La mala estrella de Menudo

Salvador Dali Swans Reflecting Elephants

Cada localidad de Nicaragua tiene sus personajes pintorescos.  Gente común y corriente que debido a determinadas circunstancias pasan a una especie de salón de la fama, desde donde se repiten una y otra vez sus anécdotas o hazañas, que sacan al pueblo de su somnolienta monotonía.  Muchas veces se trata de borrachines, sexoservidoras, chivos, orates, avaros, santurrones y demás; sin embargo, en algunos raros casos se trata de gente que parece ser perseguida por una mala estrella.

Este fue el caso de Augusto, un sanmarqueño que nació en el seno de una familia muy pobre.  Su madre, sola, tuvo que hacer verdaderas hazañas para sobrevivir y a muy corta edad Augusto tuvo que salir a la calle a buscar el sustento.  Encontró trabajo vendiendo menudencias de cerdo por lo que en el pueblo se le llegó a conocer como “Menudo”, sobrenombre que no tenía nada que ver con el conjunto musical que apareció muchos años después.

En la vida de Augusto siempre hubo desaguisados que hacían pensar que la mala suerte lo perseguía.  Una de las anécdotas que más se recuerdan en el pueblo fue cuando alguien consiguió unos guantes de boxeo y comenzó a armar peleas espontáneas en un solar vacío.  Augusto ya era un hombre, había aprendido a manejar y era chofer de los célebres taxis intermortales, que hacían la ruta entre San Marcos, Jinotepe, Diriamba y Las Esquinas.  Una mañana en que Augusto había completado algunos circuitos en su ruta, decidió tomar un descanso y al pasar por el solar, algunos amigos lo llamaron para ver si quería participar.  A la sazón Augusto había conseguido una estatura un tanto mayor que el promedio y su estructura ósea lo hacía mostrar cierta fortaleza.  Ante la insistencia de sus amigos, Menudo aceptó echarse un par de rounds con algún contendiente que pudiera aparecer, sin embargo, no hubo nadie de la talla de él pues fácilmente podría ser de los pesos medios y el resto no llegaban ni a mosca..  En eso estaban, cuando de casualidad pasó por ahí un joven llamado Pedro, a quien por sus preferencias sexuales se le conocía como La Pedrona.  Era un tipo alto, más o menos de la estatura y complexión de Augusto y la pacotilla consideró que sería un tremendo espectáculo ver a La Pedrona en un match con Menudo.  En un inicio el joven se rehusaba a participar, pues decía que estaba en contra de toda forma de violencia, sin embargo, la insistencia del grupo fue tan fuerte y quién sabe qué le prometieron, que al final accedió.  Así fue que a regañadientes se calzó los guantes y se dirigió hacia Menudo quien ya saboreaba una fácil victoria.  Como quien no quería perder tiempo, Menudo lanzó un fuerte directo de izquierda a la quijada de La Pedrona quien lo esquivo con una sorprendente agilidad.  De pronto La Pedrona abandonó su peculiar contoneo y empezó a moverse como una pantera por el imaginario ring.  Un tanto anonadado Menudo quiso finiquitar el asunto rápidamente y lanzó un potente gancho que La Pedrona esquivó, luego Menudo probó con un crochet hacia la oreja de su rival, quien con una maestría inigualable lo evitó con una perfecta inclinación y de pronto, prácticamente sin saberlo, Menudo sintió que un fuerte gancho se estrellaba en su región hepática y lo dejó sin aire, luego con la velocidad de un rayo, le llegó un uppercut al mentón que lo lanzó al suelo.  Haciendo de tripas chorizo, Menudo logró levantarse ya con la mirada un tanto perdida, sólo para recibir un poderoso swing a la altura de la oreja izquierda que lo anestesió, como diría Tijerino.  Los espectadores que ya sumaban una considerable multitud, pues la noticia del match se había regado como pólvora en el pueblo, hicieron un silencio sepulcral.  No podían dar crédito a sus ojos.  El compás de espera se rompió cuando Pera Madura, otro joven colega de La Pedrona, se lanzó al centro del “ring” y lleno de emoción le levantó la mano derecha, proclamándolo vencedor y evitando que Menudo siguiera recibiendo la paliza.  Algunos de sus amigos fueron a auxiliar al joven conductor y otros tuvieron de detener a La Pedrona a quien ya le habían quitado los guantes y muy solícitamente exclamaba que le daría respiración de boca a boca.  Después de un buen rato, Menudo recuperó sus aires y un tanto tambaleante se dirigió cabizbajo a su vehículo, sin saber si el dolor en su humanidad era más fuerte que aquel en su orgullo.

Sobra mencionar el escarnio que sufrió el pobre Menudo cuando todo el pueblo se dio cuenta de su derrota a manos de La Pedrona.  Por mucho tiempo se aisló después de terminar su jornada al volante y debió aceptar estoicamente las burlas de quien lo miraba pasar en el taxi y le gritaba que lo andaba buscando La Pedrona para darle la revancha.

Tiempo después, Menudo se juntó con una muchacha y tuvieron un hijo a quien llamaron Elvis Presley.  En cierta ocasión cuando el niño tendría unos cinco o seis años y ya andaba jugando por todas las calles del pueblo, cruzó de repente corriendo la calle y un taxi que por ahí circulaba lo atropelló.  Afortunadamente no tuvo serias consecuencias y Menudo tuvo que contenerse pues se trataba de un colega y a eso estaban expuestos.  Meses más tarde, Menudo iba conduciendo su taxi cuando el hijo del conductor que había atropellado a Elvis Presley se cruzó la calle y a pesar del gran frenazo de Menudo, lo atropelló.  No hubo tampoco graves consecuencias, sin embargo, el problema serio es que nadie le creyó que el muchacho cruzó la calle sin fijarse, a toda prisa y que a pesar del gran esfuerzo por detenerse, Augusto no pudo evitar atropellarlo.  Años más tarde, una ex novia de Menudo circulaba en una moto con su nuevo novio, quien no respetó el alto y cruzó una calle de preferencia en el preciso momento en que Menudo circulaba en su preferencia y según declaraciones de testigos salieron tan rápidamente sin fijarse en el alto, que a Menudo no le dio tiempo de detenerse, por más que había aplastado el freno.  El choque no pasó a más, salvo grandes abolladuras de la moto y algunos raspones de sus ocupantes.  La policía lo exoneró, sin embargo el problema de nuevo es que nadie en el pueblo le creyó que había sido un accidente.

A partir de ese día, Menudo circulaba en su taxi a velocidad más que moderada, pues consciente de su mala estrella sabía que en cualquier momento podía ocurrir un incidente, sin imaginarse que días aciagos se avecinaban y no precisamente por causa de alguna colisión.

Los sanmarqueños son gente soñadora y es difícil encontrar a alguna persona que nunca hubiera soñado en sacarse la lotería, aunque no la comprara, llegando al extremo de soñar también en la forma en que se gastaría la fortuna ganada.  Así fue que por mucho tiempo, un trío de amigos sanmarqueños acordaron comprar en “vaca” un billete entero de la lotería en un número fijo que se distribuía en Jinotepe, con la seguridad que su obstinación los llevaría a ganar en algún momento el premio mayor.  Cuando alguno de ellos viajaba a Jinotepe lo compraba y religiosamente el resto cubría su alícuota.  Otras veces cuando sus respectivas ocupaciones les impedían viajar a esa ciudad le pedían a un paisano el favor de comprar el billete o simplemente le encargaban el mandado a algún taxista a quien le pagaban un córdoba por el servicio.  Varias veces le habían encargado a Menudo esta tarea y éste la había cumplido con toda responsabilidad.

En cierta ocasión, Menudo estaba cargando de pasajeros su taxi para viajar a Jinotepe, cuando uno de los tres jugadores se le acercó y le dio el importe del billete para que lo comparar en Jinotepe y al momento de entregarlo le daría el córdoba acostumbrado.  Menudo realizó su viaje, compró el billete y continuó con sus viajes interlocales.  Cuando finalizó su jornada, pensó en ir a dejar el billete encargado, sin embargo, saliendo de su casa se encontró con un amigo que lo invitó a jugar ruleta donde Augusto Uriarte quien manejaba el monopolio de los juegos de azar en el pueblo.  Los dos amigos se fueron y empezaron a jugar y justo antes de que Menudo descifrara el “viaje” de la ruleta y tuviera la certeza de poder adivinar la secuencia de los números que caerían, se le terminó el dinero.  Su confianza en que sus pronósticos serían ciertos le nubló la memoria de lo que significaba su mala estrella y sin pensarlo dos veces, apostó el billete de lotería que todavía cargaba en su bolsillo.  Al caer el siguiente número se oyó una exclamación de dolor y un golpe en la mesa, mientras Menudo casi cae al suelo como cuando La Pedrona lo mandó a dormir.  Su amigo, le ayudó a incorporarse y emprender el triste viacrucis hacia su casa.

Horas más tarde, los soñadores del pueblo encendieron sus radios a fin de escuchar los resultados del sorteo de la lotería nacional.  En el momento en que se dio el resultado del premio mayor, se empezaron a escuchar tremendos gritos de alegría en tres diferentes casas del pueblo.  Los vecinos, con una natural curiosidad, acudieron a esas casas para averiguar de qué se trataba y encontraron escenas, de esas que sólo pueden verse en los comerciales de “Trillonario punto com”.  Resultaba que el número fijo que por tanto tiempo habían jugado los tres amigos, al fin había ganado el premio mayor.  Después que terminaron de realizar sus demostraciones de euforia, lanzando objetos y besando a Raymundo y a todo el mundo, se reunieron los tres amigos y decidieron dirigirse a la casa de Menudo a reclamarle el billete afortunado.  De esta forma, el desafortunado conductor ya se encontraba dispuesto a dormirse cuando escuchó un murmullo que llegaba de la calle, seguido de fuertes golpes en la puerta de su casa.  Al abrir Menudo, observó que se trataba de los tres amigos, ebrios de alegría y acompañados de sus familiares y vecinos.   –Ganamos, fue lo que exclamaron casi al unísono los nuevos ricos.  Menudo sintió que el mundo se le venía encima y se le nubló la vista.  Los amigos creyeron que era de la emoción de que al fin había caído el premio en aquel número y que de alguna forma él obtendría una pequeña comisión por el mandado.  Lo único que se le ocurrió decir a Menudo fue que no pudo comprar el billete.  Los amigos sorprendidos se quedaron de una pieza y a uno de ellos se le ocurrió llamar por teléfono al agente de la lotería para ver si se los había reservado de cualquier manera y después de lograr localizar al agente se vinieron a dar cuenta que el billete fue vendido a Menudo.  A esa hora, ya en otro lugar del pueblo se había formado otra algarabía y era en la casa de Augusto Uriarte en donde ya se celebraba el premio obtenido por Uriarte.  La noticia corrió más rápido que veloz y esta vez la multitud que se dirigía a casa de Menudo era mayor, parecía aquella muchedumbre que con teas buscaba al monstruo de Frankenstein.  Al llegar los tres amigos con la muchedumbre a casa de Menudo, a este no le quedó de otra que admitir su culpa al haber vendido a Augusto Uriarte el billete encargado.  Algunos de los que formaban la muchedumbre llegaron incluso a pedir que lincharan a Menudo, sin embargo, el gremio de obreros del volante ya se había apersonado en el domicilio de su colega y estaban prestos a defenderlo.

Sería imposible tratar de describir todas las emociones que se suscitaron esa noche y los días siguientes; gentes que pasaron del paroxismo a la desesperación, incredulidad y llanto por otro lado, amenazas e injurias al por mayor, escisiones en la sociedad local pues por un lado estaban quienes abogaban por que el billete regresara a manos de quienes lo habían jugado por tanto tiempo, otros alegaban que el billete legalmente le pertenecía a Augusto Uriarte, otros inculpaban a Menudo y exigían que él resolviera el problema que había causado.

El asunto, al final se llevó a los juzgados y ahí, cada una de las partes, tanto Uriarte como los tres amigos, contrataron sus respectivos abogados y la batalla se libró en torno a la calificación de la apropiación de este tipo de títulos valores clasificados como impropios y la doctrina al respecto que se basa en el momento de la sustracción, antes o después del sorteo, sin embargo, se discutía que Uriarte no había obtenido de mala fe el billete y Menudo por su parte, al haber incurrido en abuso de confianza, no invalidaba la adquisición legal de parte de Uriarte.  Por otra parte se alegaba que en el reglamento de la Lotería Nacional no se exigía ningún requisito acreditativo de la legitimidad de la tenencia para proceder al cobro del premio.  Después de muchos alegatos, Uriarte logró cobrar y disfrutar el premio mayor de la lotería, lo cual utilizó en mejorar su negocio del juego, que a la postre le dejaba más utilidades.

Los tres amigos, se llevaron la desilusión de su vida, en primer lugar por la mala jugada que les había hecho el destino y en segundo porque en cuestión de horas, mucha gente que inicialmente se acercó a ellos con inusual amabilidad y camaradería, cuando se dieron cuenta de que no eran ricos, disimuladamente volvieron a sus anteriores actitudes.  Cuando se dieron cuenta que legalmente habían perdido la oportunidad de recuperar su billete, dirigieron su frustración hacia Menudo y lo acusaron judicialmente.  Sin embargo, al momento de la notificación el conductor no pudo más y cayó víctima de un infarto al miocardio.  Fue trasladado de urgencia al Hospital Regional de Jinotepe en donde la oportuna intervención de los galenos le salvó la vida, sin embargo, para su mala suerte, en San Marcos se corrió el rumor de que había sido un teatro montado por Menudo para evadir la acusación.  Hasta ahí llegaba su mala suerte.

Esta historia trascendió las fronteras del pueblo y poco a poco llegó a convertirse en una leyenda urbana.  Ahora en cualquier ciudad de Nicaragua, se comenta este caso como si ahí hubiese ocurrido y los protagonistas se cuentan por centenares.  Sin embargo, doy fe que esta historia es real y ocurrió en San Marcos, si lo dudan pueden viajar hasta esa ciudad, disfrutar de un buen café en La Casona, deleitarse con los chicharrones, fritos y menudo de Los Besos Brujos y de paso visitar a Augusto Menudo, quien tal vez les quiera comentar su historia.

6 comentarios

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6 Respuestas a “La mala estrella de Menudo


  1. La vida nunca deja de sorprendernos con casos extraños como éste. Muy interesante. No he escuchado versión alguna.

    Gracias por compartir.

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  2. A. L. Matus

    Yo había escuchado la historia del billete de lotería en Jinotepe, aunque sin mencionar nombres ni lugares específicos. La verdad es que a ese Menudo, sólo faltó que lo orinara un perro.

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  3. Chepeleón Argüello U

    Hasta hoy al leer tu escrito, supe el verdadero nombre de Menudo, yo era un niño, cuando sucedió lo que te voy a narrar. Estábamos jugando a las chibolas, frente a la casa de Doña Esperancita Zelaya, cuando divise al Menudo a la misma vez vi a mi madre que salía a su encuentro frente a la casa de los Vázquez y fue cuando vi en sus brazos que traía el cuerpo inconsciente de mi hermano Izel, todo se desarrollaba como en una película y aunque era mi hermano, no lograba y me sentía desasociado sin comprender la magnitud de la tragedia. La Mina, -la niñera- por estar de enamorada con el Menudo, descuido a mi hermano, que en ese entonces tenía casi dos años, y cuando intento cruzar la calle frente al correo, la mama de Aparicio Artola, lo atropello, arrastrando su cuerpecito por más de diez varas.
    Lo llevaron donde el suegro –en aquel entonces- de Chevón García que era doctor, no recuerdo su nombre, de allí, lo llevaron al hospital de Jinotepe, estuvo inconsciente varios días, en medio de la tragedia, ya que mi hermano fue impactado en el cráneo, una herida en la sien derecha causada por el mismo accidente sangraba constantemente, sirviendo como una válvula que libero la presión al cerebro, salvándole la vida. Al salir de la coma y recuperar el sentido, al primero que reconoció, ya que estaba de visita en el hospital, fue al Menudo, con una sonrisa infantil que nos devolvió la paz y tranquilidad, así, que ese sobrenombre, ese personaje de tu escrito, nos recuerda, el día que mi hermano se salvo de las garras de la muerte y lo hacemos con nostalgia y cariño.
    Un abrazo Menudo, donde estés…

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  4. Chepeleón, el famoso Menudo tiene actualmente, un taller de mecánica en Jinotepe, calle Panaméricana salida a Diriamba. Fte. a una Gasolinera. Pregunta por él, todo mundo lo conoce.
    El tambien hacía de chofer particular a muchas Familias Sanmarqueñas, que solicitaban sus servicios.

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  5. Otro dato que sé me vino a la memoria, despues de haber dormidon con el tema, es la siguiente: Menudo empeso a manejar, en la hacienda de café de San José de los Robletos y su profesor, tanto como el mío, fué un Sanmarqueño, le deciamos, Juan Cabezón. Desgraciadamente ¨, no recuerdo su apellido. Juan, aprendio a manejar en la hacienda de mi abuelo, el Dr. José Heliodoro Robleto Ramírez.(QEPD)

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  6. Maribel

    Me acuerdo de don Menudo a como lo llamábamos un grupo de alumnas externas de Jinotepe que viajábamos con él todos los días a la Normal de Señoritas después del terremoto. Me acuerdo que iba manejando y viendo al lado de la carretera y de repente decía: «ahí va un garrobo», tenía una capacidad visual como la de un lince. Realmente la carretera era una belleza con frondosos árboles a ambos lados y muy poco traficada. Gracias a Dios nunca tuvimos ningún accidente. No sabía nada de sus percances, gracias por compartir.

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