Una de piratas

Los piratas que conocimos tenían un ojo parchado, un garfio en vez de mano, una pata de palo y las más de las veces un perico en el hombro. Hoy en día, estos corsarios han abandonado sus barcos con la bandera de la calavera y las dos tibias y conducen Suburbans o Range Rovers y los cañones y sables han sido sustituidos con equipos de tecnología de punta y salen al mercado global con versiones clonadas de discos compactos, películas en DVD, libros, relojes, perfumes, licores e incluso vehículos.

Así que ahora es posible encontrar dentro de la oferta de estos bucaneros modernos el último disco de Shakira, una versión del film The dark knight, el más reciente libro de Paulo Cohelo, el nuevo perfume de Hugo Boss, el reloj Omega Seamaster Planet Ocean que utilizó James Bond en Casino Royale o un Mercedes Benz “banano”. Todo a una quinta parte o menos del valor de las versiones originales.

En Nicaragua, la problemática de la piratería se circunscribe básicamente a los discos compactos y a las películas en DVD. A lo largo de todo el territorio nacional pueden encontrarse innumerables puntos de distribución de CD y DVD, desde individuos que caminan con una mochila ofreciendo su mercadería, un poco de manera encubierta, hasta unos improvisados puestos de exhibición de los títulos que se ofrecen sin recato en las afueras de mercados, centros comerciales o paradas importantes de buses. En menor medida se observa la piratería con las prendas de vestir y el calzado, obteniéndose clones de camisetas Polo, Lacoste y Tomy, así como zapatos deportivos Nike o Puma.

Está en vigencia una Ley de Derechos de Autor, sin embargo, la aplicación eficiente de dicha ley es una tarea sumamente difícil y lo es debido a que el tema de la piratería tiene muchas aristas.

En primer lugar es necesario considerar la estructura de la piratería, pues la misma está conformada por una cúpula tipo mafia que obtienen ganancias tan grandes, que tienen los medios económicos para comprar muchas voluntades. También existe una extensa red de distribuidores y vendedores piratas que pueden ejercer una enorme presión para defender sus puestos de trabajo, pues lo único que les importa son sus ingresos, los cuales no consideran ilícitos.

Otro aspecto muy importante que es necesario considerar al respecto es la gran diferencia entre los precios de un artículo original y uno pirata. Es indudable que los pagos de regalías a los autores y los gastos operativos de los productores podrían constituir los elementos de este enorme diferencial, sin embargo, es precisamente en los gastos de las empresas disqueras o editoras que radica el problema principal. A medida que hemos visto crecer desproporcionadamente los precios, principalmente de discos compactos, hemos notado que los gastos de las disqueras en materia de publicidad han crecido vertiginosamente. No es remoto observar eventos costosos e incluso costosas campañas para promover el nuevo look de fulanito de tal, también pagado por la disquera. Inclusive, la producción de algún artista sin ningún mérito es acompañada de grandes sumas de dinero gastadas en la construcción artificial de su imagen y que finalmente se trasladan al consumidor. De esta manera, todos esos inmensos gastos de las disqueras o productoras de películas o libros son pagados al final de cuentas por los consumidores, resultando de esto, precios exorbitantes que dejan a muchos cristianos sin posibilidades de acceder al producto.

Constantemente se observa un reiterado reclamo de parte de autores y productores de este tipo de productos, pues aducen que la piratería les afecta económicamente. En cierta medida podría ser cierto lo anterior, sin embargo es necesario considerar en primer lugar esta premisa sería válida si los artistas no tuvieran presentaciones públicas y dependieran exclusivamente de la venta de sus discos y en segundo lugar, que la población que adquiere el material pirata no tiene los recursos o la voluntad de pagar los precios de los bienes originales. Por ejemplo, una familia de cuatro personas, para poder ver una película en el cine tiene que gastar 180 córdobas tan sólo en los boletos en tandas preferenciales, más otros 200 córdobas en palomitas, gaseosas y otras golosinas que para muchos son ineludibles, así que incluyendo el transporte se van más de veinte dólares, mientras que al bajarse del bus pueden adquirir la misma película por menos de dos dólares, más cuatro chocolitas ya se ahorran más de 17 dólares y en cuatro películas sacan el costo de un aparato reproductor de DVD. No les importa que en la versión pirata tengan que adivinarse los diálogos, incluyan toses y otros ruidos de los vecinos del que grabó en el cine la película y demás defectos de reproducción, además de lo anterior, tienen el descaro de incluir la propaganda de “no a la piratería”. Por lo tanto, los consumidores de estos discos piratas son ciudadanos que las distribuidoras legales nunca van a captar, entonces no puede considerarse una pérdida para los autores pues nunca tendrían los ingresos por esas ventas. La injusticia proviene del hecho de que un reducido círculo de piratas se enriquece como producto del esfuerzo de los autores y del esfuerzo emprendedor de los productores.

Por lo tanto, el gran perdedor en esta situación es sin duda alguna el autor o artista, quien después de sacrificios y desvelos, deja de recibir regalías, mientras que las empresas productoras se echan el millón. A la par de esto, los autores sienten la frustración de saber que es muy cierto el refrán que dice: nadie sabe para quien trabaja.

Es muy difícil que por la fuerza pública se pueda erradicar el problema de la piratería. Hace algunos años se observaron muchos operativos de parte de la Policía Nacional para desmantelar las bandas de piratas, un tanto para taparle el ojo al macho, sin embargo, no fueron efectivos y la piratería logró fortalecerse, pues ahora se han multiplicado los distribuidores y lo hacen a la vista y paciencia de todos.

Una solución viable sería que las empresas productoras, reconsideraran el precio de sus productos. El costo de los materiales más los derechos de autor constituyen en la actualidad un porcentaje mínimo del costo total, por lo tanto si dichas empresas logran manejar el resto de los costos a ese mismo nivel, entonces el precio final de los productos se reduciría enormemente y una gran cantidad de compradores podrían interesarse en adquirir el producto original, reduciéndose la piratería enormemente.

Es importante señalar que actualmente el concepto de piratería se ha extendido a la práctica de efectuar una acción a la cual no se tiene derecho. Por lo tanto, la piratería no sólo se limita a clonar discos, libros, relojes o cualquier artículo, también existe la piratería en diferentes ejercicios de la vida diaria. Una faceta muy importante de esta práctica se observa en el transporte público, pues como la necesidad tiene cara de perro, muchos ciudadanos se dedican a ofrecer servicio de transporte, ya sea taxi o microbús, sin contar con el permiso correspondiente. Estos taxis y microbuses piratas son perseguidos no sólo por la Policía Nacional, sino por los colegas afectados que sienten que merecen una concesión exclusiva y no deben de tener competencia alguna.

También podría caer en este concepto, la vieja práctica llevada a cabo en los centros de estudios de fotocopiar libros de texto o de referencia para su uso en clase y que en determinados casos es la única forma en que los estudiantes de menores ingresos puedan tener acceso a este material. Es importante señalar que tal vez los libros de texto no sea rentable fotocopiarlos, pues su costo no es tan elevado y una fotocopia cueste un poco menos que el original, pero ciertos libros de referencia, especialmente universitarios han experimentado incrementos significativos en sus costos de tal manera que fotocopiando sólo el material utilizable de los libros, permite a los estudiantes contar con el material necesario a un precio accesible.

La piratería de software también es considerable, sin embargo, su persecución no ha sido tan atractiva para los productores, pues creen que con los candados que le cuelgan a sus versiones renovadas será suficiente para detener esta práctica y no cuentan con la astucia de los piratas que contratan a maestros hackers para desarrollar software alternos para descifrar las más intrincadas contraseñas y candados.

Así mismo puede observarse la piratería en los medicamentos, lo cual no hay que confundir con los genéricos, que al vencer la licencia de exclusividad de los laboratorios que desarrollaron la fórmula original, pueden ser producidos por cualquier laboratorio con el nombre genérico y lo hacen a menor precio. La piratería se observa en la producción clandestina y sin licencia de los medicamentos que en algunos casos presentan menores dosis de las ofertadas y en casos extremos se trata de simples placebos, con las consecuencias funestas para los consumidores.

No hay que olvidar la piratería en el ejercicio de las profesiones y oficios, pues en cualquier momento nos encontramos con médicos, abogados, ingenieros y hasta ministros religiosos que ejercen sin contar con la licencia o autorización debida.

Es indudable que al igual que hace quinientos años, los piratas prosperaron debido a las patentes de corso obtenidas de algunos gobiernos. En la actualidad la lucha contra la piratería prosperará cuando algunos países dejen de hacerse de la vista gorda ante los flagrantes actos de piratería cometidos en sus demarcaciones.

Por si las moscas le he pedido licencia a Joan Manuel para el título del presente post, a Calico Jack para el uso de su bandera y le he prohibido a la lora que siga diciendo: Piezas de a ocho.

2 comentarios

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2 Respuestas a “Una de piratas

  1. Hola, parece que no se te escapó ningún tipo de piratería:D

    Siempre es un placer leer tus artículos.

    Salud♥s

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  2. Oswaldo Ortega

    Aún se me hace dificil imaginar como un material fílmico o discográfico de pésimo gusto puede costar igual o más que producciones serias donde el talento y la virtuosidad salen a flote. La idea de convertir el arte en un artículo de comercio me parece cínica y obcena y estas «producciones» mediocres que infestan los medios usurpando el aplauso a los verdaderos artistas en detrimento de la cultura general es mas nociva que el pillaje, el rapto y la destrucción de los verdaderos piratas.

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