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4.- Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

 

Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado.

Epicteto

Nicaragua está sumida en una vergonzosa pobreza debido básicamente a que su idiosincrasia no le ha permitido contar de manera sostenida con gobiernos que se dediquen simplemente a cumplir su misión de manera honesta y responsable. Juegan tal vez un papel coadyuvante en esta situación los aspectos geográficos que la hacen propensa a los desastres naturales, al igual que la falta de petróleo que potencia su dependencia del exterior.

El problema serio es que cada vez se hace más grande la brecha entre Nicaragua y los países desarrollados y peor aún, los países de la región, en un mundo que nos empuja a competir con todos, sin restricciones y sin consideración a la situación particular de cada quien.  Esto nos obliga a detener un tren que marcha en sentido contrario y hacerlo que vaya en el sentido correcto y a una velocidad que si bien es cierto no alcanzará a los otros, por lo menos disminuya la distancia.

Para lograr lo anterior existen dos alternativas.  Una milagrosa y una realista.  La primera alternativa sería que pudiese manipularse el ADN de los nicaragüenses de tal manera que pudiese eliminarse esa clara propensión a corromperse ante la mínima dosis de poder.  Esta es la alternativa realista.

La alternativa milagrosa es que pudiésemos contar con un nicaragüense nuevo a través de la educación.  Digo milagrosa porque habría que iniciar prácticamente de cero, pues actualmente la educación está, literalmente, por el suelo.  No todos los nicaragüenses tienen acceso a ella y más de la mitad de ellos es por razones estrictamente económicas, pues no tienen recursos ni para desayunar antes de ir a clases, menos para comprar zapatos, cuadernos y lápices.  Los afortunados que gozan de este privilegio reciben, en su gran mayoría, una educación con una calidad precaria.  La universalización de la primaria es una meta que nunca se cumplió, aunque ahora crean que por decreto se puede lograr.  La política educativa que se está ejecutando no tiene ni pies ni cabeza.  La mayoría de los docentes no tienen incentivos para realizar su labor con entrega, una gran proporción es empírica y un número considerable no domina las materias que imparten. Se han invertido considerables sumas de dinero, distraídas de la inversión en educación básica, para la alfabetización, labor encomiable pero lamentablemente infructuosa pues los alfabetizados no pueden distraer C$7.00 de su presupuesto diario de C$22.00 para comprar un periódico que es la única lectura a su alcance pues la biblioteca más próxima está a más de 300 kilómetros de ellos. Los profesionales que están egresando de las universidades, en una buena proporción de “garaje”, no parecen tener la capacidad de participar en la economía competitiva que demandan estos tiempos.

Mientras en muchos países se están preocupando por elevar el número de días lectivos al año, en Corea son 220 y el promedio mundial trata de superar los 200 días, en Nicaragua a duras penas alcanzan a completar 176 días, lejanos a los 193 que en el papel se consignan en el calendario escolar.   De la misma manera, en muchos países están regresando al tiempo completo, mañana y tarde y otros más ambiciosos tienen niños y jóvenes estudiando cerca de 10 horas diarias, sin embargo, en Nicaragua, con suerte se alcanza un promedio de 3 horas y media al día.

La práctica regular de aplicara evaluaciones estandarizadas en la mayoría de los sistemas educativos del mundo, en este país está vetada y el único indicador medio objetivo, es el examen de admisión que se realiza en algunas universidades, con resultados desastrosos.   No obstante, las universidades que no tienen examen de admisión, privadas desde luego, tienen la política de no reprobar a ningún estudiante que esté al día con sus aranceles o haya realizado un arreglo de pago.  ¿Dejaría usted que un médico egresado de una de esas universidades siquiera le interpretara un examen general de orina?  Por otra parte, esta promoción perversa que se ha dado con la educación universitaria ha anulado la educación técnica tan importante para un país como el nuestro.

Así pues, la educación que necesitamos urgentemente es una utopía, aunque como afirma Jacques Delors, es una utopía necesaria para poder caminar hacia la paz, la libertada y la justicia social. Se necesita una educación que pueda provocar un cambio radical en dos vertientes. La primera en capacidades, con el fin de que los nicaragüenses tengan la opción de competir en la economía mundial de manera digna y no convertirse en un simple proveedor de mano de obra barata para maquila o para la emigración.  La segunda es en actitudes, con el fin de arraigar en los ciudadanos desde la infancia, los valores indispensables para lograr una democracia que luche de manera efectiva por salir de la pobreza.

El problema serio es ¿quién va a promover esta educación? Cabría en la mente de algún gobierno la reflexión de conseguir una educación que produzca ciudadanos que no tenga la incapacidad ni los vicios que ellos tienen.  Escuché en una entrevista al escritor y periodista Andrés Oppenheimer decir que la educación es demasiado importante para dejarla en manos del gobierno y tal vez aquí esté la clave.  Sería factible empoderar a un Consejo Nacional para la Educación, compuesto de gente pensante, ajena a la politiquería y convencida de la necesidad de este cambio para que diseñe una política educativa coherente y que asegure el cambio que se pretende y que trascienda al período de un gobierno para que tenga continuidad.

La frase “La educación es tarea de todos”, debe de empezar a tener sentido, pasar de ser un eslogan a un compromiso.  El gobierno debe de invertir lo que sea necesario para este cambio en la educación, el diez o el doce por ciento del PIB si se requiere y no simplemente tratar de tomarle el pelo a los ciudadanos con vaciladas en los cálculos, para inflar la cifra y lo más importante, invertir esos recursos de manera eficiente y honesta.  La iniciativa privada deberá dejar de poner paños tibios a su conciencia y a la opinión pública y empezar a invertir seriamente en la educación, para contar con personal calificado en el futuro y la población en general deberá internalizar el significado de la educación y aprovechar el acceso a este servicio.

De esta manera, cualquier gobierno que no tenga como fundamento esencial de su plataforma a una reforma educativa a fondo que produzca un verdadero cambio, sabemos de antemano que estará apostando a la continuación de la pobreza.

¿Podrá o querrá alguien echarse ese trompo a la uña?, aquí cada quien hará sus predicciones.  Yo tal vez guardaría un poco de optimismo y diría como el gran poeta Antonio Machado:

…olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

 

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