Adiós piropo de mi barrio

Una de las experiencias más sorprendentes en la vida es sin duda alguna la llegada de la pubertad.  Haciendo a un lado las bromas pesadas que juegan las hormonas, existe una transición en el terreno psico social para la cual creo que nadie está preparado.  Lo que más resalta en ese sentido es el cambio en el tratamiento hacia las amigas, que después de ser camaradas en juegos, rondas, escondidas, en donde no hay ninguna connotación referente al género y que de la noche a la mañana se convierten en compañeras en otro tipo de interacción.  El evento sobre el cual giraba esta nueva relación era sin duda alguna el baile o tertulia, en donde sin estar plenamente conscientes nos tocó participar en el juego del cortejo, ese rito ancestral de apareamiento dirigido a perpetuar la especie, lo cual obligaba a manejar conductas completamente diferentes de aquellas de nuestra niñez. Empezamos a fijarnos en la expresividad de una mirada, en la coquetería de una sonrisa o cualquier otra manifestación del lenguaje corporal, toda vez que sus anatomías habían sufrido cambios sustanciales, en algunos casos más sustanciales que otros.

Obviamente no teníamos la menor idea de cómo comportarnos en ese nuevo entorno.  Era una utopía pensar que los ínclitos hijos de La Salle nos impartirían un curso sobre el trato con el sexo opuesto, pues sus enseñanzas se limitaban a la obligación de mantener la pureza en nuestros pensamientos y acciones, recurrir a la oración para conjurar las asechanzas del demonio o bien guardarnos de los pecados solitarios que conducían irremediablemente a la ceguera, afirmación que enfáticamente, con voz tenebrosa, nos advertía el hermano Inocencio mientras nos miraba a través de sus gruesos lentes.  Así pues, fue a golpe y porrazo que encontramos el camino para ese nuevo comportamiento.  Tal vez en el cine encontrábamos algunos contenidos al respecto y de ahí tomábamos lo conducente.

Por esa época, me refiero a mediados de los años sesenta, llegó una película de Rocío Dúrcal bajo el título de “La cenicienta del barrio”, que quién sabe a qué iluminado se le ocurrió bautizarla con ese título en Latinoamérica, pues el original era “La chica del trébol”.  Ahí Rocío, con su característica dulzura interpretó entre otras canciones, Los piropos de mi barrio.  Dicho tema hablaba del agrado que sentía una muchacha al escuchar los piropos de su barrio bajero, tan sinceros y castizos que hasta olían como los nardos y además, tenían hechizo.  Intuimos entonces que a las muchachas les gustaba que se les halagara con un piropo, sin sospechar que la canción había sido escrita por un hombre, el letrista español Antonio Guijarro y podía reflejar un punto de vista un tanto cuanto sesgado y si bien es cierto, Rocío la cantó con mucho convencimiento, nunca supimos realmente su verdadero sentir al respecto.

Podría decirse que en España se cultivó el piropo como en ningún otro país y es posible que de ahí hubiese llegado hasta nuestras tierras.  El espíritu latino y la lengua española, tan proclive a la metáfora y a la exageración fueron una herencia que cayó en terreno un tanto fértil.  Tal vez uno de los piropos al que hace mención Rocío en su canción pueda ilustrar perfectamente lo anterior: “Con una de tus pestañas, hija de mi alma, he de ahorcarme yo”.

En San Marcos sin embargo, el piropo como tal, parecía estar un tanto fuera de lugar, al tratarse de una ciudad que tenía 1,827 habitantes en el casco urbano, como precisaría magistralmente El Firuliche y por lo tanto, todo el mundo se conocía casi a la perfección y el piropo como que se antojaba más para lanzarlo a desconocidas.  En el parque se escuchaba uno que otro silbido ante el paso de una fémina o alguna exclamación sin mucho ingenio.  El caso es que yo nunca aprendí a utilizarlo, sería tal vez por timidez o porque se me hacía inverosímil poder alcanzar algo a través de una exclamación.  Los compañeros que se aventuraban a utilizar piropos iban con las claras intenciones de conquistar a la damita.  No recuerdo ninguna ocasión en la que se originara algún desaguisado a causa de algún piropo o bien por algún fallido intento de conquista.

Cuando llegué a la capital para ingresar a la universidad, me encontré con un mundo completamente diferente.  Ahí se acostumbraba el piropo, aunque sin encontrar las ingeniosas formas de los piropos españoles, era muy común observar a taxistas, lustradores, voceadores, oficinistas y obreros en general, tratar de lucirse entre sus congéneres a través de un piropo hacia un exponente del género femenino.  Se escuchaba una gran variedad sin embargo muchos eran importados de otros países, como el manido: “Ay que curvas y yo sin breques” o bien “Como me la recetó el doctor” o “Ahí quisiera terminar de criarme”.  No recuerdo algún piropo que sea cien por ciento nicaragüense, aunque algunos insisten en afirmar que era autóctono aquel que decía: “Adiós cantarito de arroz, si me das un beso me voy con vos”, sin embargo, este piropo se encuentra en las crónicas de muchos otros países.  Lo que tiene el piropo anterior es una extrema candidez y tan solo sirve para enseñarle la rima a niños de preescolar.  No obstante, puede encontrarse un interesante muestrario de piropos en la canción anónima recopilada por los Bisturices Armónicos al pie del Cosigüina: “Son tus perjúmenes mujer”.

Era muy común observar el tocamiento, es decir, acompañar al piropo, casi siempre a nivel de exclamación vulgar, del contacto físico con la mujer.  Lo más usado era tomar el antebrazo de ella con los dedos índice y pulgar, rozando muy ligeramente la piel un poco arriba del codo y susurrándole: “Adiós amor”, “adiós cosita linda” o cualquier exclamación de este tipo.  Los más osados tocaban, con mayor amplitud una región anatómica más privada, igualmente acompañado lo anterior con exclamaciones procaces.  En el primer caso, la fémina respondía con un leve movimiento como queriendo liberar su brazo de aquella tenaza improvisada o bien con una exclamación de desagrado.  En caso de que hubiese un escondido agrado de parte de ella, el movimiento era simbólico, pero acompañado de una sonrisa de su parte.   En el segundo caso, cualquiera de estas manifestaciones era rechazada automáticamente por la mujer, acompañada de un insulto, casi con el mismo nivel de procacidad, aludiendo en la mayor parte de los casos a la progenitora del atrevido o bien propinándole una bofetada.

En algunos casos, se observaba que uno de los emisores de piropos, en su afán de mostrarse como un Casanova o con la vana ilusión de obtener algo, seguía a una mujer por varias cuadras, repitiendo su repertorio hasta el cansancio.

Para esa época la diseñadora británica Mary Quant lanzó al mundo la minifalda y Nicaragua desde luego, no podía quedarse atrás.  De esta manera, se observaba por la Avenida Roosevelt y la Calle 15 de septiembre, que eran la pasarela natural, a las jóvenes y no tan jóvenes que desafiaban a una sociedad victoriana, mostrando sus piernas en su mayor amplitud. Obviamente, lo anterior causó que los piropos subieran de tono, al igual que las miradas de los hombres.

Una de las experiencias más curiosas en la vieja Managua era sin duda alguna, el piropeo hacia los hombres de parte de mujeres.  Cuando viví en el Barrio del Oriental, en el trecho del Cine México hacia el norte había una densidad exagerada de prostíbulos, en donde las sexoservidoras se apostaban en la acera para captar a sus clientes.  De esta manera cuando uno pasaba por esas calles, iba recibiendo piropos, como Rocío Dúrcal en su barrio, con los mayores atrevimientos posibles, sin embargo, a uno no le quedaba de otra que agradecerlos con una sonrisa, declinando cortésmente su amable invitación.  Es más, cuando el nivel de autoestima andaba por el suelo, al igual que Holly Golightly que se iba a echar un preparito a las vitrinas de la joyería Tiffany, una caminata hacia el Cine México era la mejor solución.

Luego empezaron a soplar los vientos del cambio y nos encontramos ahora con una sociedad llena de contradicciones en donde el piropo pareciera que ya no tiene cabida.  Por una parte, las nuevas generaciones encuentran a esa tradicional expresión como algo tonto y prefieren recurrir a la chabacanería Las mujeres han avanzado mucho en su lucha por lograr una justa equidad de género, en donde debe erradicarse el considerarlas como un mero objeto o seres inferiores y su tolerancia hacia manifestaciones fuera de lugar de parte del género masculino las llevan a expresar vehementemente su rechazo.

Por otra parte, es innegable que aún con todo, las mujeres necesitan de vez en cuando alguna expresión que exalte su figura y que alimente su autoestima.  Saben muy bien que el espejo puede llegar a ser traicionero y que sus congéneres mienten más que una báscula de farmacia.  Sin embargo, un piropo o requiebro, lanzado por un hombre, con galantería, en donde se exalte o bien la guapura de la fémina, o bien su atuendo, tiene un efecto mayor que una libra de chocolates sobre su serotonina (aplican restricciones).

El problema serio es que algunas organizaciones no gubernamentales, al saber con qué oscuras intenciones, se han dedicado a satanizar al piropo y de paso, cualquier manifestación de parte del género masculino que tenga como objeto la conquista de una dama.  Al amparo de una ley, muy necesaria por cierto, para frenar de una vez por todas la violencia en contra de las mujeres, han encontrado bajo la tipificación de “acoso sexual”, un instrumento para frenar cualquier manifestación de parte de un hombre que pueda servir de pretexto para acusarlo de causar malestar en las féminas.

Así pues, si no se trata de un Brad Pitt, que desde un BMW lanza un piropo a una fémina, todo lo que está debajo de ese nivel, cae dentro de la categoría de pelafustán, sujeto a una demanda por acoso sexual.

Hay un sabio refrán que reza: Nunca falta un roto para un descosido, sin embargo, ante la dificultad de que rotos y descosidos puedan identificarse unos a otros, la soledad seguirá cundiendo en un terreno movedizo en donde una ley pende sobre cualquier movimiento que traten de realizar.

Al paso que vamos, es muy seguro que el piropo solo se conozca en crónicas antiguas y hasta las deferencias con las damas de cederles el asiento, de abrirles una puerta, de ayudarlas a bajar una escalera, de ofrecer el brazo para caminar, en fin de darles cualquier tipo de ayuda, se vean coartadas por temor a una demanda por acoso sexual o en el más leve de los casos, por discriminación y así pasen también a la historia.  No es remoto tampoco que con el tiempo la vanidad tenga otros tipos de manifestaciones.

Lo que es cierto es que algunas veces, cuando le encontramos cierto sentido a aquel verso de Rubén Darío sobre sí mismo: … aún suspira y aún existe,  no como lo conociste, sino como ahora ves, viejo, feo, gordo, triste…dan ganas de echarse un paseíto por aquella calle en el Oriental, del Cine México hacia el norte, en donde al paso se escuchaban docenas de piropos, de parte de las alegres féminas y que en medio de todo, nos elevaban la autoestima, mientras con una sonrisa y sin compromiso alguno, los agradecíamos.

5 comentarios

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5 Respuestas a “Adiós piropo de mi barrio

  1. Como siempre, te lucís en este artículo. Precisamente el 24 de agosto, un abogado español cuyo blog doy seguimiento escribió:

    El piropo español, a salvo de la crisis del ladrillo
    Uno de los temidos efectos colaterales de la actual crisis económica es que se hubiera podido extinguir el tradicional piropo de albañil. No deberíamos olvidar tampoco la desorientación de los jubilados, sin obras que mirar y vigilar en todo el día. Pero centrémonos hoy en el desolador panorama que se podía haber producido: mujeres pasando delante de obras inactivas, desde las que nadie les dice que eso es carne y no lo que le echa su madre al cocido y todas esas frases tan sutiles e ingeniosas.

    Sin embargo, yo ayer me quedé mucho más tranquilo en este aspecto. Otros gremios han asumido su parte de responsabilidad para que no se pierdan nuestras esencias patrias.

    Sale A. ayer del metro con un precioso vestido de color…(bueno, da igual, de un color así como morado, no voy a acertar de ninguna forma con el nombre porque ella dice que no distingo entre violeta, malva, lila, fucsia, etc., y tiene razón) y al pasar frente a una parada de taxis se escucha un sonoro:

    – ¡Ole, ole y ole!

    Mientras un compañero la eleva en la clasificación:

    – Esto se merece cinco oles por lo menos.

    Ahí lo tenemos: otro gremio, con no menos solera, el del taxi, saliendo al rescate, cual Banco Central Europeo, de una de nuestras más arraigadas escenas costumbristas.

    Pero lo más sorprendente es un empleado del Banco Santander, que le dice a la misma A., que ha venido morenita de la playa:

    – Me entran ganas de darle un bocao a ese brazo gitano…

    Piropo bancario, un poco flojito (un albañil le hubiera dicho que le comía otra cosa), pero piropo al fin y al cabo. Y un ejemplo de compromiso por parte del empleado de banca, que sabe que su sector tiene mucha responsabilidad en esta crisis. Tiene su mérito, porque una ventanilla no es lo mismo que un andamio: la cercanía a la piropeada, el contexto, la falta de costumbre… Hay que valorar el esfuerzo.

    En fin, sensación de alivio, como comprenderán ustedes. La crisis, que tantas cosas se ha llevado por delante, no va a privarnos del piropo de toda la vida. Otros sectores se reciclan y toman el relevo. Ya podrían haberlo hecho así nuestros políticos con el empleo.

    Por cierto, A., que no te falte mi cuota y que el sector de la abogacía arrime también el hombro. Hala, a vencer la timidez, Carlos, y a soltar burradas. Una pequeña selección de finos piropos de albañil que te dedico, que sé que te gustan:

    – El cipote de tu padre es mejor que el cincel de Miguel Ángel, pa haber hecho semejante escultura.

    – Estás tan buena que te comería con ropa y todo aunque me pasara un mes cagando trapos.

    – Chavalota, haría contigo más cosas que McGyver en Bricomania.

    – Si tú fueras Bollycao me comeria hasta el cromo.

    – Tienes unos ojos…que te comería to’l coño.

    Al más puro estilo, como se ve 😉

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    Algo extenso pero atinente. Al parecer no ha llegado allá lo del acoso sexual.

    Saludos

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  2. A. L. Matus

    Muy buen enfoque. En los últimos tiempos lo del piropo ha sido objeto de grandes discusiones. Lo malo del caso es que está promovido por la comunidad lesbiana, que no tiene nada de malo que tengan una preferencia sexual diferente, pero que no quieran marcar territorios a base de considerar cada movimiento de los hombres como algo digno de enjuiciar. El colmo es que promueven que todas las mujeres se conviertan en sicólogas que puedan interpretar la mirada de los hombres y adivinar la lascivia que puedan contener para caer sobre de ellos con demandas por acoso. No es justo. Que ellas hagan su lucha y que dejen a los hombres hacer su fuercecita.

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  3. Junta Vecinal Valle Santa Rosa

    Maestro, mi muy recordado decano de generaciones Alejandro Morales Suarez del Instituto Monseñor Lezcano, siempre decía: «El hombre cae por la vista, la mujer por los oídos.» Como hombre me ofende cuando otro le suelta una sarta de vulgaridades a una fémina y el cortejo o enamoramiento, que debe ser agradable, delicado, con gotas dosificadas de doble sentido y mucha creatividad, se convierte en una ofensa, en algo repudiable e incluso que las llena de vergüenza, furia e impotencia. A las mujeres les encanta que uno las enamore y en dependencia del grado de confianza, uno puede tirar un piropo menos cándido en su momento indicado, pero la finalidad debe ser en todo momento generarles una sonrisa, hacerlas sentir bien en su autoestima (he aquí la clave) e incluso distinguirse por el respeto porque eso nos deja en ventaja ante el enamorado torpe, vulgar y tosco. Sus escritos son un piropo a la inteligencia, al recuerdo, al placer de la buena lectura. Mis respetos siempre. Edwing Salvatore Obando

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  4. Oswaldo Ortega Reyes

    Hay una referencia de Jorge Luis Borges sobre este tema y es la siguiente: » Pasan por una esquina dos gauchos y se cruzan con dos mujeres feas. Uno de ellos dice toscamente:me quedo con la del medio».
    Por regla general el piropo casi nunca encuentra originalidad porque a quien le sobra ingenio para producirlo le falta audacia para decirlo y viceversa. El piropo que no surte efecto hay que restructurarlo,replantearlo,modificarlo, verificarlo y volver a intentarlo, lo deplorable es cuando se convierte en insulto, eso es realmente una desgracia , hay quienes despues de decir una estupidez rematan: » Ni que estuvieras tan buena» eso es agresión, mediocridad y la más completa miseria.
    En Nicaragua hubo un programa radial que invitaba a los oyentes a enviar por carta sus piropos y aunque la intención era buena no se escuchaba nada edificante.

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  5. Me ha complacido releer tu magnífico artículo. Por cierto,había olvidado el escrito de Carlos Javier. Saludos.

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