El extraño caso de la Quinta Angélica

Quinta Angélica.  Google Earth

Parte I.  El paraíso perdido de las Sierras de Managua

Se conoce como Las Sierras de Managua al macizo montañoso que se extiende de la sabana en donde se encuentra la capital hacia el sur y llega a su punto más alto, unos 950 metros sobre el nivel del mar, en el lugar conocido como Las Nubes.  Hasta inicios del siglo XIX esta zona era un exuberante bosque húmedo premontano, con una rica y variada biodiversidad y en donde la presencia de ocotes en su parte más alta, unida a una persistente niebla durante varios meses en el año, le daba una apariencia extraordinaria.  Esta región contrastaba con la zona, un tanto más al sur, que fue víctima de los embates del Volcán Santiago cuya erupción en 1717 y la subsiguiente y persistente emisión de gases sulfurosos, había terminado con la fertilidad de sus suelos y que caracterizan al tramo que se ubica desde lo que es hoy El Crucero hasta el Llano de Pacaya.  Estos páramos en medio de la niebla se asemejan a los paisajes en donde Sherlock Holmes buscaba al sabueso de los Baskerville.  La belleza de la zona de las Sierras, aunada a su extrema tranquilidad hacía de ella un verdadero paraíso.

A mitad del siglo XIX, al igual que la fiebre del oro en California, en Nicaragua se originó un desmedido entusiasmo por el cultivo del café y los emprendedores de esa época encontraron en las sierras de Managua el lugar ideal para plantar el grano de oro.  La zona presentaba condiciones climáticas y de altitud ideales para el cultivo, en especial el tramo hacia el sur a partir de Ticuantepe por el este y de Monte Tabor por el oeste, en lo que se conocía como Las Cuchillas, por ser ramificaciones, tanto hacia al norte como hacia el sur, que se desprendían de la cresta de la sierra.  El gobierno por su parte ofreció una serie de incentivos a los caficultores entre los que estaban subsidios fiscales, semillas al costo y créditos preferenciales.

De esta forma, las Sierras de Managua fueron convirtiéndose poco a poco en fincas cafetaleras.  Ya en el año 1849 el enviado del Gobierno de los Estados Unidos, Ephraim George Squier, relataba haber encontrado varias fincas cafetaleras en esas sierras. Fueron prominentes ciudadanos de la capital quienes se convirtieron en caficultores, como el caso del General José María Zelaya, don Leandro Zelaya en su hacienda El Tizate, su hermano el Presbítero Gordiano Zelaya, los Licenciados Benjamín Guerra y Pascual Fonseca, Don Dolores Martínez, Don Justo Díaz, Doña Manuela Moreira, el General Andrés Murillo, el Presbítero Abelardo Obregón, entre otros. Algunos cronistas incluyen entre los caficultores al General José Dolores Estrada, sin embargo, de conformidad con los registros de la época, el héroe de San Jacinto cultivaba granos básicos en un parchecito que tenía en el rumbo de Sabana Grande.

Una de las dificultades más grandes para la actividad cafetalera en esa época era el transporte, pues la infraestructura vial era precaria por no decir nula.  En las Sierras de Managua existían trochas que permitían el paso de mulas y en el mejor de los casos de carretas de bueyes, siendo los principales caminos que bajaban de las Sierras el camino que ahora constituye la carretera Panamericana Sur y que toma la cresta del macizo montañoso.  Otro camino era el que bajaba por Tacaniste y desembocaba en Pochocuape.  También existía un sendero que bajaba hacia el camino de Bolas y otro que llegaba hasta Jocote Dulce y un poco más al este el que conectaba con San Isidro de la Cruz Verde.  Todo este enjambre de senderos se juntaba en el punto más alto de las Sierras y donde se conectaban con los caminos hacia Ticuantepe y Carazo, por lo que ese lugar con el tiempo llegó a conocerse como El Crucero.

Con la llegada del Siglo XX ocurrió una significativa reestructuración en la propiedad de las fincas cafetaleras, pudiendo deberse lo anterior a las fluctuaciones del precio internacional del café o a la dificultad en mantener un margen adecuado de rentabilidad en la explotación.  De esta forma, surgieron en esa época nuevos emprendedores que llegaron a retomar la actividad cafetalera en Las Sierras de Managua y levantaron la rentabilidad del negocio al beneficiar el grano en el país.  Resaltan en este aspecto dos prominentes personajes de comienzos de siglo en Managua y que están íntimamente relacionados con nuestra historia.

Rafael Cabrera Gómez era oriundo de la ciudad de Rivas.  Después de bachillerarse en Granada se trasladó a León en donde se graduó de Médico y Cirujano, llegando luego a la ciudad capital a ejercer su profesión, lo cual lo hizo con gran éxito.  A este galeno se le debe la creación en el Hospital General de Managua de un pabellón para tratar la tuberculosis que en aquella época diezmaba a la población y que luego, en agradecimiento a esta iniciativa, se le bautizó como Sala Cabrera.  El galeno, con una impresionante visión emprendedora, se inició en el cultivo del café y poco a poco fue adquiriendo varias fincas cafetaleras ya instaladas en las Sierras, entre ellas la famosa hacienda El Tizate que era propiedad de don Leandro Zelaya.  Como complemento a su nueva actividad, instaló en el occidente de la capital el beneficio de café La Industria, que luego cobraría fama al ser el sitio de donde salía el desfile hípico de las fiestas agostinas hasta la década de los setenta, pues el médico era un aficionado caballista.  El Dr. Cabrera llegó a ser Alcalde de Managua en 1923 y el éxito que logró con el cultivo del café le permitió ampliar sus negocios a otros campos, llegando a contar con una serie de representaciones de compañías internacionales.  El Dr. Rafael Cabrera falleció a inicio de los años veinte y fue inhumado, junto a los personajes ilustres de la capital, en el Cementerio San Pedro de Managua.  Los sucesores del Dr. Cabrera se encargaron de mantener el negocio del cultivo y beneficiado del café y de convertir la empresa de representaciones en una de las principales de la vieja Managua, incluyendo una cadenas de cines que contaban con el Teatro Margot y posteriormente el Teatro Cabrera.  Como dato curioso, los sucesores del Dr. Cabrera fueron los primeros en importar los radios Sony, que en aquella época muchos menospreciaban por ser japoneses.

Angel Caligaris era un ciudadano italiano que llegó a Nicaragua en 1890 a “rodar fortuna” como decían los viejos cuentos y lo hizo con buen suceso, pues pronto empezó a trabajar con éxito en la explotación de madera, al haber obtenido una concesión de parte del gobierno para una considerable extensión en la Costa Atlántica, instalando además los aserríos para procesar dicha madera.  Don Angel también incursionó en la banca y se entusiasmó con el cultivo de café y cuando los primeros caficultores de las Sierras empezaron a vender sus haciendas, él aprovechó para comprar a buen precio varias fincas en ese sector, destacando las conocidas como Las Uvas, El Paraíso e Isabel Grande y posteriormente Los Placeres. El emprendedor italiano también fundó su propio beneficio de café en la ciudad capital al que denominó La Managua.  El Sr. Caligaris era masón y está documentado el hecho de que estuvo presente en la iniciación de Rubén Darío en la Logia Progreso No. 1, el 24 de enero de 1908.

Durante varias décadas estos caficultores debieron lidiar con el problema del transporte, sin embargo, en la V Conferencia Internacional de los Estados Americanos realizada en 1923 se generó la idea de construir un sistema colectivo de carreteras que uniera a todos los países del continente americano, misma que fue ratificada en el Primer Congreso Panamericano de Carreteras celebrado en Buenos Aires en 1925 y luego en reuniones similares de 1929 y 1939.

Esta idea no cobró vida sino hasta después del inicio de la Segunda Guerra Mundial cuando los Estados Unidos consideraron estratégico y prioritario un enlace terrestre con Panamá, por lo que en 1941 el Congreso de los EE.UU. aprobó un total de 21 millones de dólares para la porción centroamericana de la Carretera Panamericana y en 1943 otros 12 millones de dólares.  El proyecto se retrasó significativamente respecto a su programación debido a los largos períodos de lluvia, la falta de gasolina y repuestos.  De esta forma, a mediados de los años cuarenta Managua estaba conectada con el sur del país a través de la Carretera Panamericana, lo cual vino a facilitar las actividades relacionadas con la explotación cafetalera de las Sierras de Managua.

Esta carretera vino a establecer un tráfico considerable a lo largo de toda las Sierras, en especial la conexión directa de la capital con las ciudades de Carazo y Rivas.  Así mismo, se inició el asentamiento de la población del sector del Crucero y empezó a ponerse de moda la construcción de casas de campo a la orilla de la carretera que servían para que las familias pudientes vacacionaran en ellas.  Así poco a poco, aquella bucólica tranquilidad dio paso al bullicioso movimiento que en especial en temporada de café se originaba en esa zona.  El gran compositor, auténtico managua, Don Víctor M. Leiva compuso una pieza con un enorme sabor regional que con el título Temporada de Café narra el movimiento de esa zona y que comienza:  “Ay que alegre son Las Sierras en temporada de café…”

La familia Caligaris aprovechó que la carretera sur, en el kilómetro 20.2, pasó justamente por la finca Las Uvas, en el lugar que colinda con Los Placeres, para construir a finales de los años cuarenta, en una parcela a la orilla del camino, una casa de campo estilo neocolonial, de dos plantas, con el fin de vacacionar y estar cerca de la producción cafetalera en la época de recolección.  Esta casa no tenía nombre, por lo menos mientras fue propiedad de la familia Caligaris, nunca ostentó un rótulo.  Un poco más al sur, antes de la curva que tuerce a la derecha, dentro de los límites sur de El Tizate, la familia Cabrera construyó también una casa con fines similares y al igual que la otra, tampoco lució un rótulo con el nombre del lugar.

Ambas familias utilizaron frecuentemente dichas casas, por lo menos durante la segunda mitad de los años cuarenta y prácticamente no se registró ningún evento trágico en las que estuvieran involucradas ni las familias ni las respectivas casas de campo.  El crimen más artero del que se tiene noticia, fue quizás, el que se cometió en contra del ecosistema de la zona, pues además del intenso despale en donde sólo quedaban los árboles que darían sombra a los cafetales, muchas especies de flora y fauna desaparecieron del panorama, todo esto con un severo impacto en la cuenca sur del lago de Managua, cuyos efectos todavía resiente la ciudad capital.

Continuará…

6 comentarios

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6 Respuestas a “El extraño caso de la Quinta Angélica

  1. Barrunto

    Que referencia más completa. Hubo otro problema con el que lidiaron los recién iniciados cafetaleros de aquella época, representado por las constantes emanaciones del volcán, que en cierto modo perjudicaba las plantaciones de café. Para esto hubo que acomodar los sistemas de sombra y rompevientos, de ahí que fuera abundante la población de especies de madera preciosa como la Caoba, El Cedro Real y El Madero Negro que el programa de “Renovación de Cafetales” de 1980 , arrasó sin piedad.

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  2. Aida

    Donde puedo encontrar la segunda parte de este articulo?

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  3. Boanerges Luna

    Excelente, nunca había leido una documentación tan coMpleta hasta llegar a nuestro punto principal la Hcaienda Angelica. mis abuelos no me han platicado cosas tan precisas y lo importatnte de hechos relevantes de nuestra historia. Como por ejemplo, no sabia que esa zona era cafetalera, más aún la idea de la construccón de la carretera panamericana, El Hospital Central, inclusives los cines, que ahora son iglesias,

    Felicito el esfuerzo en darnos a conocer nuevos hechos…

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  4. vanessa

    muy buena informacion quisiera saber quien habito estas fincas despues de las familias cabrera y caligaris que paso despues de todo esto

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  5. Pingback: Un lugar embrujado: Quinta Angélica en Nicaragua | Misterio Vivo

  6. Estimado Don Orlando Ortega Reyes:
    Relato ameno y lleno de interesantes datos poco conocidos o recordados por las actuales generaciones de nicaragüenses. A esos capítulos es necesario hacerles pequeños complementos o ajustes; la familia Cabrera fue propietaria de diversos negocios fuera del cafetalero; el primer cine Margot fue construido por Don Sebastián Alegrett, y Margot era el nombre de su hija la que contrajo matrimonio con un señor de apellido Arévalo. En cuanto al origen de la Quinta Angélica, el traspaso a la familia Caligaris lo hizo Don Carlos Uriarte, el que también fuera dueño del terreno donde fue edificado el Margot. El señor Uriarte construyó el primer «hotel de montaña», que todos, con el transcurso del tiempo conocimos como «Casa Colorada». Esa referencia puede localizarse en uno de los artículos escritos por el recordado periodista Juan García Castillo, publicado en El Centroamericano, de la ciudad de León, durante la década de los 60s. Asimismo, sobre este tema, de la «Casa Colorada» o «Quinta Angélica» he publicado algo en el blogspot al cual se puede ingresar con el link: Eduardo Pérez Valle Google +.
    Bueno, Sr. Ortega Reyes, gracias por no privarnos de esa amena y bien elaborada prosa; de no haberlo hecho con toda probabilidad se la hubiese engullido el voraz olvido.

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