El Juicio

Cuento para el Día de las Madres.

Orlando Ortega Reyes

La mujer atravesó un inmenso túnel hasta llegar a una sala en donde la luminosidad era tan intensa que el color blanco resaltaba en diferentes tonalidades.  En el centro de la sala se encontraba una enorme silla dorada en donde estaba sentado el Juez Supremo, con una túnica azul y rojo, escoltado por un sinfín de guardianes, todos vestidos de blanco. Uno de ellos sin leer nada dijo el nombre de la mujer y los cargos que se le imputaban que consistían básicamente en faltas a la solidaridad, no haber ayudado a quienes solicitaron comida, bebida, vestido o bien alguna visita a la cárcel.   El Juez, con una expresión entre candor y tedio hizo resonar su voz preguntándole: -¿Cómo te declaras?  Ella, sorprendida porque aquella voz no tenía aquel efecto de trémolo con que siempre se le representaba y que daba la apariencia de que hablaba dentro de un bote, respondió sin vacilar: -Culpable.

El Supremo, de quien se decía podía adivinar todos los pensamientos, se quedó atónito, porque hasta entonces, en la infinidad de casos juzgados nadie se había declarado culpable, siempre había una reiterada declaratoria de inocencia, un pretexto, una justificación o bien una apelación a la misericordia o a la infinita comprensión.  Ella, sin embargo, con una entereza nunca antes vista se quedó esperando, mostrando una alta dosis de resignación, el resultado del veredicto final.

-Tengo la sensación de que no te arrepientes de nada- dijo tranquilamente el Juez, a lo cual la mujer meditó un instante y le respondió: -Más bien, quisiera haber tenido la oportunidad de que las cosas hubieran sido diferentes.  -¿En qué sentido?- agregó el Supremo.  La mujer respiró profundamente y dijo: – Quisiera que mi vida hubiese transcurrido de tal forma que de mi corazón hubiera podido brotar a borbollones esa solidaridad que tanto se me ha demandado.  El Juez con cierto tono de ironía le replicó: -Tenías el libre albedrío para haber conducido tu vida hacia la entrega por tus semejantes.  –Lo que pasa es que de repente me quedé vacía- agregó la mujer.  En un momento de mi vida llegué a llorar tanto que derramé todas las lágrimas que me correspondían en la vida; grité tanto que casi pierdo el habla; mis uñas quedaron atrapadas en las batas de los médicos; mi cuerpo se secó a plazos en un banco de sangre; mi corazón quedó hecho trizas y el dolor se acuarteló en mi alma.  Llegó un momento en que hubiera deseado que me crucificaran mil veces antes que ver a mi inocente hijo con sus brazos abiertos y su cuerpo aguijoneado en una cama de hospital.  Mis últimas fuerzas las gasté abrazándolo, antes que me lo arrancaran para llevárselo para siempre.  Desde ese día, el único prójimo que encontré a mi lado fue el sufrimiento persistente, agudo, constante; por mis venas corrió hiel y vinagre y donde antes tuve un corazón que latía, quería y soñaba, tan sólo quedó un muñón.

El Juez Supremo se aclaró la garganta, un tanto forzadamente, antes de preguntarle: – ¿Y seria acaso que tus plegarias estaban cubiertas de la fe necesaria?.  La mujer sin pensarlo mucho le contestó: -Tan grande como para haber movido el Everetz, sin embargo, nunca obtuve una respuesta.  Pero, ¿Insististe en tu afán?-agregó el Juez, a lo que la mujer respondió: – Setecientas mil veces siete y nada, hasta que al final lo único que pudo salir de mi boca fue:  Eli Eli lama sabachthani.

 La cara del Juez de pronto adquirió la tonalidad del rojo de su túnica y sintió un agudo dolor que irradiaba desde su costado.  Trató de mantener su ecuanimidad y de pronto se levantó de su silla dorada y se dirigió hacia la mujer, la tomó de la mano y le dijo: -Ven conmigo.

La mujer un tanto sorprendida le preguntó: -¿Tú mismo me llevarás hacia el castigo que merezco? – ¿Por qué debo castigarte?-Señaló el Juez. -Por ausencia de solidaridad, agravada por faltas a la autoridad-Le dijo la mujer. –De ninguna manera- le replicó el Supremo- No puedo juzgarte, más bien debo pedirte perdón porque no estuve a tu lado cuando más me necesitabas, cuando yo debía evitar tu dolor; te dejé sola mientras tú te entregabas en cuerpo y alma a tu hijo, cuando tu único sueño era ser madre.  Te llevaré a un lugar especial, en donde pondré a todas las madres a quienes en algún momento desamparé, porque has de saber que mi lado humano siempre tiende a fallar. Ahí trataremos de curar tantas heridas y tanto dolor.

La mujer más que sorprendida le dijo: -Pero esto no es lo que estaba escrito.  El Juez Supremo sonrió y le respondió: -Casi nada de lo que está escrito es la Verdad.  Miles de veces le repetí a Mateo que tomara notas y al final escribió lo que le dio la gana y de repente, cada quien quiso adivinar lo que yo pensaba y empezó a inventar lo que yo habría querido decir y se armó el caos.

Llegaron al fin a un lugar que parecía salido de un comercial de productos naturistas, en donde el verde intenso envolvía a centenares de manantiales de agua que se antojaba viva.  La mujer aspiró un tenue perfume de las flores que adornaban la escena y de pronto le pareció escuchar un coro angelical que cantaba a lo lejos: “ Aquí estoy yo, abriéndote mi corazón, llenando tu falta de amor, cerrándole el paso al dolor, no temas yo te cuidaré…”  Entonces de repente de sus ojos brotó la última lágrima que por alguna razón le había quedado escondida y sintió que una inmensa paz fue inundando su ser y al fin empezó a descansar.

7 comentarios

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7 Respuestas a “El Juicio

  1. Me encanto, tiene muchisima profundidad, gracias por compartirlo-

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  2. ANTONIO GARCIA

    MUY BUENO E INTERESANTE

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  3. Matylde Zepeda Mejia

    Gracias Orlando por ponerle un toque especial a este día con tu historia, me hizo pensar en lo siguiente:
    Los misterios de Dios!
    La crisis de fe ante los momentos de dolor!
    El vacio de una pérdida
    El siempre desmedido amor de una madre
    La esperanza de reencontrarte con tus seres amados después de la vida.
    Un abrazo y nuevamente gracias.

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  4. Muy bueno, hermoso y emotivo.

    En esta parte es como si yo oyera al Dios mismo:

    «-Casi nada de lo que está escrito es la Verdad. Miles de veces le repetí a Mateo que tomara notas y al final escribió lo que le dio la gana y de repente, cada quien quiso adivinar lo que yo pensaba y empezó a inventar lo que yo habría querido decir y se armó el caos.» Cpincido plenamente con vos.

    Las palabras amorosas escritas con el corazón, desde lo más profundo del alma, son la Verdad.

    Gracias por regalarnos tu talento.

    FELICITACIONES PARA LAS MADRES DE TU FAMILIA: esposa, hija…

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  5. A. L. Matus

    Creo que el magnífico cuento debió llamarse «A buen juez, mejor indiciado». Nos enseña todo aquello que al interior de nosotros deseamos del ser supremo, que fuera más a imagen y semejanza nuestra y que reconociera que ese lado humano que tuvo y que fue el que de manera más tangible se manifestó, también tiende a fallar igual que nosotros. Que no es cierto todo lo que de él se dice y que la Verdad está más en el corazón nuestro que en las escrituras. Me parece que fue un regalo excepcional para todas aquellas madres que no encuentran explicación a su sufrimiento. Felicidades.

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  6. Chepeleon Arguello U

    Muy bueno, la recompensa final, ante el dolor de una madre. Me recuerda a mis dias en el hospital. Me gusto mucho.

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  7. Poeta, no te miento se me salieron lagrimas al leerlo. STQ Orlando Ortega REYES. Que el Colochón te de todas sus bendiciones. Amen.

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