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La marimba olvidada

Foto Celeste González  

Cuando se habla del folklore musical nicaragüense se asocia inmediatamente con Masaya e invariablemente con la marimba.  Esto, en parte refleja la predominancia hegemónica de la franja del Pacífico respecto al resto del país, sin que esto signifique la negación de la riqueza que existe en las manifestaciones folklóricas de otras regiones.  Lo mismo sucede con la asociación que se realiza en el folklore mexicano en el caso del mariachi, Jalisco y el son de La Negra,  lo que de ninguna manera minimiza las ricas manifestaciones que se encuentran a lo largo y a lo ancho del territorio mexicano.

La marimba pues, es el instrumento musical que resalta de mejor manera las manifestaciones folklóricas de la región del Pacífico nicaragüense.  Lo interesante es el símbolo que representa este instrumento y lo cual es ajeno a la intensa polémica sobre sus orígenes.

Es posible que uno de los instrumentos musicales cuya paternidad sea disputada por tantos lugares y tan distantes los unos de los otros es la marimba.  La generalidad de los investigadores afirma que la marimba es de origen africano.  El primer argumento que esgrimen es el origen del nombre marimba, mismo que proviene de la lengua bantú, una sub familia de las lenguas Niger-Congo, y que significa “conjunto de maderas que son golpeadas”.  Así mismo, el instrumento forma parte de las manifestaciones culturales de Angola, Senegal, Uganda, Madagascar y Zimbawe, entre otros.  Por otra parte, hay evidencias de que el tráfico de esclavos proveniente de África que se originó hacia América después de su descubrimiento, trajo consigo la marimba hacia el nuevo mundo, en donde se extendió principalmente al sureste de México, Centroamérica y Colombia.  Esta teoría parece ser la más convincente, sin embargo, persisten algunas dudas, por ejemplo la casi nula manifestación de este instrumento en las regiones americanas de predominancia negra.

Otros investigadores sitúan a este instrumento en regiones apartadas asiáticas como la isla de Java, Camboya, Indonesia o Bali y aseveran que de estas regiones llegó al continente africano, sin embargo, no existen detalles cronológicos de estos movimientos.

Por su parte, el arqueólogo guatemalteco Profesor Carlos Asturias asegura que la marimba es de origen maya y basa su aseveración en una cerámica maya encontrada en Alta Verapaz, que tiene grabada una procesión en donde aparece un cargador con lo que pareciera ser una marimba en sus espaldas.  Lo anterior tendría cierto sentido si pudiese justificar el movimiento de este invento de Guatemala hacia África o Asia.  Otros estudiosos declaran que el origen de la marimba está en el propio río Amazonas.

Al final, el origen de la marimba nos conduce a recordar el cuento de Alejo Carpentier “Los advertidos”, en donde el autor reúne en altamar a todos los héroes que cada civilización ubica en medio de su propia versión del mito del diluvio universal.

Lo relevante, en nuestro caso, sería conocer cómo llegó un instrumento con orígenes tan disputados a Monimbó, en el corazón de Masaya.  Sería acaso a través de Nandaime, en donde en algún momento se ubicó una importante concentración de esclavos africanos.  En este caso, sin tratar de negar nuestra “mulatidad”, habría que recordar que los monimboseños son de origen chorotega-mangue, tribu que era un tanto reacia a absorber costumbres exóticas.  En este caso tendría tal vez más sentido pensar que vino a través de Guatemala o Chiapas, una vez que el instrumento ya había sido absorbido por los naturales de esas tierras.

Otro aspecto interesante es el hecho que mientras que la marimba evolucionó de manera admirable en México y Guatemala, llegando a construirse instrumentos de doble teclado y con capacidad de producir escalas cromáticas, dándole además cabida a la posibilidad de ser interpretados por varios músicos a la vez; en Nicaragua, por su parte, el instrumento se quedó en su manifestación más sencilla: la marimba de arco y la misma no ha sufrido cambios significativos en su estructura, sino que en algunos de los materiales que la componen.  La marimba de arco tiene un total de 22 teclas, fabricadas hace muchos años de cuajichote, especie hoy casi en extinción, por lo que se ha sustituido por ñámbar, granadillo, suncho, coyote e incluso caoba.  Las teclas están sujetas a dos reglas soporte de madera, generalmente hechas de ñámbar.   Las “cajas de resonancia” de la marimba de arco nicaragüense estaban construidas con jícaras o calabazas de diferentes tamaños, sin embargo han sido sustituidas por madera de cedro.   En los extremos de las reglas que sirven de soporte se fija un bejuco, mismo que se saca de una especie que crece en las orillas de la laguna de Masaya y que se conoce con el nombre de Cucharilla.  Este bejuco tiene forma de semicircular o arco, de donde toma su nombre este tipo de marimba.

La marimba de arco nicaragüense cubre la escala diatónica, es decir las siete notas blancas del piano, sin incluir los bemoles o sostenidos que proporcionan las teclas negras, sin embargo, debajo de la regla que sirve de soporte al instrumento, está un pequeño depósito para poner cera de abejas y que colocada en cierta proporción debajo de una determinada tecla, puede producir un semitono que equivale al bemol o sostenido.

El instrumento se toca mediante tres bolillos de madera con los bordes de hule y que corresponden dos a la mano derecha para llevar la melodía y uno con la mano izquierda que es la que lleva los bajos.

La marimba de arco se acompaña tradicionalmente de guitarra y guitarrita, sin embargo, algunos le han adicionado una quijada de burro, otros maracas, otros un contrabajo pequeño y otros de carácter más herético le han adicionado una batería completa con cencerro.

El repertorio que abarca una marimba de arco está delimitado, obviamente, por la escala que logra cubrir, de tal manera que sería iluso pretender que pueda arrancarse a este instrumento el Vuelo del Abejorro de Rimsky-Korsakov, así que la el ritmo más adaptado a la marimba es el son nica, que algunos llaman son monimboseño y otros más acuciosos llaman jarabe, jarabe cruzado o simplemente jarabe monimboseño.  Uno de los exponentes más representativos dentro del folklore musical nicaragüense es sin duda alguna Los dos bolillos, de autor desconocido y que según algunos tiene más de trescientos años de antigüedad y en su estructura se logra adivinar algunos aires barrocos, lo cual se puede apreciar fácilmente en la versión orquestada que arregló magistralmente la Camerata Bach. 

Otros grandes exponentes de esta música son El Jarabe Chichón, La Miel Gorda, Mamá Chilindrá, La Concheña, El Garañón, La Danza Negra, El Cuartillado, El Son de la Vaca, El Zapateado, Los Aguacates.  También resaltan los corridos como es el caso de El Zopilote y El Zanatillo.  Se registran algunos ritmos que parece que se han perdido en el tiempo como es el caso de El Saracuaco, Las Jaleas, El Sarandajo, La Chapandonga, La Chinampera.

Ya en el siglo XX, algunos autores nacionales enriquecieron al son nica con muchas composiciones que se incorporaron al folklor musical nicaragüense, como es el caso de Camilo Zapata y El Solar de Monimbó, El Nandaimeño, Caballito Chontaleño, entre otras; Tino López Guerra con Nicaragua Mía y Erwin Kruger con Monimbó.

Indudablemente los mejores marimberos de Nicaragua son de Masaya.  Entre una gran cantidad de virtuosos de este instrumento destaca don Elías Palacios, originario del Valle de La Laguna de Masaya, recién fallecido el pasado junio de 2008 a la edad de 73 años.  Hijo de María Ruiz y Manuel Palacios, gran fabricante e intérprete de marimba y hermano de Anastasio, Salvador, Carlos, Juan, Eugenio, Manuel y Laura, también grandes intérpretes del instrumento, aprendió a tocar y fabricar la marimba a la edad de nueve años.  Fue el primer intérprete en grabar un disco de música de marimba.  Durante los cincuenta y cuatro años de carrera artística, don Elías compuso un total de 368 piezas para marimba entre las que resaltan el Himno a Monimbó, El Picarón, El Pan, El viejo, La Amanesquera, La Vieja Pancha, Flor de Sacuanjoche, entre otras.

En el Siglo XXI varias instituciones han patrocinado festivales para mantener con entusiasmo las escuelas de marimba en donde destacan los hijos y descendientes de los grandes marimberos del país, así como otros jóvenes aficionados que gustan de la interpretación del instrumento.  De esta forma, la marimba como máxima expresión del folklore musical nicaragüense sigue más vigente que nunca, no importa que su origen se haya olvidado en la oscuridad del tiempo.

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