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¡Ojo billar!

Ojo billar

 

Había una época cuando en Nicaragua, los avisos y mensajes que se consignaban en rótulos, anuncios y demás medios de publicidad, eran sencillos, directos y lo más apegados a la verdad.  Abundaban rótulos, a veces con mala letra y de vez en cuando mala ortografía, que anunciaban una diversidad de bienes y servicios: se inyecta, siempre se afila, se forran hebillas y botones, nacatamales sábado y domingo, se vulcaniza, refrescos naturales, se vende vigorón, hay chicha, se cose, hay hielo, se reparan zapatos, hay vaho, hay helados, leche agria, deliciosa carne asada, se venden raspados, ricos sorbetes.

Podía caber una exageración, una fanfarronada, pero nunca con el ánimo de engañar o tomarle el pelo al posible cliente. Había tal vez sus excepciones.  Muchos recordarán la antigua publicidad de Flor de Caña: “Hoy lo toma y mañana cero goma”, o bien, “Cuando toma Flor de Caña ni su mujer lo regaña”.  En este caso, la gran mayoría de la población estaba consciente que no existe papalina que no desemboque en una goma bestial, ni tampoco mujer que se alegre de ver al marido hasta el hígado, por lo que este tipo de anuncios se tomaba por el lado hilarante y provocaba la indulgencia de los ciudadanos.

Es posible que también nos resulte un tanto jocoso el caso de la señora que vendía la famosa carne asada frente al Gran Hotel, en la Managua de antes del terremoto del 72 y que pareciera que tuvo una descendencia más grande que la de Abraham, pues se podrá observar a lo largo de toda la capital, una infinidad de puestos de venta de carne asada que claman ser propiedad de una hija o nieta de esa señora.

Sin embargo, de repente entró en acción la mercadotecnia moderna y comenzaron los ganchos, los engaños y la buena intención que se mantenía en la comunicación, cayó en completo desuso.  La premisa básica con que trabajan los especialistas de la mercadotecnia de hoy, es que ellos son más inteligentes que el resto de la población y que por lo tanto, pueden manipular sus frágiles mentes.

Así pues, en la Nicaragua actual, al igual que en muchas partes del mundo, usted debe andar con mucho cuidado a la hora de interpretar los mensajes que recibe, pues llevan escondidas intenciones subliminales y por demás oscuras, que pueden llevarlo fácilmente al engaño.  Es por eso que aquí cabe la célebre expresión tan nica: ¡Ojo billar!

Cuando observe un enorme rótulo que anuncia descuentos hasta del 50%, no se haga ilusiones, generalmente se trata de un gancho que lo obliga a ingresar al establecimiento e interesarse por algún producto; sin embargo, cuando usted pregunta por el gran descuento anunciado, lo llevan a un rincón en donde se encuentran casi escondidos los escasos productos, que parecieran haber sido sacados del camión de la basura y que aún a esos precios rebajados, resultan caros.  Si en el supermercado mira unos limones que parecen de anuncio de televisión y con un cartoncito encima que dice “limones C$ 0.75 unidad”, es muy probable que en la caja se los marquen a C$4.50 cada uno y le expliquen que los que estaban en oferta eran los del rinconcito y que parecen uvas pasas.

Las grandes promociones anunciadas por muchas empresas en las que rifan premios fabulosos que ni Don Francisco se atreve a prometer, hay que tomarlas con grandes reservas.  Hace algunos años una empresa embotelladora anunció grandes premios para las tapas marcadas con cierto mensaje y al final se negó a pagar a los favorecidos y es la fecha y parece que todavía sigue en los juzgados el pleito en donde los inocentes consumidores reclaman sus premios.

Cuando un establecimiento trata de venderle algo al crédito, recurre a la nota de “Cómodas mensualidades”, que trata de inducirlo a endeudarse per secula seculorum, pues los plazos para aguantar la amortización total de la deuda, así como unos intereses más caribes que el reggae, parecieran que son de hule.  Así que lo de cómodo no se sabe para quién.  El caso es que cuando lleva menos de la mitad del plazo de pago, el bien que compró ya no le sirve y le costará un bigote continuar pagando por ello.  Antes de endeudarse, pida que le expliquen cuánto cuesta el producto al contado y cuanto pagaría en total, al crédito, incluyendo los intereses y se asustará de la diferencia que tiene que pagar si lo saca al crédito.

Nunca crea en las imágenes que se miran en los anuncios de la televisión, pues son prefabricadas.  Se necesita una alta dosis de ingenuidad para creer que lo que mira en esos anuncios es la realidad.  Esas hamburguesas que se miran tan apetitosas y de un tamaño que pareciera que pudieran alimentar a un filisteo durante todo un mes; cuando usted la solicita en el negocio, observará que son tan pequeñas que se quedarían en un hoyo de la muela de Topo Gigio.  Las máquinas de hacer ejercicio cuyos infomerciales nos atosigan los fines de semana en los canales de cable, no son lo fuertes que pregonan; en la televisión parecieran estar hechas de acero, pero cuando usted las llega a utilizar parecieran de talalate.  Además, las 50 libras que le ofrecen bajar por mes: naranjas chinandeganas.

Los famosos anuncios de “barra libre” son otra vacilada para los clientes.  Con el propósito de que un cliente no consuma en demasía, ocupan el licor más barato y le elevan el octanaje con guarón, o sea, alcohol de 96º, así que en menos de lo que canta un gallo, ya clavó pico en la mesa.  Debe también usted cuidarse de las ofertas de whisky o vodka que ofrecen bares y restaurantes a buen precio al comprarlo a granel, es decir, por jarra, pues también están bautizados con otros espíritus alcohólicos de similar color pero de ínfima calidad, de tal manera que con tres tragos ya usted siente que tiene las orejas como las de Bugs Bunny y al despertar al día siguiente tendrá una goma que va a suplicar que lo operen.  Algunos restaurantes y bares supuestamente de postín, elaboran sus cocteles con guarón, como en el caso de los famosos cocteles Margarita, tan preferidos por las damas, pero que a la segunda ronda, inexplicablemente ya están bailando arriba de las mesas o buscando un tubo para realizar algunas acrobacias.

Cuando usted vea la frase “Aplican Restricciones”, muchas veces en letra pequeñísima, tenga mucho cuidado.  Esto quiere decir que todas las promesas que la empresa en cuestión le ha lanzado como cantos de sirena, son en su mayoría falsas y por esa razón recurren a este salvavidas, que al final de cuentas legalmente los podría eximir de cumplir con todo lo que prometieron.  Si mira usted boletos aéreos a precios increíbles y con letras pequeñitas en el costado lateral del anuncio “aplican restricciones”, lo más probable es que sean sólo para viajar a media noche, en un taburete a entre el piloto y el copiloto, sin derecho ni a un refresco y en un 29 de febrero.  Puede ser una compañía de teléfonos celulares que le ofrece el cielo y la tierra y saldos quíntuples en su saldo, pero con las benditas restricciones al final no alcanza nada.  Pregunte siempre, antes de embarcarse, a cuáles restricciones se refieren y se dará cuenta que no cabrían ni en toda la edición completa de La Prensa.

Cuando vea en grandes letras el anuncio de “Gratis”, no se vaya de boca.  Recuerde que nada es gratis en este mundo.  Lo más probable es que si con la compra de un producto le ofrecen otro gratis, en el precio del primero ya vaya incluido el del segundo, o bien el producto ofrecido gratis no tiene demanda o ya está echado a perder y deben de salir del mismo a como sea.

El único anuncio que debe tomar muy en serio es uno que es frecuente en los estacionamientos de algunos negocios y que dice: “No nos hacemos responsable de su vehículo”.  Eso sí es 100% cierto.  Además de la alta probabilidad de que le abran su vehículo y se lo desmantelen, deberá aguantar la infame actitud de los empleados y autoridades del establecimiento.  Esto es muy frecuente en las tiendas de “conveniencia” de ciertas gasolineras, en donde de acuerdo a las denuncias es muy posible que algunos empleados estén en colusión con los amigos de lo ajeno y luego es increíble la posición de la administración de estos negocios que en primer lugar tratan a su propio cliente como si fuera el ladrón.  Además de no le prestarle la menor ayuda, tratan de hacer hasta lo imposible para que no llame a la policía, pues llegan los medios y es mala propaganda para el local.  Las redes sociales están llenas de denuncias de esta naturaleza y es la fecha y los propietarios de estos negocios no han hecho absolutamente nada por remediar la situación.  Esto es un indicativo de que para esta clase de negocios, el cliente no es más que un medio para enriquecerse y no es digno de la menor consideración.  Sería un alivio llegar a un local que en su estacionamiento tuviera un letrero que dijera: “Puede usted dejar su vehículo con toda tranquilidad.  Nuestro personal de seguridad pondrá todo su empeño e incluso su vida para proteger sus bienes”.

Por eso señoras y señores, especialmente en esta temporada que se avecina de viernes y fines de semana negros, así como las ventas navideñas, antes de comprar, de comprometerse, de ilusionarse, de embarcarse en la aventura de comprar un bien o servicio, fíjese muy bien, analice bien las cosas y cuídese de las letras pequeñas, en especial las que dicen: “Aplican restricciones”.

 

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