Si quisiéramos encontrar al prototipo del nicaragüense que encarnase todos sus vicios y virtudes, tal vez no sería prudente salir como Diógenes con una lámpara, porque sobran lugares en donde se la puedan robar.Ahora que están celebrándose las fiestas patronales de Managua, invariablemente viene a la memoria de los capitalinos un personaje que sacudió a la sociedad como muy pocos nicaragüenses lo han hecho.Podría decirse que es el individuo que a pesar de no haber nacido en la capital, sino en Diriamba, mantuvo un arraigo con la metrópoli como pocos managuas lo han hecho.
Me refiero al celebérrimo Lisímaco Chavez Cerda, quien falleció en enero del 2006, pero todavía es motivo de remembranzas y discusiones y constituye uno de los personajes nicaragüenses más populares y polémicos del siglo XX, además de ser uno de los más polifacéticos en la historia de nuestro país.
Saltó a la fama en 1961.Ante la negativa del Arzobispado de Managua de autorizar las tradicionales fiestas patronales en honor a Santo Domingo de Guzmán, Lisímaco se robó la pequeña imagen del santo a fin de realizar todo el ritual de la fiesta, motivo por el cual fue encarcelado y posteriormente excomulgado.Algunos historiadores culpan de este choque entre la feligresía y la Iglesia Católica al Arzobispo González y Robleto, mientras que otros señalan al sacerdote jesuita Ignacio Pinedo.Este último siempre consideró como actos paganos todos los eventos que conformaban las fiestas patronales y aparentemente fue él quien fue designado para celebrar el rito de la excomunión de Lisímaco.Algunos cronistas se muestran benévolos con Pinedo, considerándolo un benefactor y estudioso de la tradición folklórica de los Managua, otros se muestran críticos por la ilusión que despertó en muchos desposeídos con un famoso proyecto que Pinedo llamó “La vivienda de mi hermano” y que por muchos años fue motivo de colectas, sin embargo, en algún momento Pinedo desapareció del panorama y no logró construir ni una casa para un hermano, por lo menos espiritual.
Desde esa fecha, Lisímaco se convirtió en el principal defensor de las fiestas patronales agostinas y fue la figura central en muchas de las celebraciones, salvo cuando estuvo preso por su osadía y además por sus diferencias con el régimen somocista.
Yo había leído en los diarios el escándalo del robo de la imagen de Santo Domingo, sin embargo no conocía a Lisímaco.Fue en el año 1964 cuando estudiaba en el Instituto Pedagógico de Diriamba, por alguna razón Lisímaco decidió trasladarse a esa ciudad en donde instaló una serie de cantinas que contaban con sexo servidoras.Los ínclitos hijos de La Salle se rasgaron las vestiduras, se tragaron la campanilla e iniciaron una serie de protestas entre las que destacó un desfile de toda la secundaria del Colegio, encabezado por el Hermano Domingo Esteban González y el Hermano Emilio a quien todos conocían como Emilio Pericoli por su parecido (no sólo de nombre) con el intérprete de Al di lá.El desplazamiento de cerca de trescientos jóvenes, gritando: ¡Juventud sana sí, prostíbulos no!, sacó a todo el pueblo de su letargo y asombrados salieron a las puertas de sus casas, sin embargo, cuando la manifestación llegó a los alrededores de la Quebrada del Perro, en las cercanías de donde se encontraban las cantinas, en una esquina se encontraba Lisímaco, acompañado de unas doce muchachas que al vernos comenzaron a lanzar besos y a levantarse las faldas.Aquello parecía una escena de una película de Almodóvar, Lisímaco impasible, dibujando una malévola sonrisa al observar el alboroto que provocaron sus muchachas, a tal punto que el desfile no continuó, las consignas se apagaron y el grupo de jóvenes, más parecido a una comparsa en carnaval regresó al Pedagógico.
A finales de dicho año, Lisímaco se propuso integrar un conjunto de música electrónica, pues iniciaba el auge de dichos grupos, manteniéndose en esa época en el liderato Polidecto Correa y los Music Masters; así que haciendo de tripas corazón logró reunir a varios aficionados a la música de la región e integró a los Lici´s Boys, que fue el primer conjunto de esa naturaleza en Carazo.El pilar del conjunto era Enoc Jerez de San Marcos, guitarrista que a inicios de los años sesenta comenzó a interesarse en la interpretación de la guitarra eléctrica y de alguna manera se hizo de una guitarra Spectrum, en la batería estaba Chepe Luis de Diriamba, así como Samuel y Moncho Campos.El repertorio de los Lici´s Boys era reducido y se limitaba a ciertos boleros, cumbias y guarachas al estilo de Mike Laure y Lisímaco se aventuraba a cantar y a darle el ritmo con la guaira.Fueron muchas fiestas que amenizaron los Lici´s Boys en San Marcos y era frecuente que en algunas ocasiones, Amín “El Zurdo” Eslaquit quien asistía desde La Concha, le pidiera al grupo que lo acompañara para cantar “Conozco a los dos”.
Lisímaco también se dedicó a ayudar en situaciones desesperadas y muchas veces recorrió el departamento con una “barata” solicitando la cooperación de la ciudadanía para enterrar a algún menesteroso o ayudar a una pobre viuda en la alimentación de sus críos.
Después de un par de años, los Lici´s Boys se desintegraron, algunos dicen que por intrigas al estilo Yoko Ono y algunos de sus elementos formaron Los Panzer. Enoc llamó a sus hermanos Ezequiel y Eduardo para fortalecer la vocalización y se dedicaron a revivir boleros antiguos, que formaban el repertorio de su mamá, doña Elida Rojas que trabajaba al frente de una máquina de coser y se alegraba la vida y la de sus vecinos cantando con su melodiosa voz todos esos boleros.
Un par de años más tarde, un agosto de 1967, viviendo ya en Managua, decidí asistir a las famosas festividades de Santo Domingo y con un amigo fui a la “vela” del barco, que en esa época se realizaba en las Baterías Hasbani, a unas cuadras de la casa de mi tía Leticia, antes de llegar al cine Trébol.Había una algarabía sin igual, una muchedumbre impresionante, música de “chicheros” y de repente, en medio del alboroto apareció Lisímaco, saludando a diestra y siniestra y vociferando con su potente galillo.Al día siguiente fuimos cerca del Gancho Camino a ver la entrada de Santo Domingo y realmente me impresionó aquella mezcla de fervor religioso y paganismo, alabanzas al Santo y sublime rendición al dios Baco y como figura relevante, Lisímaco Chávez rodeado de una corte de devotos, más de él que del Santo.
Después de esa ocasión se me quitó la curiosidad y no volví a las festividades hasta que a mediados de los años setenta, Lombardo De Trinidad y su esposa Adela Gómez nos invitaron a ver la entrada de Santo Domingo en la casa de la mamá de Adela en la Colonia Centroamérica, misma que tenía una terracita a la orilla del cauce por donde pasaba la procesión.Después de varias botellas de Ron Oro, apareció la procesión e igualmente Lisímaco mantenía su señorío en la misma.
En los años noventa que regresé de México, me di cuenta que la vela del barco se realizaba desde hacía años en San Judas, en la casa de Lisímaco y que existía la tradición de la chicha de las Siete Quebradas, tal como la llamaba el propio Lisímaco, pues según él, dejaba de bañarse cuatro días antes y luego se lavaba siete recovecos de su cuerpo y con esa agua preparaba la chicha que con otras viandas se repartía en la vela del barco.No menciono los siete recovecos, por si algún lector se anima a beber de esa chicha en la vela del barco y como dicen por ahí, ojos que no ven, corazón que no siente.De esta forma se manifestaba el carácter burlesco y manipulador de Lisímaco, que de manera real o simbólica obligaba a sus devotos a que ingirieran una parte de su cuerpo.
La muerte de Lisímaco causó una gran conmoción en el pueblo de Managua, los cronistas echaron a volar sus plumas para recordar la azarosa vida del “torólogo” como se autodenominaba; la Alcaldía de Managua deploró su muerte, se hizo cargo de los gastos funerales y casi lo declara hijo dilecto de la ciudad.
A un poco más de dos años de su muerte, la imagen de Lisímaco sigue vigente.El día de ayer, al momento de “bendecir” el barco en la Alcaldía de Managua, el Vice Alcalde resaltó la memoria del gran “torólogo” e invitó para la vela del barco que continua realizándose en la casa de Lisímaco en San Judas.También sigue vigente la repartición de la famosa chicha de las Siete Quebradas, aunque en esta ocasión, quien heredó la tradición de la lavada, la ex cronista de la nota roja, Lucía Pineda y ahora locutora estrella del Canal 2, le cedió el honor a una ex Miss Nicaragua, quien en el mismo baño de Lisímaco, procedió a lavarse, a lo mejor hasta nueve recovecos y proporcionarle a los devotos una deliciosa chicha (fermento).
Desde donde está, a lo mejor con el favor de tantas indulgencias plenarias y ruegos de sus seguidores ya libró el purgatorio, Lisímaco debe de seguir gozando, esgrimiendo aquella misma sonrisa que tenía cerca de la Quebrada del Perro cuando disolvió, de manera pacífica, nuestra manifestación.