Hacia un nuevo lugar de culto

La gente va muy bien para ilustrar catálogos

para consumir mitos

y seguir la moda…

Serrat

Crecí en medio de una simplicidad incomparable. Recuerdo que en mi niñez, en San Marcos, Carazo, a comienzos de los años cincuenta del siglo pasado, siempre encontrábamos opciones para el esparcimiento.  El Parque Jorge Robleto era el lugar preferido de reunión de las familias y en las tardes soleadas, mientras los adultos conversaban amenamente, los niños nos dedicábamos a jugar a lo largo y ancho del parque, especialmente en el kiosco.  En aquella época todavía nos emocionaban los juegos cuyo origen se perdía en el tiempo.  Otra alternativa era caminar hasta la estación del ferrocarril y esperar la llegada del tren de las cinco de la tarde, que me parece era el único y ver descender a los emocionados viajeros que regresaban de Masaya o Masatepe con su carga de compras y noticias.  Otros paseos más largos se daban hacia El Convoy, detrás de donde está ahora el Ave María College, por el rumbo deLa Corina, residencia de la familia Pérez Maltez o hacia El Retén, a la salida de Jinotepe. Eventualmente había partidos de beisbol en San Dionisio o en El Cuadro.  Por las noches o bien el domingo por la tarde, el Teatro Julia era el centro de reunión del pueblo en donde además de disfrutar una película, se convivía  y se comentaban los últimos acontecimientos.  Al comercio iba quien necesitaba comprar algo.  Así de sencillas eran las cosas.

Cuando me trasladé a Managua a finales de los sesenta, me asombró la cantidad de opciones que había para el solaz, pues se podía escoger entre una veintena de cines, todos a tiro de piedra, muchos de ellos a precios accesibles a un estudiante.  Se podía ir a disfrutar un sorbete a La Hormiga de Oro, en el rumbo de abajo, o al Salón Verdi al lado de arriba, o bien un raspado en La Riviera.  Había cafeterías diseminadas por toda la ciudad, así como refresquerías, comedores y restaurantes para todos los gustos y presupuestos.  En un paseo por la Avenida Roosevelt se podía admirar, sin ningún compromiso, los escaparates de los principales comercios de la capital, con las últimas tendencias de la moda o bien los adelantos que la tecnología nos ponía al alcance de nuestras manos.  El centro de Managua tenía vida y era el alma de la ciudad.

Después del terremoto de 1972, la capital se volvió un caos.  Muchos de los comercios se reubicaron en lo que fuela Feria Ganadera, junto a la colonia Centroamérica, formándose el Centro Comercial Managua, construido bajo la filosofía provisional que imperaba en esos días, por lo tanto en los módulos prefabricados no había mucho espacio para otra cosa que no fuera buscar un artículo determinado.

Poco tiempo después se construyó el Centro Comercial Camino de Oriente, bajo una arquitectura moderna y que comprendía dos cines y locales para negocios entre los que destacaban el Topkapi, salón cervecero que todavía perdura, la sala de té Marçois, la estética Adán 2000, las discotecas Lobo Jack e Infinito, el Bolerama, entre otros.  Bajo el mismo concepto, pero de tamaño reducido se construyó junto al Supermercado La Colonia de la Centroamérica, la Plazade Compras en donde estuvo entre otros negocios la tienda Letty.   En el sector occidental se construyó el Centro Comercial Nejapa, ya con un diseño acercándose al “mall” norteamericano, con dos cines, el supermercado Más por Menos y varios locales entre los que recuerdo el de la tienda Aby, de la Sra. Yolanda Guagüi; en el centro estaba un local abierto llamado Los Paraguas en donde servían cerveza bien helada con bocas de enchiladitas recién hechas.  Este centro comercial tenía una antigua máquina de ferrocarril en el frente, que en cierto momento, con el río revuelto, le gustó a alguien y se la llevó.  Al lado de este centro se construyó un pequeño complejo de locales comerciales llamado El Punto, en donde estuvo el Book Store y la panadería La Francesa.

A finales de los setenta con capital salvadoreño se construyó una primera etapa del Centro Comercial Metrocentro, que tenía como comercio “ancla” a Sears, además de un supermercado y unos cuantos locales comerciales.  Luego hay que dar un salto de diez años, pues en los ochenta el comercio se limitó a la supervivencia, a excepción de la recordada Diplotienda, en donde si se contaba con la verde moneda del imperio se podían adquirir los bienes puestos a disposición de la nomenclatura, mientras el resto buscaba afanosamente cómo dibujar el desayuno para el nuevo amanecer.

En los años noventa, con el renacimiento de la economía de mercado, Metrocentro que se encontraba agonizante volvió a tomar un segundo aire, con una fuerte inversión de empresarios salvadoreños, poco a poco fue creciendo hasta alcanzar una considerable dimensión, bajo el concepto de “mall”, siendo el primero que introdujo el local llamado food court en donde se ubicaron sucursales de las principales cadenas de comida rápida.  Se habilitó un complejo de cines de una cadena multinacional y los principales comercios del país adquirieron un local, aunque Sears no se atrevió a regresar.  Al final se integró al complejo un moderno hotel.

Posteriormente empresarios asiáticos construyeron el centro comercial Plaza Inter, en el costado occidental de la explanada de Tiscapa, frente al que fuera el Hotel Intercontinental, hoy Crowne Plaza.  Tiene la estructura general de ciertos centros comerciales norteamericanos, sin embargo sus dimensiones son tan reducidas que lo hacen poco atractivo.  Tiene un complejo de diez cines, un food court y locales para comercio, los cuales fueron acaparados en su mayoría por comerciantes orientales para la venta de baratijas.  Cuenta además con un área al aire libre llamada Plaza Maya para eventos públicos.

Ya en el siglo XXI, empresarios salvadoreños desarrollaron Galería Santo Domingo, en la carretera a Masaya, cerca de los centros residenciales de mayores ingresos en la capital.  Tiene una estructura más grande que el resto, un complejo de cines, food court, locales comerciales y una zona “viva” de restaurantes y centros nocturnos, en donde los vivos son los propietarios que se echan el millón.

El último centro comercial que se ha construido en Managua es Multiplaza Las Américas, en el oriente de la capital, en donde se ha consolidado una amplia clase media.  El centro cuenta con una considerable infraestructura, complejo de cines, food court y locales comerciales.

Cada uno de estos centros pasó su época de “fiebre” que caracteriza al público capitalino.  Este es un fenómeno que refleja la idiosincrasia de la población y un claro ejemplo de esta fiebre se dio cuando se inauguraron los primeros Mc. Donald´s y Pollo Campero, en donde por varias semanas, las filas para ingresar al local alcanzaban varias cuadras. Después de dicha etapa febril, cada centro comercial fue tomando su rumbo propio y de esta forma Plaza Inter se convirtió en un centro para la clase baja alta y media baja, quienes tienen un buen acceso por la cantidad de rutas de transporte colectivo que ahí confluyen.  El corazón del mismo es el food court, seguido por los cinemas, el comercio y el conjunto de estrechos pasillos del centro comercial como lugar de paseo, convirtiéndose  en un local preferido por algunas “tribus urbanas” como emos, rockeros entre otros, especialmente cuando se programan eventos enla Plaza Maya.

Metrocentro, está ubicado en la zona más céntrica de la capital y el tránsito de una infinidad de rutas de transporte colectivo le arrancó la exclusividad que un día soñó tener, por lo que se ubicó en lugar de reunión de representantes de la clase media en su mayoría.  El lugar clave del centro comercial es el food court siguiéndole los cinemas, los locales comerciales y los pasillos como lugar de tránsito y de escaparate a la vez, en donde los visitantes admiran las vitrinas de las tiendas y pretenden ser admirados por el resto de los paseantes.  No cuenta con vida nocturna al carecer de centros integrados al complejo, así que por la noche toda la actividad del sector se traslada a la zona conocida como Hippos, a unas ocho calles.  El centro Multiplaza Las Américas guarde cierta similitud con la estructura de Metrocentro y es el lugar preferido de la clase media del sector oriental de Managua. Tal vez aquí cabría la clasificación de los estratos sociales que magistralmente señala el Dr. León Núñez.

Galerías Santo Domingo, sin embargo, representa un caso digno de un estudio sociológico, por la diversidad de manifestaciones proveniente de los sectores de mayores ingresos de la capital y de los estratos subsiguientes que desean imitarlos. Es ahí en donde tal como afirmaba Desmond Morris la jungla de asfalto se convierte en un zoo humano.  Puede observarse en este centro comercial un variopinto de personajes que pululan por todo el local.  El corazón de la actividad está en los pasillos del centro, como enorme pasarela por donde desfila el who is who de la capital y toda aquel que no es who pero pretende ser considerado como tal.  En este centro el food court pasa a último término, pues lo chic es comer en cualquiera de los restaurantes de la “zona viva”.  Fuera del food court había un local con mesas en donde había wi fi y que en 2009 y 2010 estaba muy de moda llegar con una laptop a navegar de balde por el ciberespacio mientras se admiraba pasear a la concurrencia y viceversa, sin embargo, con la proliferación de los blackberry y el internet movil, esta práctica cayó en desgracia y los pocos que acuden ahí son vistos casi como menesterosos.

En un fin de semana se puede admirar a toda una inmensa gama de personas, de todas las edades, razas, nacionalidades, gustos y preferencias.  Ahí lo mismo se puede ver a una joven pareja con sus bebés, un grupo de jovenzuelos, que a un par de exponentes de la tercera edad.  Puede observarse a ciudadanos de todas las nacionalidades casi al igual que en el paseo de los cerezos en el East Potomac Park de Washington D.C.  Ahí también se puede disfrutar un sorbete de 75 córdobas o una vulgar “manuelita” por 120 córdobas, solo por llamarla crèpe.  Aunque la capacidad de compra se demuestra al cargar bolsas de los comercios más caros, lo cual los distingue de los modestos “mirandas”.   Las extravagancias no dejan de sorprender a los asistentes y se puede apreciar en los últimos meses, la moda de enviar a niños al cuidado de nanas uniformadas que a su vez están custodiadas por miembros dela Policía Nacional, en uniforme reglamentario, en actitud de alerta máxima como si cuidaran a los hijos de Obama.

Es muy posible que se esté fraguando un nuevo centro comercial, alejado de cualquier ruta de transporte colectivo, cuyo acceso sea prohibitivo para ir en taxi y haya desincentivos para automóviles que no sean del año, de tal forma que sea verdaderamente exclusivo para clases pudientes, aristocracia de primera como diría el Dr. León Núñez.  Un mall en donde se pueda comprar zapatos Manolo Blahnik, carteras Hermes Birkin, perfumes Clive Christian´s, con kioscos en donde se disfrute un sorbete “Frozen haute chocolate” como el del Serendipity, café Kopi Luwak, Crèpes Suzette y demás exquisiteces.  Un lugar en donde al resto de los mortales solo le quede exclamar como la zorra ante las uvas: “Pero no están maduras”.

5 comentarios

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5 Respuestas a “Hacia un nuevo lugar de culto


  1. Excelente artículo, como nos tenés acostumbrados.

    Feliz fin de semana.

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  2. Edwin Salvatore Obando

    La manuelita alias crepé está genial. Excelente descripción de las aglomeraciones urbanas y de la fauna que se aprecia. Siempre entretenido, informativo, observador e interesante.

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  3. A.L. Matus

    Estos centros comerciales por un lado y el Oriental por el otro, mataron lo que fue el comercio tal como lo conocimos. No existe una competencia que permita precios adecuados para las condiciones económicas que vivimos. Gracias por el artículo.

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  4. Melania

    Bastante curiosa la bitácora, aunque estaría más completa si Usted hubiera puesto a qué centro de culto asiste. Saludos

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    • ortegareyes

      Gracias por los amables comentarios. A doña Melania le aclaro que geográficamente, me correspondería Plaza Inter por estar a cinco minutos de mi casa y ahí precisamente asisto al cine, pues encuentro más personalizada la atención, me conocen y me saluda la mayor parte del personal, además hay un kiosquito en donde preparan un café decente. A veces voy al food court de Metrocentro a cenar un sandwich con mi hijo Orlando y aprovechamos para conversar en medio del bullicio, muy ocasionalmente voy al cine ahí pues tienen los asientos numerados pero nadie respeta la numeración y se arman agrias discusiones. A Galerías Santo Domingo voy con mis nietas, pues su padre las llevaba a ese centro a tomar un helado, a jugar o al cine y lo recuerdan mucho al llevarlas ahí. A Las Américas he ido un par de ocasiones por motivos de distancia. En realidad no siento pertenencia por ninguno.

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