Aquellas noches de terciopelo azul

Fred Astaire y Ginger Rogers.  Foto tomada de Internet

El pasado domingo encontré de casualidad  en la televisión un programa sobre el álbum “Duets II”, que el renombrado cantante norteamericano Tony Bennett grabara en 2011 con celebridades del mundo musical, en ocasión de su cumpleaños 85.    Podría decirse que todas las interpretaciones son una verdadera joya, tanto en los arreglos como en la interpretación a dúo de temas que fueron emblemáticos en la carrera del gran crooner.

Fue una grata experiencia escuchar temas como Watch what happens con Natalie Cole, Stranger in the paradise, con Andrea Boccelli, The way you look tonight con Faith Hill, It had to be you con Carrie Underwood, How do you keep the music playing, con Aretha Franklin, o bien Body and Soul con la desaparecida Amy Winehouse.  No obstante, fue algo muy especial escuchar el tema Blue Velvet a dúo con la controversial k. d. lang (así lo escribe ella).

Para quienes llegamos a la adolescencia en los años sesenta, esa canción en especial representa una época mágica.  A pesar de que la versión de Tony Bennett salió con un éxito inusitado en 1951, en Nicaragua no fue sino hasta fines de 1963, comienzos de 1964, que el cover de Boby Vinton rompió los records de audiencia y se convirtió en una de las melodías más solicitadas en las fiestas juveniles de aquel entonces, cuando todavía los conjuntos musicales no alcanzaban la cobertura que luego llegaron a tener y eran los equipos de sonido que animaban todas las fiestas y tertulias de esa época.

Para ese entonces, la mayoría de las amigas del pueblo estaban cumpliendo sus quince años, así que con bastante regularidad asistíamos a las fiestas correspondientes, además de todas las tertulias que se organizaban con el menor pretexto.  La mayoría de las fiestas estaban revestidas de formalidad, así que debían asistir los varones de traje y corbata y las muchachas aprovechaban para lucir sus mejores galas de conformidad con la moda imperante.  Nosotros no éramos tan ajustados a eso de la moda y el traje del desfile escolar y una corbata cualquiera bastaba para alcanzar el toque de elegancia necesario.  Las amigas por su parte, dedicaban un buen rato en la víspera para arreglarse e ir al salón para que les hicieran a punta de secadora y laca, un peinado “embombado”, que las ponía al dernier cri además de ganar, junto con los zapatos de tacón, algunas pulgadas extra de estatura.

En esos tiempos, las canciones que se bailaban se clasificaban en dos grandes categorías, “agarrado” y “suelto”.  Obviamente la mayoría de los danzantes preferían bailar “agarrado” es decir, piezas de carácter romántico a ritmo de bolero o balada, siguiendo el protocolo de la época.  El caballero tomaba a la dama, rodeando suavemente su espalda a la altura de la cintura con el brazo derecho, mientras que con la mano izquierda tomaba delicadamente la mano derecha de ella, formando con el brazo una escuadra hacia arriba.  Ella por su parte descansaba su mano izquierda en el antebrazo de él.  Dependía de la afinidad de la pareja para que la dama permitiera acercar la mejilla del caballero a la suya (si la estatura lo permitía) y bailar como se llamaba “de cachetito” o como decía Fred Astaire “cheek to cheek”.     También estaba la variante que en lugar de la escuadra que mantenía los brazos en el aire, permitía al varón llevar la mano de la dama suavemente aprisionada contra la parte izquierda de su pecho.  Este estilo tenía el inconveniente que la dama podía adivinar el ritmo cardiaco del varón, al estar su mano muy cerca del corazón de él.  Cuando la pareja llevaban un noviazgo declarado y aceptado por la familia de ella,  él entrecruzaba ambos brazos por la espalda de la muchacha y ella rodeaba con ambas manos, el cuello de él, que es lo que llamaban “de cantarito”.

Por mucho tiempo las baladas de Enrique Guzmán, César Costa, Los hermanos Carrión, Ray Conniff, entre otros aportaban los temas que eran de la preferencia de los danzantes, hasta que llegó Blue Velvet y desde entonces dicho tema se repetía hasta la saciedad mientras las sillas se quedaban vacías y todo el mundo salía a la pista a disfrutar aquella delicia de melodía, que además del romanticismo que en su tiempo tuvo la versión de Tony Bennett, la nueva interpretación de Vinton tenía un ritmo sin igual.   Era normal observar que cuando las parejas bailaban este tema, todos llevaban cerrados los ojos, cada quien soñando su propia fantasía.   Es pertinente recordar que en aquellos dorados tiempos, nadie entendía la letra de la canción, pues los conocimientos de inglés de la mayoría de los jóvenes no llegaban ni al nivel de Wachu (Éxito) y lo máximo que se llegaba a saber, por la traducción de los locutores era que Blue Velvet significaba Terciopelo Azul, de tal manera, que la apreciación del tema se basaba exclusivamente en la melodía y el sentimiento que le imprimía Bobby Vinton.

Sin temor a equivocarme, creo que la mayoría de aquellos jóvenes, que ahora ya están adentrados en los sesenta paquetes y orgullosamente ostentan la membresía de la tercera edad, bailaron ese tema cientos de veces y solo quienes presentan los síntomas del alemán no se emocionarán al escucharla.

Creo pertinente recordar que en aquellos tiempos había un marcado respeto a las compañeras de baile, con las consabidas excepciones de uno que otro barbaján que no falta en cada localidad, de tal manera que ellas determinaban los límites del estilo de bailar y el varón simplemente tomaba la iniciativa al “llevar” a su pareja de acuerdo al ritmo, aunque en algunos casos ellos se dejaban “llevar”.  Traigo esto a colación debido a que es totalmente repugnante ver en la actualidad ciertos “bailes”  como el del caballito o esos perreos en donde la dama es tratada peor que un objeto.  Lo patético del caso es que las féminas después de clamar por la equidad de género y amenazar con llevar a los tribunales a un cristiano que ha osado piropearla, por la noche, en un antro, graciosamente dejan que un vulgar pelafustanes les lance los epítetos más procaces que ponen a la mujer a nivel de lampazo, sólo porque tienen música de reggaetón de fondo.  Habrase visto.

Casi inmediatamente después llegaron los conjuntos, la invasión inglesa y demás corrientes de la nueva ola, que dieron un tremendo vuelco a la música y por ende al baile.  Poco a poco, el estilo de baile “agarrado” fue sufriendo una metamorfosis, hasta que en un punto casi desaparece pues todos los ritmos se bailaban frente a frente, moviendo el cuerpo al compás del ritmo de cada tema.

Fue interesante que en el año 1986, el cineasta norteamericano David Lynch, quien como nosotros, indudablemente debe haber bailado aquel tema infinidad de veces, bautizara a uno de sus films más connotados en honor a la versión de Bobby Vinton de Blue Velvet.  En esa película que definitivamente sacudía a los espectadores, tuvimos la oportunidad de admirar a Isabella Rossellini que de manera sensual interpreta una extraña versión dicho tema y era inevitable recordar a su madre Ingrid Bergman.

Así pues, desde Bobby Vinton y su Blue Velvet ha llovido por casi medio siglo.  De vez en cuando me encuentro a una de aquellas amigas de baile de esa época y en primer lugar, me congratulo porque tengo la enorme suerte de que todas ellas me recuerdan con singular cariño.  Luego, cuando tengo que admitir que aunque uno no lo quiera, el tiempo hace estragos en nuestras humanidades,  basta con entornar un poco los ojos y poner play a ese reproductor de recuerdos que llevamos integrado en nuestro interior y súbitamente aparece aquella cálida voz de Vinton cantando:  “She wore blue velvet, bluer than velvet was the night, softer than satin was the light, from the stars…” y vuelvo a ver a aquella muchacha menuda, con su primoroso vestido, tal vez azul, su cabello embombado y sus zapatitos de tacón, entonces sus ojos vuelven a tener el brillo de la adolescencia y sin dudar le digo:

-Caramba niña, el tiempo no pasa por vos.

7 comentarios

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7 Respuestas a “Aquellas noches de terciopelo azul

  1. Pues me tuve que ir al buscador de videos de google jjajajajaja para poder escuchar la pieza y versión de del Terciopleo Azul, muchas gracias por compartir tan bonitos recuerdos. Como ya he dicho sus entradas son como una ventana abietrta a un pasado que ya no volverá nunca, pero que tal vez a muchos de esta generación nos hubiera gustado vivir.
    Muchas veces hoy no nos damos cuenta que la sociedad ha evolucionado gracias a los procesos de cambios de conciencia, dichos procesos pudieron surgir a escuchar cancciones como esta, en salones como los que describe, salones de fantasías e ilusiones, y bueno, la música, un encanto total…

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  2. A. L. Matus

    Muy buen artículo, emotivo además. Muy adecuado el comentario sobre las mujeres que claman por la igualdad y gustan de las vulgaridades de una de esas canciones.

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  3. Manuel Gurdián Cabrera

    ¡Que rewind¡ ¡Muchas Gracias!
    “Apenas” tengo 59, como quien dice “estoy chatel”, pero esta lectura mágicamente me hizo re-vivir tantas emociones, sentimientos, recuerdos, rostros, voces y hasta olores y sabores; desde las veladas y fiestas en los salones de mi escuela hasta el vigorón con chicha donde Dª Adilia en el mercado San Miguel (C$ 1.00), las cervecitas de los sábados en El Chilamate (C$ 1.25), pasando por el cono de vainilla de 75 Cts. del Taste Freeze. Desde el primer pago quincenal que recibí (C$ 150.00, menos un vale de C$ 12.00), hasta mi primera cita en el Cine América con una tal Sarita que no se me borró nunca del coco.
    Es una pena que la rutina y la agitación por la sobrevivencia nos impida apreciar más seguido lo único que verdaderamente poseemos: lo que hemos vivido, y particularmente nuestra infancia y juventud.

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  4. Preciosos recuerdos, estupendo escrito. Completamente de acuerdo con A. L. Matus. Gracias por compartir. Saludos.

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  5. Carlos

    Que bonito tema, como siempre paso pendiente de los nuevos artículos y vaya que si he aprendido, soy un apasionado de la lectura y éstos temas retro me fascinan. Saludos desde Honduras

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  6. Oswaldo Ortega Reyes

    En medio siglo las cosas cambian radicalmente y en la medida que la tecnología avanza declina el buen gusto y la sensibilidad. A finales de los 50 no podriamos imaginar que algún día se pudiese almacenar miles de canciones en un pequeño dispositivo y reproducirlas con asombrosa nitidez y que aquellas baladas armoniosas y delicadas serian sustituidas por la vulgaridad y el desparpajo del reaggeton.
    Tu escrito expone en forma acertada este contraste entre el respeto de antaño y estas manifestaciones que entronizan la infravaloración de la mujer y que son más poderosas que 20 mil marchas reinvindicativas .

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  7. Oscar Martinez

    Como nos hace retroceder en el tiempo Don Orlando! Su narrativa poderosa nos hace recordar muchos tiempos idos que no volverán. Me hizo recordar que comenzando la década del ’70 andaba detrás de una flaquita que llegaba a traer a la Normal de Mujeres (Ramirez Goyena) y en las fiestas bailabamos Blue Velvet de Bobby Vinton y Extraños en la noche de Frank Sinatra. Oiamos musica como «As time goes by» de la antigua pelicula Casablanca con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman y música bella como «El sueño imposible» Que cambio ha habido en estos últimos tiempos en los bailes, Ya no se baila «agarrado» Ahora denigran a las mujeres con esos perreos que llaman baile. Y saben que? Me case con la flaquita. Ahora no es tan flaquita, pero es una excelente esposa y excelente madre. Gracias Don Orlando por hacerme sentir tan joven. Y uno es tan joven como se siente!

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