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La pólvora y los zopilotes

Polvora.  Foto La Prensa. Manuel Esquivel

 

Por muchos años, la quema de la pólvora en la ciudad capital, a través de diversos juegos pirotécnicos, fue un elemento muy revelador y sorprendentemente ligado al comportamiento de la economía.  Dependiendo de la profusión en la quema de pólvora en el mes de diciembre, se podía colegir, a grandes rasgos, el movimiento de los principales indicadores económicos nacionales.  Desde el monto global de las remesas, el PIB per cápita, hasta el comportamiento de las exportaciones y las expectativas para el siguiente año.  Para algunos economistas de renombre, de esos que salen en la televisión, esto podría ser una extrema tomadura de pelo, sin embargo, para un economista sin mayores pretensiones, con una considerable sensibilidad para dimensionar la intensidad de la quema de pólvora y una aguda capacidad deductiva, era posible realizar inferencias con cierto grado de acierto.  Lo que pasa es que los primeros encuentran sumamente injusto que mientras ellos se exprimen las neuronas hasta el límite de adquirir una meningitis severa, realizando complejos análisis econométricos, alguien con una simple observación pueda llegar a las mismas conclusiones e incluso con mayor precisión.  Esta frustración equivale al sentimiento de un avezado investigador del INETER que con la ayuda de sofisticados aparatos y rigurosos análisis pueda predecir, con cierta certidumbre, el clima para los próximos días, mientas que por otra parte, un anciano pueda llegar a las mismas conclusiones, tal vez con mayor precisión, tan sólo con el comportamiento de sus articulaciones.

Los aspectos sociológicos de la costumbre de quemar de pólvora entre nuestros conciudadanos la abordé de manera general en un post que escribí a fines de 2011: El vil placer de quemar el dinero.  No obstante, la parte ligada al comportamiento de la economía merece analizarse a la luz de la realidad actual.

Es obvio que esa compulsión de quemar pólvora nace del inconsciente colectivo, sin embargo, su detonante y productor de intensidad depende de varios factores, muchos de ellos de carácter económico.  En primer lugar está sin duda la capacidad financiera del sujeto, quien cada vez tiene que enfrentar a un incremento en el nivel de los precios de los productos pirotécnicos.   Aunque la elasticidad precio, es decir la reacción del consumidor ante el nivel de los precios tiene cierto grado de rigidez, en otras palabras, si al sujeto le da por tirar cohetes y tiene cierta capacidad de dinero, le vale un soberano pepino su costo.  No obstante, la elasticidad ingreso, es decir la afectación de la compra de pirotecnia sobre determinados bolsillos y sobre otras prioridades, podría ser significativa.  En cristiano, si el individuo anda Palmolive dorado, su consumo de pirotecnia podría ser más reducido.

Por otra parte, el ánimo del sujeto tiene mucho que ver en su disponibilidad de quemar pólvora y en esto influyen tanto su situación personal y sus interrelaciones con su medio, como su percepción de la situación de su entorno, social, político, económico y religioso.   Asimismo, sus expectativas sobre el futuro tienen un peso considerable en su voluntad de quema,

De esta forma, al realizar una observación de la intensidad de uso de la pólvora en el mes de diciembre, era posible, ponderando todos estos factores, deducir los niveles de los principales indicadores económicos del país.

Sin embargo, el comportamiento de la quema de pólvora a fin del año 2015 nos indica que ha ocurrido un cambio significativo en los factores que determinan su intensidad.  Tal vez muchos hayan percibido que la cantidad de pólvora quemada en ese período varió significativamente respecto a los años anteriores.

Si bien es cierto, los vendedores de pólvora, que generalmente se viven quejando de malas ventas, en este año declararon sin tapujos de que les fue bien, se pudo observar que la quema de 2015 fue tal vez menor que la del año anterior.  Se inició este fenómeno, al igual que los otros años en los nueve días previos a la celebración de la Gritería, observándose una entusiasta quema en ese período, así como el propio 7 de diciembre, a las seis de la tarde y un poco menos a la media noche.  Como se recuerda, estas manifestaciones han estado íntimamente ligadas a ritos religiosos, de tal manera que además de la quema de a media noche, se acostumbraba hacerlo a las horas del ángelus, es decir seis de la mañana, medio día y seis de la tarde.  Resulta que durante el día ocho de diciembre, la quema durante todo el día fue menguando notoriamente respecto a la media noche anterior.

Para el 24 de diciembre ocurrió lo mismo, se observó cierta profusión a la media noche, para ser casi insignificante durante el día 25.  De la misma manera, para año nuevo el comportamiento algo similar.

Por otra parte, la quema individual, que se observaba durante finales de noviembre y todo el mes de diciembre, que correspondía en gran medida a la diversión que provocaba a los menores de edad el prender, sin horario ni calendario, todo tipo de triquitracas, bombas de baja intensidad, cachinflines, candelas romanas, y demás pirotecnia, se redujo de manera significativa.

En consideración a que las condiciones económicas no guardan una correlación con este fenómeno, habría que buscar qué factores podrían estar influyendo en este sentido.

En términos generales podría decirse que la economía nacional cerró con cifras decentes y si bien es cierto, los encargados de preparar los indicadores oficiales respectivos podrían haberle aplicado el photoshop, es muy probable que el crecimiento económico de 2015 estuviera alrededor del 3.87%, que comparado con los otros países del área es bastante aceptable.  Las exportaciones tuvieron un comportamiento a la alza, a pesar de la baja en los precios internacionales de algunos bienes. Las remesas aumentaron respecto al año anterior.  La reducción en los precios del petróleo, si bien es cierto su impacto primordial fue el engrosamiento de los bolsillos de algunos cuantos vivales, trajo un pequeño respiro a la economía nacional, que pudo haber sido mayor, si la reducción del precio de los combustibles y de la energía eléctrica hubiese sido proporcional a la caída de los precios del petróleo.

Si hablamos de expectativas, 2016 podría ser un poco mejor que el año anterior y la economía nacional podría crecer al filo del 4.09%, siempre aceptable.  Los precios del petróleo por lo menos se mantendrán estables, si es que no bajan un poco y mientras los intermediarios no encuentren un pretexto peregrino, los precios de los combustibles y de la energía eléctrica, al menos se mantendrán sin variación.

En el ánimo de muchos nicaragüenses está latente el optimismo de que el crecimiento puede dispararse desde el 2016 como consecuencia del inicio de las inversiones en el canal interoceánico, según explica de manera elocuente y con argumentos en extremo convincentes el vocero de dicho proyecto, quien mira como pecata minuta, el hecho de que el principal gestor del proyecto, esté cruzando en taburete, no el Niágara, sino la Presa de las Tres Gargantas.

Así pues, si estaban dadas las condiciones para que el ánimo de los conciudadanos reflejara su optimismo con una exagerada quema de pólvora, ¿qué fue lo que sucedió para que este fenómeno mostrara un viraje en su tendencia?

Una primera tesis apunta a que el ciudadano ha madurado de manera vertiginosa, como si le hubiesen aplicado carburo y que como si emergiera de una epifanía, tuviesen la plena conciencia de que no vale la pena quemar el dinero en pólvora, que si bien es cierto, para nuestros antepasados fue una especie de catarsis, el ciudadano actual no la necesita, pues en pleno siglo XXI, tiene una madurez acorde con los tiempos que corren.

Otra posibilidad es que el sentido común se hubiese aposentado en cada mente de nuestros conciudadanos y empiecen a internalizar que la quema de pólvora afecta el sistema nervioso del prójimo, contamina el ambiente y representa un enorme riesgo de quemaduras, principalmente en menores de edad, sin contar con los incendios que pueden provocar en los inmuebles.  Esta tesis se ve reforzada por la publicación de la encíclica del Papa Francisco: Laudato si, que insiste en la protección del ambiente.

Otra tesis un poco más descabellada es que la campaña de publicidad organizada por los amantes de las mascotas, en contra de la quema de pólvora debido a que asusta a los indefensos animales, hubiese permeado en la conciencia popular de tal manera que un considerable número de aficionados a la pólvora haya abandonado su gusto por dicha quema a favor de las mascotas.

Como podrán observar, todo esto está en el más puro carácter especulativo, sin embargo, una cifra real, confirmada por la Cruz Roja Nicaragüense, es que en esta temporada de fin de año, no se registró ningún quemado por pólvora.  Algunos políticos se quemaron inmisericordemente, pero eso no cuenta.  Después de mucho tiempo, nuestras conciencias descansaron al no observar el cuadro tan dramático de niños quemados a causa de ese vil placer de quemar el dinero.

De cualquier manera, se puede apreciar un cierto optimismo en el hecho de que la quema de pólvora, si bien es cierto no desaparecerá en el corto plazo, si podrá tender a disminuir de manera sistemática.  Lo ideal es que esta práctica pueda ser sustituida por la quema de carácter institucional, como en otros países, que entidades de gobierno o empresas comerciales, realizan espectáculos pirotécnicos, controlados y con mayor énfasis en el arte y el color, sin ruido y con reducidos efectos sobre el medio ambiente.

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El vil placer de quemar el dinero

No cabe duda que para nuestros antepasados indígenas, la llegada de los conquistadores constituyó un evento hasta cierto punto traumático.  Las grandes naves en las que llegaron equivaldrían a que en la actualidad avistáramos una nave alienígena.  Los pasajeros que venían eran blancos, hirsutos, malolientes.  Los jinetes y sus caballos daban la impresión de ser una sola bestia, aunque cuando descendían de sus monturas, los conquistadores parecían ser más fieros que la otra.  Sin embargo, lo que causó un tremendo estupor fue sin duda alguna la pólvora.  Como si fuera un evento mágico, un ruido ensordecedor iba acompañando a la muerte.

El trauma producido por la conquista, equivalente al de una violación, causó trastornos severos en el inconsciente colectivo de los indígenas y por lo tanto de los mestizos.  Es la fecha y todavía no se ha podido superar totalmente los efectos del daño causado y solamente se pudieron menguar, gracias a que en sus manifestaciones culturales la nueva raza introdujo la deformación de algunos de estos elementos.  Así vemos las máscaras que tratan de imitar los rostros europeos, los bailes que mezclaron las danzas de los conquistadores con las autóctonas indígenas, aún la religión debió pasar por un proceso de adaptación para llegar a mezclarse en un nuevo panteón, al igual que la gastronomía y no se diga del lenguaje que fue manipulado al antojo de los nuevos parlantes.  En cuanto a la pólvora, aprendieron a dejar de temerla, a dominarla y a introducirla como elemento sine qua non, de las festividades tanto religiosas como comunitarias.

En la actualidad, la raza de bronce todavía trata de comprender la magia que representa el estallido que produce la pólvora y la continua utilizando en todas sus festividades, especialmente las religiosas en donde la creencia popular ha determinado que una divinidad no puede aceptar la adoración o veneración de parte de los mortales, si no está acompañada por quema en profusión de diversos artilugios basados en la pólvora y como pareciera que ocurrió una tremenda falla en la comunicación entre el panteón y la tierra, ninguno de ellos ha podido negar o refutar esa creencia, así que pareciera que se convirtió en un dogma de fe el requerimiento inminente de parte de la Iglesia Triunfante de la pólvora como elemento indispensable para su bienestar.

De esta manera observamos que uno de los países más pobres de Latinoamérica se da el lujo de, literalmente, quemar el equivalente a un millón de dólares anualmente y es precisamente en este mes de diciembre cuando ocurre la mayor parte de este dispendio, durante la celebración de la Purísima y demás fiestas decembrinas.  Cuando observábamos aquel socorrido cliché del cine de hace muchos años, en donde algún nuevo rico se daba el lujo de encender un puro con un billete de cien dólares, nos quedábamos atónitos ante semejante extravagancia, sin percatarnos que algún día, muchos conciudadanos podrían quemar mucho más de cien dólares durante todo el mes de diciembre.

Si sumamos a este dispendio sin sentido, los peligros que encierra esta práctica, encontraríamos más razón a la necesidad de finalizarla.  En primer lugar está el riesgo de que alguna persona sufra quemaduras por algún accidente en la manipulación de la pólvora, en especial los menores de edad.  Afortunadamente este año la cifra descendió sensiblemente, aún así, creo en lo particular que dos niños quemados es siempre demasiado.  De la misma forma, debemos considerar los daños al ambiente derivados de toda la combustión que se origina, especialmente cuando son quemas masivas en determinado lapso, como lo que ocurre cada seis horas en las principales fiestas, debiendo agregarse el ruido que afecta sensiblemente a quienes tienen la desventura de estar cerca de estos estallidos.

Podría entonces ayudar en este sentido, una bula papal que afirme a nivel de dogma de fe que ni el Señor, ni la virgen, ni los ángeles ni los santos necesitan de la pólvora para volver a nosotros sus ojos misericordiosos.  En cuanto al inconsciente colectivo sería tal vez un buen coadyuvante la práctica, menos dañina, que se está poniendo de moda y que consiste en exageradas manifestaciones, enarbolando por todas las calles la bandera de un club de fútbol español, cada vez que hay un “clásico”.

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