Sobre un retrato de Don Gilberto González

Gilberto González Caremacho

Dicen por ahí que una imagen vale más que mil palabras y puede ser cierto.  Cuántas veces no hemos visto a una fotografía ilustrarnos más que un extenso artículo.  En el caso de Celeste González y sus fotografías pareciera que esta artista de la cámara abriera una ventana en el corazón de su objetivo que nos adentra en las intimidades de la imagen que nos presenta.

En la fotografía que nos ocupa, se requiere de un esfuerzo titánico para tratar de aportar mayores elementos de los que Celeste capturó de este personaje y cuya imagen pareciera narrarnos una historia tan nicaragüense como los relatos de Fabio Gadea Mantilla.

Tal vez sólo restaría agregar que se trata de Don Gilberto González, jinotepino conocido en toda Nicaragua como Caremacho y que forma parte de los personajes legendarios de Carazo.

El rostro de Don Gilberto curtido por el sol que observamos en la imagen, nos dice que fue por mucho tiempo músico de calle y en efecto, formó parte de una generación musical que brotó en el departamento de Carazo en la primera mitad del siglo XX y que se distinguió por su calidad y versatilidad, pues al mismo tiempo tocaban en un conjunto en una procesión religiosa, que integrando una orquesta que amenizaba una fiesta en cualquier lugar de Nicaragua; como es el caso de la recordada Jazz Carazo que alternó con las mejores orquestas del país y del exterior que nos visitaban.  Tocaba el clarinete y lo tocaba con mucha gracia, pues sabía imprimirle el toque bandido a los sones de toro que requieren la sabrosura de este instrumento.

Como el oficio de músico, al igual que muchos otros, no generaba suficientes ingresos para subsistir, los músicos de ese entonces tenían uno o dos oficios alternos que les ayudaban a librar la batalla por la vida.  Un oficio que fue muy socorrido por parte de los músicos fue la venta de lotería y era algo común mirar a los virtuosos recorrer la calle del mercado de Jinotepe ofreciendo el premio mayor.  Uno de ellos, además de lotero, llegó a ser diputado, sin abandonar nunca sus otros dos oficios; pero eran otros tiempos, ahora los diputados prácticamente se sacan la lotería y no necesitan trabajar por el resto de sus días.

Don Gilberto anduvo en muchos oficios, hasta que descubrió su otra vocación y fue de una manera fortuita.  En cierta ocasión, su esposa, Doña Amalia, al saber que el señor tenía planeado echarse unos tragos con sus amigos, con el propósito de mantenerlo en su casa le ofreció prepararle unas bocas y tuvieron tanto éxito entre los amigos que surgió la idea de poner una cantina.  De ahí salió el Rancho Amalia, que con el tiempo sería una de las cantinas más emblemáticas de toda la región central de Nicaragua.

En el rostro que la mágica lente de Celeste logró captar con tanta expresividad, se observa una determinación increíble.  En efecto, Don Gilberto se empeñó en ofrecer en su cantina una atención de primera.  Lo más apetecido en el Rancho Amalia eran desde luego las bocas (botanas en México o tapas en España, para los que no conocen el término).  La sola mención de la lista de delicias que servían en el establecimiento haría salivar como un mastín al más indiferente.  Había tostones hechos con el plátano en su debido punto, crujientes, olorosos, que dejarían pálidos a los patacones pisaos del Bodegón de la Candelaria en Cartagena de Indias; frijoles blancos preparados con una receta secreta que es la fecha y nadie la ha podido repetir, según algunos doña Amalia la había tomado de un recetario brasileño y otros decían que la había escuchado a un viajero italiano que pasó por ese pueblo.  Por otra  parte era una delicia el aguacate con pedazos de tortilla milimétricamente cortada, así como el lomo de costilla que sin éxito trataron de copiar algunas cantinas se Managua; al igual que un corazón preparado a la mosataza con pedazos de pipián, el chancho asado que ni en el mercado de León podía encontrarse uno igual, pollo rostizado y los lunes que se servía un inigualable arroz aguado.  Tal vez pudiera decirse que el guaro es guaro en todos lados, sin embargo, había diferencias, pues Don Gilberto procuraba el mejor guaro de la región, sin adulteraciones, lo demás era estándar, la Santa Cecilia que imperaba antes que el Ron Plata, la Flor de Caña y las cervezas que eran servidas a una temperatura que sudaban, de esas que sólo se logran ver en los comerciales.

A la par de la excelente atención que prodigaba en ese establecimiento, estaba el orden y el respeto que se exigía a sus parroquianos, manejando Don Gilberto el lugar con la disciplina de un prefecto de las Escuelas Cristianas.  Por muchos años prohibió el ingreso de mujeres a su cantina y tal vez podría parecer demasiado sexista esta medida, sin embargo, aseguraba que el local no se convirtiera en otra cosa.  Tampoco permitía escándalos ni pleitos en el Rancho.  Sin embargo, la medida más estricta era el respeto que para su persona demandaba de parte de los parroquianos.  Nuca permitió que nadie le llamara Caremacho en su cara y aquellos que osaron hacerlo fueron vetados por el propietario y nunca más pudieron ingresar al Rancho Amalia.  Se dice de algunos jinotepinos que después haber sido vetados por ese pecado, debieron tramitar a través de amigos mutuos el perdón correspondiente para poder ingresar de nuevo al recinto.

Por ese santuario del buen beber y comer desfilaron destacadas figuras del mundo político, egregios abogados, insignes galenos, abnegados docentes, brillantes ingenieros, dedicados oficinistas, prósperos banqueros, acaudalados comerciantes, militares, obreros del volante y tantos más.

Podría afirmarse que Don Gilberto hizo escuela en cuanto al noble oficio de la cantina, logrando imprimirle calidad, seriedad y profesionalismo al servicio que ofreció por muchos años.

También es pertinente agregar que este personaje también fue un folklorista, no sólo por sus aportes a la música popular, sino por haber contribuido a ciertas tradiciones de Jinotepe como el baile de “chinegros” que se realizaba en honor de la Virgen de Guadalupe, en donde personajes de esa ciudad se pintaban el cuerpo de la cintura para arriba con una mezcla de contil y vaselina y bailaban en la procesión que salía el 12 de diciembre, al final de la cual se repartía carne de cabro y guaro.

A finales del siglo XX, cuando sintió que su hora había llegado, el único deseo que pidió fue que lo enterraran con su clarinete.  No quiso decir que desestimaba el oficio que le dio fama, sólo que sintió que ese instrumento era su fiel compañero desde su juventud.  La historia se encargaría de enaltecer su constante afán de ofrecer lo mejor en el Rancho Amalia.

Ahora, si regresan a la fotografía podrán observar todo lo que en ella se expresa, todo lo que un rostro nos puede decir, toda la historia tan nicaragüense que a través de esta imagen nos regala Celeste y si nunca estuvieron en el Rancho Amalia, desearán subir a la máquina del tiempo que los lleve de regreso a los grandes tiempos de ese carismático lugar y aquellos que tuvieron la suerte de saborear las delicias de la cantina, no podrán evitar la lógica reacción pavloviana.

Agradezco sobremanera la invaluable colaboración de Eduardo Ortega Reyes, connoisseur de estos menesteres, así como de Ovidio Ortega Reyes y desde luego la amabilidad de Celeste González de permitirme utilizar sus obras de arte.

15 comentarios

Archivado bajo cultura, Nicaragüense

15 Respuestas a “Sobre un retrato de Don Gilberto González


  1. Demás está decir que se me ha hecho agua la boca. ¿Quedarán algunos vestigios de esas recetas? Algún pariente, tal vez…

    Muy interesante artículo, como siempre.

    ♥♥

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  2. A.L. Matus

    Un tío mío que estudió magisterio en la Normal de Jinotepe era asiduo a la cantina de Don Caremacho y recuerda lo bien que servían ahí. Me comentaba sobre unos frijoles rojos, no blancos, que los servían con un queso ahumado de aquellos. Muy ilustrativo el artículo. Felicidades.

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  3. El legado de Caramacho vive presente en las calles de Jinotepe porque hasta de dirección sirve todavía! «De donde era Caramacho…..dos cuadras al sur, una arriba.» Si señor! 😉

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  4. cecilia

    Saludos desde Buenos Aires: Fue presisamente por su hermano el connoiseur de esos menesteres
    que conocí este grandioso lugar y muchos otros que ojalá sean merecedores de su interés. El tambien me presentó su blog y desde la semana pasada estoy embrujada con lo maravilloso de su redacción. Felicidades

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  5. Maribel

    Una de las mejores piezas que he leído. Lo felicito!

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  6. Soraya

    Fue y sigue siendo un lugar con la comida mas rica que he probado,en especial los Frijoles Blancos que su hija Chabelita los hace una delicia,siempre que visito Nicaragua y voy a Jinotepe es uno de los primeros lugares que visito.

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  7. Muy Buena remenbranza. sobre la cantina de Don Cara de Macho (Rancho Amalia) Me recuerdo mucho sobre los grandes personajes que tu mencionas y sus multiples habilidades de buscar honradamente la vida. Muchos vivas por todos ellos. Lo que me parecio fuera de lugar y del tono que le venias dando al art fue cuando mencionas a los repudiados militares, si Dn Cara de Macho duenho del lugar no cuestiono a nadie MOROS Y CRISTIANOS en vida porque tu lo haces ahora que esta muerto .

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    • ortegareyes

      Debo reconocer que es necesario realizar una aclaración al comentario realizado por Manuel. Cuando hacía referencia a los asistentes a la cantina de don Gilberto y en particular a los «repudiados militares» no me refería en ningún momento a que don Gilberto realizara ningún tipo de discriminación, pues en realidad él tenía sus criterios muy particulares para reservarse el derecho de admisión que lo único que hacían era proteger a su cantina de que se convirtiera en otra cosa. Con lo de los militares me refería a que en aquellos tiempos, llegar a un lugar en donde estaban bebiendo un grupo de militares era un tanto peligroso y en general había cierto rechazo a compartir con ellos el lugar. Fueron muchas ocasiones en donde inocentes parroquianos sufrieron los desmanes de los militares en estado de ebriedad. Lo anterior es independiente que don Gilberto estuviera vivo o difunto.

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      • Maribel

        Entonces valdría la pena borrar la palabra «repudiados» y todo el mundo feliz y contento. El artículo es excelente y exacto, agregué el enlace en la página de Facebook «Jinotepinos de Corazón». Me encantan sus escritos, usted es de los mejores escritores nicaragüenses, gracias.

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  8. La cantina de cara de macho en todo nicaragua se mencionaba, lo que mas me acuerdo son los camarones en crema que hacian para bocas, tengo muy buenos recuerdos, se me olvidaba mencionar que el no queria mujeres en su cantina.

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  9. Natalia Gonzalez

    Don Gilberto Gonzalez era un hombre muy rectos en sus cosa, el era mi abuelo, aunque no lo pude conocer mucho se que era un hombre muy rectos en sus cosas junto con mi abuelita amalia. Con respecto al rancho amalia sigue existiendo ahora administrado por una de sus hijas Isabel Gonzalez, siempre con el mismo sason de la comida, los esperamos por estos lados, pali jinotepe 1/2 c al sur.

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  10. gerardo bermudez

    soy de jinotepe y tengo 12 anos de vivir en el extranjero , cada ves que voy siempre me recomiendan ir a este lugar, no se como sera pero si me gustaria visitarlo…. mucha gente lo usa como referencia al dar direcciones o como lugar para ir de parranda a echarse sus buenos jaquimasos… lo que no se es que si ahora sigue siendo igual o mejor que antes….. y no se si funciona como cantina , o bar y restaurante….. muy interesante el articulo…………

    VIVA SANTIAGO , VIVA JINOTEPE…………….

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  11. Fabiana Arauz

    Un militar armado o no armado en cualquier cantina y en cualquier tiempo es peligroso………..no comprendo cual es el pecado de escribir » Repudiados militares» ??’ Excelente articulo.

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  12. Martin Aguilar

    Uno de los mejores y mas respetuosos escritos y referencia a Don Gilberto Gonzalez que haya leido. A veces nos olvidamos de las trayectorias personales ,de la riqueza espiritual que una persona aporta a su comunidad y nos quedamos con el vagaje, el vulgareo y los apodos. Gracias por mostrar a este querido personaje, y este si era un personaje en todo el significado de la palabra, y por el discurrir temperado de su pluma. Una muestra de que Jinotepe no estaba solo poblado de comunes borrachos sino tambien de ilustres y cultos cantineros. Honor tambien a Doña Amalia su querida esposa que en paz descanse y a Chavelita su hija, que ha continuado la tradicion y nos deleita con su magistral arrocito aguado con camarones y queso derretido servido en casuelita de barro y acompañado de una tortilla tostada.

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  13. Pingback: Evocando aquellas bocas | Los hijos de septiembre

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