Machalá, machalá

 

El nicaragüense es supersticioso por naturaleza.  Lo anterior puede atribuirse a esa mezcla tan particular que se dio entre la raza indígena, la española y la africana, cada una de ellas con su propio y pesado bagaje.  Si nos sirve de consuelo, esta actitud se manifiesta de manera latente, aún ahora, en todas las civilizaciones del mundo.

Podría afirmarse que un elemento fundamental dentro de la superstición es la ignorancia y que a medida que el desarrollo y la educación van llevando a la población hacia nuevos y más elevados estadios, lo cierto es que es muy difícil desarraigarla del inconsciente colectivo.

Podríamos suponer que ya estando en el siglo XXI, la ciencia y la tecnología nos ofrecen una visión moderna del mundo que nos rodea y nos permiten contar con las respuestas a muchas de las interrogantes que antes quedaban en suspenso y nos provocaban miedo, lo que daba origen a ciertas creencias que ocupan el terreno de la superstición.

Es posible que algunas de estas manifestaciones vayan desapareciendo con el tiempo.  Existen menos personas que se espantan al ver un gato negro, pues ya no se promueve la creencia de que los felinos de este color son la reencarnación del diablo.  Son menos las personas que portan amuletos, como hace unos cincuenta años en donde muchos tenían una pata de conejo, una pulsera con un ojo de turco o colgaban una herradura en la puerta de su casa.  Ya es una casualidad observar que alguien se queda patitieso cuando se derrama la sal en la mesa o bien exige que al pedir el salero no se lo entreguen en la mano, sino que lo pongan cerca en la mesa.  Todavía se evita pasar por debajo de una escalera, pero tal vez más por precaución, que por superstición.

Entre personas de mayor edad existen algunas que tocan madera cuando se trata de alejar la mala suerte o desear que algo no ocurra.  En el pasado, muchas veces se acompañaba esta práctica con la exclamación “Machalá”, una o dos veces, en especial cuando se miraba a un reptil peligroso, en cuyo caso se agregaba la palabra culebra o en ciertos casos, lagarto.  Esta expresión podría decirse que era de uso exclusivo del sexo femenino y quizá algunos recuerden que en un tiempo los miembros de la comunidad gay, la repetían de manera vehemente, quedando luego la práctica de usar esta exclamación cuando alguien mostraba una actitud muy poco varonil.

Ya no es tan común la insistencia de algunas personas en que un paraguas no debe abrirse ni dentro de una casa, ni sobre la cabeza de alguien y es una minoría quien se rasga las vestiduras cuando se rompe un espejo.  Menos tal vez se mira que una persona joven o madura “quedada” levante inmediatamente los pies cuando alguien barre o lampacea cerca de ellos, por temor a no casarse, o bien, quienes hacen una alharaca cuando ven una pestaña caída en el cuerpo de alguien y hay que soplarla (la pestaña) para atraer la buena suerte.  Es posible que en las zonas rurales o pequeñas localidades urbanas, todavía se use la escoba volteada detrás de la puerta para alejar a una visita no deseada.  Definitivamente solamente los muy ignorantes creen que los zurdos tienen esa condición por algo diabólico, mucho menos se manda a la hoguera a alguien que tiene cataratas.

No obstante, existen todavía ciertas manifestaciones que perduran y es asombroso ver qué tan arraigadas están en nuestro medio.  Todas las relacionadas con una boda siguen vigentes, como la prohibición de que el novio vea a la novia vestida antes de la ceremonia.  Asimismo, se estila que la novia lleve algo prestado, algo nuevo, algo azul y algo viejo, así como echar arroz a la salida del lugar en donde se realiza la boda o bien que el novio lleve cargada a la novia al lugar donde se encuentra el tálamo en donde se consumará el matrimonio (oficialmente).

También están presentes todas las supersticiones relativas al año nuevo, como salir a dar vueltas con una valija, vestirse con algo rojo, tragarse doce uvas, abrir y cerrar la puerta principal, ponerse la ropa interior al revés, no como Supermán, sino con lo sucio hacia fuera.

Está todavía latente la aversión por el número 13, de tal manera que muchas personas evitan realizar actividades relevantes en esas fechas y ni se diga si el día 13 cae en martes o viernes, mucho menos que compren lotería en este número.

También está muy vigente la práctica de barrer todas las mañanas las aceras hacia afuera, principalmente si se trata de un local comercial, con el propósito de alejar cualquier maleficio que hubiese sido lanzado por algún enemigo durante la noche anterior.  Lo difícil aquí es determinar quiénes lo hacen por higiene y quienes lo hacen por superstición.

Sobre los aspectos adivinatorios, todavía un gran sector de la población es afecto a ellos y es anonadante el número de personas que acuden a visitar a videntes para saber su futuro o encontrar respuestas a interrogantes que no pueden solventar por otros medios, ya sea a través de una bola de cristal, los asientos del café o las socorridas cartas.  Lo más común y palpable es la astrología y en particular los horóscopos.  Si por un lado no todos toman en serio los ambiguos dictámenes de los mismos, es muy común observar que gentes de todos niveles culturales, con tremendo desparpajo incluyen su signo zodiacal hasta en su perfil profesional, agregando una serie de cualidades en el carácter por el hecho de ser tauro o leo.  Otros más exagerados, basan sus relaciones sentimentales en el signo zodiacal de su pareja y la forma en que los dos signos se armonizan o no.  En este aspecto puede incluirse la interpretación de los sueños, pues existen todavía muchas personas que asignan con mucha fe un valor premonitorio a los sueños que recuerdan.

La magia, blanca o negra, todavía se sigue moviendo en muchos círculos, en su mayoría de bajo nivel cultural, sin embargo, no es extraño encontrar a muchas personas que presumen de un alto nivel intelectual recurrir a estas prácticas.  Tal vez ya no tengan una amplia demanda los brujos de Diriomo o Diriá, sin embargo, siempre se observa un considerable movimiento hacia esos lugares.  Es común ver que cuando no existe explicación para algún padecimiento de una persona, se achaque a algún “trabajito” que le hizo algún enemigo.  Así se puede observar en los mercados, secciones en donde venden toda suerte de filtros para el amor, como el famoso-ven-a-mí, la oración del puro y el perfume siete machos.

En estos días que un enjambre de temblores disparó todas las alarmas, la población desató una vez más toda su superstición.  Es un hecho innegable que hasta la fecha no existe ningún método certero para predecir un terremoto.  Se dispone de alta tecnología para monitorear los movimientos telúricos en tiempo real y encender las luces de emergencia ante situaciones fuera de lo normal. Pero de eso, a manejar la inminencia de un sismo, está muy jalado de los pelos.  Ni siquiera la teoría de los cuarenta años que se está planteando entre dos sismos de gran magnitud, tiene mucho valor, pues solo se cuenta con un registro de dos eventos, los sismos de 1931 y 1972.  Si se tuviera una estadística que en cuatrocientos años se han sucedido diez terremotos con ese intervalo, podría inferirse algo al respecto.

Como en todo fenómeno natural, de pronto aparecen quienes empiezan a revolver sus supersticiones con su percepción de la religión y el asunto se complica.  Desafortunadamente, muchos desvirtúan el espíritu de las religiones de buscar el camino hacia la perfección del ser humano a través de la práctica de virtudes como la humildad, la tolerancia, el amor al prójimo, la solidaridad y se lanzan a imaginarse por cuenta propia, el razonamiento de un ser supremo a través de su escasa lógica.  He escuchado a personas afirmar que en vista de que Dios quiere mucho a Nicaragua, evitará que ocurra otro terremoto.  Si esto fuera cierto, deja en entredicho a la justicia divina, pues quiere decir que no tuvo el menor cariño a los hermanos haitianos.  En su escasa visión no comprenden que en cuestión de los fenómenos naturales, lo más sensato es dejar afuera cualquier voluntad relacionada con su ocurrencia.  Si un rayo va a caer, entonces cae, no hay vuelta de hoja y si coincidentemente pasa un ciudadano en ese preciso sitio y momento, pues qué desafortunada coincidencia.

Otros más iluminados, caen en el pecado de tentar al supremo creador al colgar un crucifijo o un rosario en el espejo retrovisor del automóvil, con la certeza de que la corte celestial no va a permitir que en una colisión queden en medio estos símbolos, a los que han convertido en amuletos.

El colmo es que hasta en las fórmulas de cortesía, algunos traten de introducir la superstición disfrazada de una falsa manifestación de fe.  Si uno se despide de alguien diciendo, hasta mañana, inmediatamente el interlocutor, con el rostro descompuesto y con el temor de que en ese momento caiga un rayo, agrega con un tono imperioso y de reclamo: -Si Dios quiere.  Es obvio que cuando alguien manifiesta algún plan ya sea inmediato, a corto o mediano plazo, supone que ciertas condiciones se mantendrán invariables, ya sea por voluntad divina o porque la lógica y las estadísticas así lo reflejan, entonces es natural pensar que se puede prescindir del agregado.  No quisiera imaginar la ruta crítica de un proyecto en donde en cada evento programado tenga que incluirse esta fórmula, lo cual convertiría el análisis en la canción de Muchilanga.

Me ha causado estupor las declaraciones de un prelado que ha negado el valor de las nuevas monedas de cinco córdobas por el hecho de que no tengan la leyenda: En Dios confiamos.  Hay que recordar que dicha leyenda en nuestra moneda no fue otra cosa más que una copia de la moneda de los Estados Unidos que expresa lo anterior en inglés.  No obstante, la leyenda en sí, no tiene ningún efecto sobre la masa monetaria, ni sobre el multiplicador monetario, mucho menos sobre la velocidad del dinero y ni se diga en la inflación o el tipo de cambio.  La manera más sabia que he visto de emplear esta divisa fue la de un pulpero que tenía un rótulo que decía:  En Dios confiamos, los demás pagan al contado.  Así pues, hay que dar al César lo que es del César.

Es imperativo que actuemos de conformidad con los tiempos en que vivimos.  Si utilizamos una avanzada tecnología que está a nuestro alcance para facilitarnos la existencia y nunca antes, todo el conocimiento estuvo tan a la mano, es hora que nos sacudamos cualquier vestigio de actitudes que se basaron en la ignorancia y en el temor.  Hay que recordar lo que dice Serrat: “Nada tienes que temer, al mal tiempo buena cara, la Constitución te ampara, la justicia te defiende, la policía te guarda…”

 

4 comentarios

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4 Respuestas a “Machalá, machalá


  1. No conocía gran cantidad de las supersticiones que documentás aquí. Aún así, no están algunas las que tenía mi abuela quien por un lado tenía fe en muchos santos y advocaciones de María, pero por otro, si la leche se derramaba ponía un puño de sal sobre ella para borrar el pecado de desperdiciar la leche y los trozos de leña siempre los introducía por la parte gruesa, hacerlo al contrario significaba entrar de pies al infierno 😦

    Interesante artículo, como siempre

    Saludos con deseos de felices fiestas patrias 🙂

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  2. Ed

    Buenísimo. Me he carcajeado a lo grande. Faltaron las supersticiones relacionadas con los entierros: si se sospecha que al finado le ayudaron a mudarse al otro barrio contra su voluntad, hay que poner el ataúd hacia determinado sentido para encontrar al asesino, o bien les colocan un huevo en cada mano para que el asesino caiga pronto.

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  3. A. L. Matus

    Estimado Profesor: Después de un buen tiempo fuera del ciber espacio, vuelvo a ingresar y desde luego de las primeras actividades ha sido buscar su blog. Veo que su constancia y dedicación no han decaído y encuentro que los artículos que últimamente ha publicado son por demás interesante. Me imagino que no tuvo espacio para enumerar todas las supersticiones que se encuentran en nuestro país y que algunas de ellas se mencionan en los otros comentarios. ¿Será que el cambio de fecha de los desfiles, tiene que ver con algo de superstición? Lo felicito por su constancia y por mantener siempre la calidad de sus escritos. Felicidades.

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  4. Oswaldo Ortega Reyes

    Muchas verdades resumidas en este excelente blog, es frecuente en la televisión llamar tradición a toda suerte de superticiones y prácticas absurdas lo cual determina que es difícil encontrar personas con una mentalidad acorde al siglo que estamos viviendo. De ahí que en los hoteles no hay piso No 13, creo que en muchos hospitales no hay habitaciones con ese número ya que la mayoría de la gente se siente intimidada con la sola mención.
    Con todo, es muy difícil hoy dia distinguir a una persona superticiosa de un devoto creyente , creo que traer un rosario en el retrovisor del carro otorga la misma protección a su conductor que la piedra de ara que Bolaños Vargas decia traer incrustrada en el antebrazo para subirse al toro más bravo sin ser derribado. Nunca tuvimos oportunidad de presenciar tal hazaña pero la falacia repetida tantas veces estoy seguro que llegó a convencer a más de uno.

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