todos somos del Club de Tobi. Como siempre, eres genial Orlando.

    Me gusta

  2. Estupendo como siempre, tremendo tus escritos, me trasladaron a otros tiempos. Cuando era pequeña me acuerdo en Rivas habia una misa solo para varones, en ese entonces era tan normal, y me acuerdo de las Chalinas o pañuelos que teniamos que usar…con el tiempo hemos ido mejorando, me alegra muchisimo que mis hijos nacieran en estos años y espero que mis futuros nietos nazcan en un major tiempo…

    Me gusta

  3. «El Club de Tobi»: Gracias Don Orlando Ortega, se nota que han cambiado los tiempos desde que el mismo hombre se diò cuenta que no se autocreò y le fue necesaria una mujer para venir al mundo.
    Claramente ha disertado en cuanto al lugar en donde ellos mismos nos colocaron una vez, pero como siempre, tienen que considerar su comprensión y cambiar su vieja manera de calificar a la damas, porque exceptuando que sean invertidos, ellas son su consuelo y ayuda idònea, !no errònea¡ como pasa algunas veces.
    Quiero preguntarle ¿Còmo obtuvo mi correo?

    Me gusta

  4. flor angela rodriguez

    Gracias señor Ortega, por tan elaborado documento de relevancia para el tiempo actual, donde los valores parece que se lanzan a cualquier rincòn.Le pregunto ¿còmo obtuvo mi correo?

    Me gusta

  5. Carol Bendaña

    Tan excelentes los temas como tu espléndida prosa, Orlando. Gracias.

    Me gusta

  6. Oscar Martinez

    Esta narrativa de Don Orlando me ha traido viejos recuerdos de cuando yo leía el paquin «La Pequeña Lulú». Recuerdo a Anita recogiendo moras y a Tobie en su club que no admitía mujeres. Lulu y su Diario, eran otros cuentos de la misma revista. Que buenos tiempos!!!

    Me gusta

  7. Reblogueó esto en En la Makenzin-Boly comentado:
    Orlando Ortega nos ofrece un minucioso análisis de la discriminación hacia las mujeres en Nicaragua a lo largo de nuestra historia.

    Me gusta

  8. Marco Antonio Cortez Castillo

    Es increíble que países como Estados Unidos y México aún no logren llevar a una mujer a la primera magistratura de sus países.
    Y estoy de acuerdo con usted que la Sra. Violeta Barrios de Chamorro es recordada por haber sido la primera mujer presidenta, y como la mujer que unió a los nicaragüenses para ganarle a un gigante limpiamente, por la vía democrática.
    A pesar que se han logrado avances en materia de igualdad, pero aún falta más, pues las mujeres aun siguen sufriendo discriminación.

    Saludos Dr. Ortega

    Me gusta

    • Oscar Martinez

      Creo que sin lugar a dudas, los demócratas seguirán en el poder y para 2016 tendremos la primera mujer en la presidencia de EE. UU. Hillary Clinton

      Me gusta

  9. Hola, Orlando. Gracias por el interesante y amplio estudio que nos presentás.

    Aún con todo hace falta muchísimo por superar.

    En relación al uso del apellido como mujer casada, en Nicaragua estamos en mejor condición que Entados Unidos, donde una mujer TIENE que renunciar al apellido paterno aún cuando el apellido del marido sea del peor delincuente.

    Recuerdo que una señora nica siempre usaba el apellido paterno Pérez antes del de su marido pues decía que éste último podía perderlo en cualquier momento.

    Recientemente me ha impactado el asesinato a golpes de una anciana de setenticuatro años por su marido de ochenta,¿hasta dónde llegaremos?

    Gracias por tratar de contribuir a derribar los letreros del Club de Tobi.

    Feliz nueva semana.

    Me gusta

Deja un comentario